Desde el burladero

El presidente del Fondo Monetario Internacional, Dominique Staruss-Khan, hizo esta semana autocrítica sobre el papel del Fondo Monetario durante la pasada crisis, al destacar, con buen criterio, que no supo preverla. Llevo más de 20 años siguiendo los informes del organismo internacional y puedo decir con tranquilidad que es el mejor adivino del pasado. Son magníficos a la hora de analizar lo que pasó y porqué pasó, pero un desastre en la prevención del futuro. Creo que no se hace justicia culpando de ello al anterior responsable del organismo internacional, el español Rodrigo Rato y actual presidente de Caja Madrid. Por eso, Strauss-Khan rectificó al día siguiente. La que no ha rectificado aún es la vicepresidenta segunda y ministra de Economía, Elena Salgado, que salió diciendo que «otros tampoco habían sabido prever las crisis». Salgado, que como todos sabemos es una de las grandes lumbreras de la economía mundial, no debe de haberse leído jamás uno de estos sesudos estudios. Pero, por lo menos, debería informarse antes de salir a la palestra, porque ha quedado una vez más en ridículo. Es infame que el Gobierno quiera ahora usar al FMI como excusa para justificar sus errores. Quiero recordarle a Salgado, que no fue en 2008, sino en 2009, con la crisis ya campando a sus anchas, cuando Zapatero seguía negando la evidencia y así nos luce el pelo.

Zapatero no gana para líos. Después de autorizar a Cataluña la refinanciación de 2.500 millones, ha tenido que extender este privilegio a todas las comunidades autónomas, pese a que dos de ellas, que se sepa -Castilla-La Mancha y Murcia-, se saltarán el 2 por ciento de déficit previsto y por tanto no deberían poder refinanciar su endeudamiento. Mal precedente. Osea que el presidente en persona se dispone a saltarse la ley con tal de obtener el apoyo parlamentario de Cataluña. No nos engañemos, CiU y PNV han creado una pinza sin la que el presidente no podrá gobernar. Por eso, primero hizo concesiones a los vascos para sacar adelante los presupuestos y ahora tendrá que hacerlas a los catalanes. Y así andamos, jugándonos la credibilidad de todos por alargar la vida de su Gobierno.

Yo creía que con la creación de las nuevas alianzas o SIP de cajas de ahorro, se iba a comenzar a aplicar el sentido común en el sector. Pero lejos de ello, el presidente de Banca Cívica, Enrique Goñi, presentó ayer la nueva Banca Cívica llena de contradicciones y disparates. Por una lado, anunció la salida a bolsa para recaudar alrededor de mil millones de euros adicionales, mientras que por otro aseguró que se culminará la construcción de la futura sede de Cajasol, una torre de casi 180 metros de altitud que ha condenado hasta la Unesco, porque la considera un sacrilegio para Sevilla. ¿Cómo se pueden despilfarrar 300 millones en una torre de dudosa viabilidad económica y pedir más de mil millones al mercado para reforzar el capital? Goñi debería aprender de la BBK, que con mucha mayor solvencia que Banca Cívica, ha renunciado a levantar una torre de factura parecida junta a la ría de Bilbao. Son proyectos faraónicos de otros tiempos.

Dicen que las manifestaciones egipcias están ocasionadas por una clase media culta en Egipto, que se ha revelado con la intolerancia del aún jefe de Estado y de Gobierno, Hosni Mubarak. Eso está bien. Pero no creo que la gente se eche a la calle porque la clase media reclame reformas económicas. O mejor, dicho no creo que esa sea únicamente la causa. Los datos económicos apunta a que más de la mitad de la población está por debajo del umbral de la pobreza y vive con menos que con ¡un dólar al día! Esta situación de extrema pobreza se está agravando con la crisis económica. Si a ello se suma, que la corrupción entre los miembros en el partido en el Gobierno era rampante, que no se respetaba la Justicia (una de las promesa de Suleimán, el recién nombrado vicepresidente es que se respetarán las sentencias del Constitucional) y que la Policía actuaba brutalmente contra los sospechosos, creo que tenemos un cuadro bastante fidedigno de las causas del levantamiento iraquí. Eso sí, los europeos deberíamos sentir vegüenza ajena, porque nuestro gobernantes estaban cobijando a semejante Gobierno, al igual que Estados Unidos, y encima presumimos de democracia.

La canciller germana, Ángela Merkel, cerró su paseo triunfal por nuestro país con un claro consejo: como no pueden devaluar su moneda, si quieren seguir en el euro, tendrán que devaluar sus salarios. Es lo que ha comenzado ha ocurrir este enero. Con un alza de los precios y de los impuestos, las empresas congelan salarios o incluso los rebajan. Esta es la dura lección de pertenecer al euro que los políticos nos habían escondido. Por lo demás, no me digan que no es un placer asistir a la reconversión de Zapatero a la economía de mercado, después de acusar a Merkel de ser la culpable de la crisis, con sus medidas de austeridad.

En estos días han surgido muchas voces a favor de implantar un régimen democrático en Egipto que sustituya a la decadente dictadura de Mubarak. Pero la memoria es corta y algunos observadores internacionales comienzan a advertir de los riesgos. Recuerdan que el principal error de Bush fue promover elecciones democráticas en Palestina, lo que llevó al poder a Hamás, el grupo terrorista que gobierna hoy este miniestado. En Egipto existe un grupo denominado la Hermandad Musulmana, que bajo la apariencia de moderado, ha respaldado la revuelta contra el presidete egipcio y se ha ganado la simpatía del pueblo. El problema es que grupos como La Hermandad ofrecen dos caras, porque en paralelo han apoyado los atentados suicidas de Al-Kaeda. ¿Quien puede garantizar que bajo las siglas de un grupo moderado no se cuela un cruel dictador que deje como un gobernante de guante suave a Mubarak? Es como ETA cuando pretende presentarse a las elecciones vascas bajo siglas falsas que, en realidad, buscan facilitar el poder y la financiación para la banda terrorista. Sería bueno un gobierno de transición, bajo supervisión internacional, que discierna entre los partidos democráticos y los que no lo son, para evitar sustos que pueden poner en peligro el actual equilibrio geoestratégico en el mundo.

El pacto social, vendido por Rubalcaba como la gran solución a las crisis, es como parir un ratón. Después de leer detenidamente las 38 páginas del acuerdo, uno llega a la conclusión de que, con excepción de la reforma de las pensiones, no recoge medidas de calado. Al contrario, empeora la minireforma laboral, al dificultar el despido objetivo de 20 días de indemnización. En contrapartida, introduce el compromiso de reformar el sistema de indemnización por desempleo antes del próximo mes de junio. Pero ya conocemos las promesas de este Gobierno, que en su mayoría quedan en agua de borrajas. La propuesta de eliminar las cotizaciones a los jóvenes y parados de larga duración si son contratados para empleos parciales queda reducida a 12 meses, lo que hace pensar que, como mucho, puede estimular los contratos temporales para sustituciones en periodos de vacaciones o en tareas agrícolas temporales. En fin, más juegos florales. Eso sí, los sindicatos salvarán su imagen después del estrepitoso fracaso de la huelga del 29 J con una foto junto al Gobierno y la patronal. Parecer que algo cambia para que todo siga igual.