Desde el burladero

Me resulta curioso ver al nuevo líder socialista, Pedro Sánchez, comparecer con una gran bandera española de fondo, mientras que gracias al apoyo de su partido Compromis llegó al Ayuntamiento de Valencia y su primer gesto fue suprimir la enseña nacioanal del balcón. Sánchez intenta corregir así el error de apoyar a la izquierda radical para que tome el mandao de ayuntamientos y autonomías. Pero a la gente no se la engaña, los hechos son más importantes que los gestos y la realidad en esta ocasión se ocupa de desmentir sus palabras. El líder del PSOE necesita urgentemente un giro al centro si no quiere perder a chorros electores. El fichaje de Jordi Sevilla para elaborar su programa económico es un buen primer paso.

El primer ministro griego, Alexis Tsipras, es el invitado de honor de Vladimir Putin en la cumbre euroasiática que se celebra hasta el sábado que viene. El líder griego aplazó, por ello, su nueva propuesta ante los acreedores europeos y el Fondo Monetario hasta el lunes próximo. Supongo que el plan final dependerá de las promesas del jefe de los rusos. Grecia está en una posición estratégica excepcional, es puente entre Asia y Europa, lo que atrae el interés tanto de Rusia como de Estados Unidos por tenerlo de aliado. Por eso, Merkel está dispuesta a que Grecia quiebre, pero no a que salga del euro. Europa no debería dejarse chantajear pro Tsipras. El tiempo se agota y si no cumple con el plan de reformas, lo mejor es que quiebre. Lo contrario abre un precedente peligroso para el resto.

Los próximos días serán decisivos para una solución de la crisis griega. El primer ministro, Alexis Tsipras, reconoció ayer que ahora comienza la negociación real. El plazo temporal es final de mes, aunque en realidad la fecha que todos tienen en la cabeza es 25 y 26 de junio, fecha de la cumbre de los líderes de la Unión Europea. Antes, el jueves 18 habrá un encuentro que debería ser el punto de partida del último intento para lograr un compromiso. Se habla de una posible reunión el fin de semana en caso de que las conversaciones vayan por buen camino. Pero no nos engañemos, las posiblidades de alcanzar un compromiso son muy escasas. Tsipras repite de manera machacona que cualquier compromiso debe pasar por una quita. El FMI hace una semana que se levantó de la mesa de negociaciones porque no tolera una rebaja del montante total, ya que ello abriría la puerta a que todos los países del Tercer Mundo pidieran lo mismo. Merkel, por su parte, sufre una fuerte oposición en su país para hacer cualquier concesión, además de que el acuerdo final debe ser ratificado en el Parlamento. Finlandia celebra elecciones y cualquier concesión será aprovechada por la oposición para acribillar al Gobierno. Con este panorama, cobra cada  día que pasa mayor protagonismo la quiebra dentro del euro, como hizo California, que sigue teniendo el dólar. A partir de ahí, nadie sabe muy bien cómo serán los pasos siguientes. El Gobierno griego se vería forzado a emitir una especie de euro bis, respaldado por el Banco Central griego, que en sus primeros cambios cotizaría a la par de la moneda única. Pero que ineludiblemente se verá depreciado con el paso del tiempo, al igual que le ocurre al dólar argentino o al bolívar venezolano. Ello conducirá a un empobrecimiento de la población. Si Grecia quiere mantenerse en el euro, tendrá que pactar una quita con los acreedores, que le exigirán a cambio duros ajustes. El futuro de Grecia está en manos de Tsipras en teoría, aunque la verdad es que el propio futuro de Tsipras está en el aire si Grecia impaga a final de mes.

Las autoridades griegas y europeas protagonizaron ayer una jornada bochornosa, con cruce de acusaciones mutuas, que dejó un mal sabor de boca en los mercados tanto bursátiles como de deuda. La principal hipótesis sigue siendo, sin embargo, un acuerdo para evitar el impago a finales de mes. Las diferencias entre los negociadores se calculan en unos 2.000 millones de euros anuales, una cantidad nimia en comparación de lo que está en juego si Grecia abandona la moneda única. Parece que los negociadores se han fijado el 25 de junio como nueva fecha para intentar lograr un compromiso. La salida de Grecia del euro perjudicaría a la economía española, que pasaría a estar rápidamente bajo sospecha, aunque puede suponer un arma de doble filo, ya que es un mensaje a los electores sobre el riesgo de decantarse por partidos extremistas como Podemos.

El apoyo de los socialistas a los partidos de izquierda para permitirles el Gobierno de Valencia y de la ciudad de Madrid concretado ayer envía un mensaje preocupante a su electorado, ya que la formación de Pedro Sánchez abandona la senda de moderación y opta por la vía más radical, lo que puede provocar una fuga de sus votantes, bien porque están descontentos con esta deriva, o bien porque prefieran votar a Podemos o a otros partidos políticos. ¿Quién va a votar en el futuro al PSOE si su voto va a servir para dar el Gobierno a un partido más a la izquierda? Es una alianza peligrosa, que puede costarle muy cara en las próximas generales en el que la mayoría de los partidos de izquierda están pensando unirse en una plataforma ciudadana. Si el PSOE no consigue mantenerse como una de las dos fuerzas políticas más votadas, la ley electoral le condenará a menos de cincuenta diputados y, por ende, a una lenta desaparición.

Los mercados cerraron ayer al alza ante la posibilidad de que Grecia alcance un acuerdo en los próximos días que le permitia recibir cerca de 11.000 millones tanto del FMI como de la Unión Europea. Se confirma así la hipótesis que mantuvo durante estas semanas elEconomista, en contra del diario británico Financial Times, que anunciaba de nuevo el fin del euro y que logró sacudir en los últimos días los mercados. Tsipras está entrando en razón y no tendrá más remedio que aplicar ajustes, lo que abre la puerta a la normalidad democrática en Grecia y puede ayudar a rebajar los temores con respecto al resto de países periféricos, como España o Italia, donde persiste la amenaza de que la izquierda llegue al poder. El populismo no tiene, afortunadamente, cabida en la Europa del euro.

No es igual predicar que dar trigo, dice el refranero castellano. Un dicho que debería aplicarse el líder madrileño de Ciudadanos, Ignacio Aguado, que está dispuesto a apoyar a Ángel Gabilando para que gobierne la Comunidad de Madrid. El argumento esgrimido por Aguado es que la candidata del PP, Cristina Cifuentes, se niega a despedir a Leguina y Gallardón como miembros del Consejo Consultivo. Ciudadanos se equivoca porque la mayoría del voto que cosechó en los últimos comicios es voto descontento con el PP que optó por esta fuerza política porque no quería apoyar a los socialistas. El giro a la izquierda de última hora de Ciudadanos impidió que tuviera más diputados. Sólo el 35 por ciento del voto descontento del PP optó por esta formación. Si ahora se decanta por el Psoe traicionará a la gran mayoría de su electorado, que dejará de apoyarle en la próxima cita electoral. Albert Rivera debería saber que cambiarse de chaqueta o de camisa suele salir muy caro.

El candidato a la Alcaldía de Madrid, Antonio M. Carmona, parece dispuesto a pactar con Manuela Carmena para gobernar la capital de España, pese a que durante toda la campaña se ciñó a su programa cuando se le preguntaba por posibles alianzas. Carmona pasó la campaña defendiendo una bajada de impuestos, sobre todo del IBI, que contrasta con las subidas que propone Carmena. El programa del PSOE es muy parecido al del PP, como ayer señaló Esperanza Aguirre, pese a que el martes le dio un ‘no’ rotundo a su oferta. Es evidente que Carmona sigue órdenes de Pedro Sánchez, como reconoció en su twett. Pero su electorado debería tomar nota, porque los socialistas de nuevo se saltan sus promesas al día siguiente de hacerlas y van a lo suyo. Sánchez parece encantado de haberse conocido, pero el pacto de con Carmena y, por ende, con Podemos puede ser como el abrazo del oso. Uno de los dos acabará absorbido por el otro y las papeletas las tiene el más débil, es decir el PSOE. Lleva camino de ser Sánchez, el breve.

En elEconomista llevamos varias semanas anunciando que la rebelión que se va a producir para que Rajoy abandone el liderazgo del PP y ceda el puesto a otro candidato más joven, sin sombra de corrupción. El movimento está impulsado por los ministros de perfil más técnico como Soraya Sáenz de Santamaría, Fátima Báñez ó Cristóbal Montoro, pero a él se unen los llamados barones autonómicos, todos ellos en vías de dejar sus puestos. ¡A buenas horas! Pero el presidente está dispuesto a resistir. Por eso, tras el análisis de los resultados electorales, en vez de reconocer su derrota dijo que representaban una victoria «incuestionable». Un mensaje a mantener las filas prietas y a que no piensa mover un dedo. Veremos si es así. Si no se va, por lo menos debería emprender un movimiento regenerador que devuelva la ilusión a sus votantes. La economía va a ser insuficiente, porque la recuperación del empleo va a ser lenta y éste de calidad mediocre. El paradigma es Cameron. El primer minitro británico prometió menos impuestos, referéndum sobre Europa, extremar los controles sobre la inmigración y un sinfin de peticiones que el pueblo británico estaba deseando de oír, en vez de conformarse con el discurso machacón de que la economía va bien. Y ganó las elecciones por mayoría absoluta. Es difícil, exige un gran esfuerzo, pero es la única vía para mantenerse otra legislatura.

No sé si el presidente hablaba ayer en serio cuando calificó de «victoria incuestionable» el resultado electoral de este fin de semana en el que el PP perdió las dos grandes ciudades, Madrid y Barcelona, y por lo menos cuatro autonomías (Comunidad Valenciana, Cantabria, Extremadura y Castilla-La Mancha). Espero que de puertas para dentro haga una reflexión profunda porque tras perder 2,5 millones de votos, el resultado extrapolado al Congreso de los Diputados sería de sólo 120 diputados, muy alejado de los 176 de la mayoría absoluta. El sueño de gobernar con el apoyo de Ciudadanos también se truncó. El partido de Albert Rivera mejora, pero no lo suficiente para convertirse en alternativa de Gobierno con el PP. El giro a la izquierda de su líder, que llegó a declararse más próximo al PSOE que al PP, probablemente en busca de la fuga de votos de UPyD, es un error porque será difícil que pueda crecer entre el enjambre de partidos de izquierda. Los descontentos del PP no tienen otra alternativa que abstenerse, lo cual puede provocar que la próxima victoria de la izquierda sea más abultada si Rajoy no toma medidas ante su derrota «incuestionable».