Desde el burladero

No entiendo el empeño que tienen medios de primer nivel en criticar Elpidio José Silva, el juez que envió esta semana, a prisión a Blesa sin fianza. Alegan que el Fiscal está en contra o que existe un expediente disciplinario abierto sobre este asunto por el Consejo General del Poder Judicial (CGPj). Pocos se pregunta, sin embargo, el motivo del expediente disciplinario. Según publica hoy elEconomista, se debe a una sentencia sobre el uso fraudulento de billetes de metro. Una anécdota, teniendo en cuenta lo más de 20 años de trayectoria profesional y de sentencias. En cuanto al Fiscal, es necesario recordar que su criterio está marcado por el Gobierno, como se ha visto en el caso de la Infanta. ¿Qué interés tiene este en defender a Blesa? Bueno, no hay que olvidar que es un banquero del PP y, sobre todo, gran amigo de Alberto Ruiz Gallardón, quien curiosamente era el gran rival de la ex presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre, quien pujaba por echarlo. Blesa se apoyó en Gallardón para continuar en su trono de la plaza de Castilla. El obelisco que preside esa plaza fue un regalo de Caja Madrid. Casualmente Gallardón es el ministro de Justicia y quien dicta la política fiscal. ¿No estarán politizando este caso para salvar al banquero amigo? Empiezo a sentir vergüenza ajena.

El gobierno  está eufórico por el buen dato de paro de mayo. Enhorabuena, ojalá hubiera muchos así. Ahora bien, es pronto para lanzar las campanas al vuelo y asegurar que se ha producido un cambio de tendencia en el mercado laboral. Las primaveras son engañosas en nuestro país, porque comienza la temporada de verano en el que aumentan las contrataciones. Hasta septiembre, en que buena parte de estos contratos se rescindirán no podremos cantar victoria y asegurar realmente que empezamos a destruir menos empleo. Tampoco se puede vender el éxito de la política económica del Gobierno, aunque «estemos necesitados de buenas noticias», como señala Rajoy. Creo que el presidente debe aplicarse la receta que nos dispensa a los demás: paciencia

Aunque el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, aseguró que seguiría su camino en respuesta a la petición de Aznar de bajar los impuestos y cambiar la política fiscal para impulsar el crecimiento, los hechos comienzan a contrardecirlo. La semana pasada aseguró en dos ocasiones -la última ante el Círculo de Economía de Cataluña- que no subirá más los impuestos y que reducirá el IRPF en cuanto pueda, si es posible en 2014. Además, la vicepresidenta segunda, Soraya Sáenza de Santamaría, sustituye a Montoro en la coordinación de la política económica. Hace bien en acabar con la política fiscal del ministro de Hacienda. Lo malo es que la falta de recorte de la administración durante estos años impedirá una pronta bajada de los gravámenes, como sería deseable.

El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, parece que, por fin, aprende la lección. En la rueda de prensa celebrada junto al canciller austriaco aseguró que no va a subir más los impuestos y que, en cuanto pueda, bajará el IRPF. El presidente pone fin así a una carrera iniciada por su ministro de Hacienda que no ha hecho más que granjearle enmigos en su propio partido y una gran pérdida de credibilidad entre sus electores, a los que ganó con la incumplida promesa de reducir los impuestos. Ahora esperamos en que no se desdiga y cumpla, por fin, sus palabras.

El Gobierno se niega a bajar impuestos en contra de lo que vendía en su programa electoral. Esto es conocido. Pero si uno analiza atentamente alguna de sus actuaciones puede descubir, como hoy publica elEconomista, que la ministra de Fomento, Ana Pastor, prepara un recorte de las tasas de los puertos o que el plan de emprendedores, aprobado el viernes por el Consejo de Ministros, costará 2.000 millones a las arcas del Estado. Lo que no se explica es porqué Moncloa guarda silencia sobre estas actuaciones, que se traducen en un recorte de las cargas que soportan algunas pymes, mientras soporta duras críticas a su política. Al parecer, tiene la idea de que si presume de ello, el resto de sectores (autónomos, medianas y grandes sociedades) empezarán a decir qué hay de lo mío. Estamos ante un error de la política de comunicación.

Los gobiernos alemán y español han comenzado a filtrar a la prensa un supuesto Plan Marshall para ayudar a las pymes españolas por entre 800 y mil millones de euros. Desde luego, algo es algo, pero quien piense que con esa cantidad se puede resolver la crisis, está equivocado. El plan sería prestarlo al ICO para que a su vez lo multiplique por tres o cuatro veces esa cantidad. Aun así, se trata de una cifra totalmente insuficiente. Mejor sería que los alemanes aprobaran los eurobonos o que permitieron más inflación en vez de darnos limosna para lavar su conciencia. Con estas medidas vamos a seguir igual.

Las maniobra de la fiscalía Anticorrupción para intentar apartar al juez del caso Blesa después de que el Consejo General de Poder Judicial emitiera un comunicado sobre la apertura de un expediente contra este magistrado el pasado mes de abril parece una ofensiva, no ya en defensa del ex presidente de Caja Madrid, sino de los anteriores gestores de las cajas. Alguien en el Gobierno o en sus aledaños ha debido de decidir que tenemos ya demasiados escándalos sobre la mesa -Caso Gurtel, Campeón, etc- como para abrir el melón de los banqueros, que hundieron el sistema financiero. Un craso, ya que en el caso de los antiguos gestores de las cajas es necesario aplicar la Justicia para aplacar los ánimos de los cientos de miles de perjudicados por sus decisiones y para afianzar la credibilidad en la Justicia. De lo contrario, la sensación de que vivimos en un país bananero estará más justicada que nunca.

El Gobierno no puede recortar la estructura del gasto público porque es un tema complejo que requiere de la modificación de varias leyes y lleva su tiempo. El Gobierno no puede bajar los impuestos para estimular la economía porque el país está en una situación de emergencia y necesita reducir el déficit. El Gobierno no puede adoptar el contrato único y acabar con la dualidad del mercado laboral porque…¡es inconstitucional! Pero bien cambian la Constitución cuando quieren. Y digo yo, alguien me puede responder ¿para qué queremos al Gobierno?

Me preocupa Rajoy. No lo reconozco en sus hechos ni en sus dichos. Será ese famoso virus de La Moncloa que convierte a los presidentes en optimistas, porque ellos viven opíparamente rodeados de consejeros aúlicos y pelotas, mientras que el resto de los mortales sufre el peso de la crisis. Creo que una persona en su sano juicio no puede presentarse en el Congreso, como ha hecho esta mañana, y decir que la economía ya tira o que hay algunos datos que presentan mejoras espectaculares, cuando tenemos seis millones de parados, la economía vive su quinto año triunfal de crisis y no existe perspectiva de recuperación del consumo a corto o medio plazo. Puede que las exportaciones crezcan, que la competitividad mejore porque las empresas privadas están reuduciendo sueldos y echando plantilla o que la financiación se abarete, porque Bruselas nos da mayor plazo para corregir los déficit. Pero la realidad es que los bancos no prestan porque aún siguen contaminados, que miles de empresas siguen echando el cierre…No hay peor ciego que el que no quiere ver. Y la puntilla es subir de nuevo los impuestos, en lugar de reducir el tamaño de la administración ó bajar las cargas fiscales a las empresas para que vuelvan a contratar. Rajoy está anestesiado y sigue peligrosamente la senda de Zapatero cuando se negaba a reconocer la crisis. Qué decepción.