- 13/05/2022, 11:29
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Fri, 13 May 2022 11:29:54 +0200
Cuando a principios de 2020 llegó la pandemia que puso en jaque a la economía mundial, con una de las peores recesiones económicas del último siglo, era difícil pensar que las bolsas en EE. UU. acabarían superando máximos históricos ese mismo año. Para encontrar algo de sentido a esa situación es necesario analizar la respuesta que dieron los Bancos Centrales y los Gobiernos al problema que teníamos sobre la mesa. Ante el colapso económico y la incertidumbre de qué nos depararía el COVID, la respuesta fue como diríamos en el juego del póker "all in". En términos de estímulos monetarios se tradujo en "inyección ilimitada de dinero en el sistema" a través de programas de "QE o quantitative easing", lo que llevó a un incremento de la masa monetaria como nunca habíamos visto en un periodo de tiempo tan corto. La creación de ese dinero nuevo a nivel global, por parte de los Bancos Centrales, permitió financiar el endeudamiento en que incurrían los Gobiernos para implementar programas de estímulo fiscal también sin precedentes. EE. UU. optó por mandar dinero a la casa de sus ciudadanos durante un año y medio, y no solo a los más necesitados sino a la mayoría de su población. Nos encontramos con situaciones paradójicas donde parte de los trabajadores estadounidenses en el paro, ganaban más dinero estando en casa esperando los cheques del Estado, que cuando iban a trabajar cuarenta horas semanales antes de la pandemia. La suma de distintas "redes de seguridad" implementadas por el Gobierno, que cubrían algo más que las necesidades básicas tanto de ciudadanos como de empresas, sentó las bases de la realidad que vivimos hoy. A medida que la crisis sanitaria fue remitiendo, con la aparición de vacunas y tratamientos más efectivos, lo razonable hubiese sido que también remitiesen las ayudas volcadas para minimizar el impacto económico de la pandemia, pero no fue así. En una obsesión por afianzar la recuperación de la economía, se siguió espoleando el consumo y la inversión mientras la oferta mundial de productos aún no se había recuperado de los problemas logísticos derivados del COVID, y de la destrucción del tejido empresarial, ya que muchos pequeños negocios no habían conseguido sobrevivir a la fuerte recesión de 2020. Y ahí está el origen de este ciclo inflacionista que hoy nos trae a todos de cabeza.