
Son las expectativas de futuro y no la realidad presente lo que mueve el mundo. Las grandes filas que se formaban en las tiendas Apple de todo el mundo se debían a las expectativas de conseguir la última versión de un teléfono novedoso, de muy fácil uso y que siempre sorprendía con sus posibilidades. El precio que pagamos por las cosas también lo determinan las expectativas. No estamos dispuestos a pagar lo mismo por una Coca-Cola en la cafetería del trabajo que en una animada discoteca. Incluso en el amor, las expectativas sostienen el interés en la otra persona. Si luego la realidad difiere mucho de esa expectativa es cuando se producen la rupturas y las mutuas órdenes de venta.
Según el diccionario, expectativa, derivada del latín exspectatum, es la esperanza, sueño o ilusión de realizar o cumplir un propósito. Cuando invertimos en bolsa, dicho propósito es ganar dinero.
Pocos indicadores mejores que la cotización de las compañías como reflejo de las expectativas del mercado respecto a la evolución de la empresa. Los precios de muchas compañías a finales del año pasado reflejaban expectativas de desmesuradas tasas de crecimiento. Probablemente pocos inversores minoristas entendían lo que suponían financieramente esas expectativas de crecimiento. Años seguidos de subidas de la bolsa, especialmente la americana, la laxa política monetaria puesta en marcha por los bancos centrales durante la pandemia y 40 años de bajadas de los tipos de interés animaban al optimismo.
Ya desde el último trimestre de 2021 las sucesivas cifras de inflación, con niveles no vistos en los últimos cuarenta años y el miedo a nuevas variantes de Covid habían producido fuertes caídas que se recuperaban en pocas semanas. No hay que olvidar que el máximo histórico del índice S&P se marcó el 4 de enero de 2022.
En un entorno de este tipo, las expectativas sobre la evolución de la inflación y de los tipos de interés es el factor determinante del futuro de las bolsas. Cuando se habla de expectativas de tipos, hay que hablar de las decisiones que van a adoptar los bancos centrales. O quizá de las que no van a tomar, sino simplemente decir que las tomarán.
"La política monetaria es un 98% lo que se declara y un 2% las decisiones que se toman"
Ben Bernanke (anterior presidente de la Reserva Federal norteamericana) acaba de declarar en una conferencia en la Brooking Institution que "la política monetaria es un 98% lo que se declara y un 2% las decisiones que se toman".
Esta ha sido la tónica de los últimos 15 años. Mario Draghi, presidente del BCE en 2012 en plena crisis del euro anunció que "el BCE está dispuesto a hacer lo que sea necesario para preservar el euro. Y créanme, será suficiente". Estas declaraciones permitieron que remitiera la crisis de deuda soberana en la eurozona y quizá salvaron a la economía española.
En los últimos 12 meses, la Reserva Federal ha realizado todo tipo de declaraciones respecto a las expectativas inflación, las llamadas forward guidance cuyo tono ha ido cambiando. Hace un año decía que la política monetaria expansiva no causaría inflación, para luego decir que esta sería transitoria. Ya a finales de 2021 admitida la inflación, pero resaltaba la fortaleza de los salarios del mercado de trabajo y de la economía. Hace dos semanas su presidente declaraba que aumentarían los tipos de interés todo lo que fuera necesario para combatirla. Frente a estas declaraciones, si se observan las decisiones tomadas realmente por la Fed, se entiende mejor el comentario de Ben Bernanke.
La última vez que la inflación alcanzó los niveles actuales, Paul Volcker, entonces presidente de la Fed, tuvo que subir los tipos oficiales cerca del 18% para controlar dicha inflación. En la situación actual con el PIB americano cayendo un 1,4% en el primer trimestre del año, la Fed no va a subir los tipos de forma agresiva.
Los tipos oficiales del dinero apenas han subido 75 puntos básicos y la Reserva Federal tampoco ha reducido su balance para drenar liquidez de la economía. Con sus declaraciones y una subida mínima de tipos, la Fed ha logrado que los tipos hipotecarios se sitúen por encima del 5% y el bono a diez años este en niveles cercanos al 3%. Las bolsas han caído casi un 20% desde sus máximos, con retrocesos mucho más pronunciados en compañías del sector tecnológico, pinchando el efecto riqueza que todos sentimos si nuestras acciones suben.
En definitiva, más que subir los tipos de interés, lo que ha hecho la Fed ha sido afectar la demanda, desinflarla, enfriar los ánimos. Mientras tanto, los precios de la gasolina se mantienen en máximos históricos, subiendo más de un 70% desde finales de 2020 y los precios de todos los productos suben por encima de los salarios. El consumo lógicamente se va a resentir por la perdida del valor adquisitivo de los salarios y por esa menor "riqueza en papel" que se produce cuando bajan las bolsas.
Este enfriamiento de la demanda ayudará a moderar las subidas de la inflación de los próximos meses, un respiro ante los problemas de oferta existentes y acentuados por la guerra en lo referido a costes de la energía y productos agrícolas básicos.
Además, la Reserva Federal ha logrado que ya no se hable tanto de inflación, que ha dado lugar a un nuevo nivel de precios más altos, efecto escalón que están para quedarse y que difícilmente bajaran de forma significativa. Ahora la gestión de expectativas ha pasado a centrarse en si habrá o no recesión económica. Ese es el nuevo campo de juego para las declaraciones de los responsables económicos.