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En 1998, una pequeña empresa petrolera del norte de Dallas, Mitchell Energy, tras años de fracasos, descubrió una nueva manera de extraer gas. Había nacido el llamado shale gas (gas pizarra) y el shale oil (2007), descubrimiento que cambio los mercados energéticos mundiales. Estados Unidos dejó de ser un importador neto de petróleo y gas, a ser el mayor productor del mundo, por delante de Rusia y Arabia Saudita, pasando a ser prácticamente autosuficiente. Con esa nueva fuente de energía evitaba que su dependencia energética pudiera ser utilizada como un arma política, como ocurrió en los años setenta con la crisis del petróleo. En Europa, por el contrario, se prohibió la exploración y explotación del shale gas por motivos medioambientales.