
En bolsa se invierte para ganar dinero. Para ello es clave tanto la selección de compañías que compramos como el precio de adquisición. Las distintas gestoras de fondos dedican buena parte de sus esfuerzos de marketing a explicar sus principios y procesos de inversión. Los analistas emplean un enorme tiempo en la identificación y análisis de sus apuestas. Pero la decisión de vender es igualmente importante para lograr rentabilidades a largo plazo. Esta decisión puede tener un impacto significativo en las mismas. Si una acción cae un 50% y la mantenemos, hace falta que se revalorice un 100% para recuperar la inversión. Si cae un 75% hará falta una improbable revalorización del 300% para no perder dinero. La cotización de los principales bancos en los últimos quince años es un buen ejemplo, a pesar de la revalorización de los dos últimos ejercicios. Vender requiere una disciplina de desinversión de la que apenas se habla.
Hay varias razones por las que decidir una venta.
- Puede tratarse de una cuestión de coste de oportunidad. Preferimos destinar el dinero a inversiones más atractivas y con mayor rentabilidad ajustada al riesgo.
- En otros casos, se vende ante determinas subidas o bajadas de la cotización, fijando aquellos niveles de precio o de variaciones porcentuales que disparan la decisión de venta.
- Otro criterio puede ser la propia valoración fundamental que un gestor tiene de la compañía. Si el precio de cotización alcanza dicho valor fundamental, habría que vender.
Estas razones son decisiones basadas en precio. Quizá lo más importante es entender por qué se compró la acción y revisar la tesis de inversión inicial. El modelo de negocio de la compañía o sus factores de crecimiento pueden envejecer con el tiempo y perder su ventaja competitiva. Las compañías de telefonía europeas vieron como se deterioraban los fundamentales de sus negocios en los últimos veinte años y con ello su valor en Bolsa. Algunos inversores todavía recordarán Telefónica cotizando en niveles cercanos a los 30 euros por acción. Hay que mirar y entender a las compañías como un negocio, no solo como un precio.
La irrupción de nuevas tecnologías, cambios en la regulación, la evolución de los patrones de consumo y nuevos competidores provoca un ajuste continuado de la posición relativa de las compañías. Kodak, BlackBerry o Nokia son claros ejemplos. Compañías que desparecieron tras gozar de posiciones de dominio en sus respectivos mercados. Normalmente los resultados de las empresas emiten señales de aviso, como un deterioro en su crecimiento de ventas, de resultados o de generación de caja. Hay que ser capaces de discernir si esos baches, son fruto de temas puntuales, o si responden a un cambio progresivo de tendencia. Las ventas de los supermercados se ven influidas por el número de fines de semanas en un trimestre o el tráfico de las autopistas por la climatología, especialmente en invierno.
Las decisiones de los directivos de la compañía también deben hacer replantearse el mantener una acción en cartera. Con cierta frecuencia se observa que las compañías exitosas se alejan de sus modelos de negocio en los que tienen una ventaja competitiva. En la búsqueda de un continuado crecimiento, se embarcan en inversiones o en operaciones corporativas que con frecuencia han sido muy perniciosas para la cotización. En otros casos se obtiene dicho crecimiento, pero a base de diluir a los accionistas con continuas ampliaciones de capital. La experiencia ha demostrado que compañías con un mal gobierno corporativo tienden a generar sorpresas negativas.
Los llamados gestores value, que invierten a largo plazo en compañías con sólidos fundamentos y cotizaciones deprimidas, suelen decir que su periodo preferido de tenencia de acciones es para siempre. Una frase que apenas se corresponde con la realidad. En los últimos meses, Warrent Buffet ha vendido más de 100.000 millones de dólares en acciones, reduciendo significativamente sus posiciones en Bank of America y en Apple, vendiendo con significativas plusvalías.
La baja rotación de una cartera no es un factor intrínsicamente bueno por sí mismo ni asegura una rentabilidad. Cada acción se debe ganar cada día su presencia en un porfolio de inversiones. Un gestor profesional o un inversor particular no debería enamorarse de ninguna compañía. En un mundo tan cambiante, es cada vez más necesario vigilar la posición relativa de cada acción en relación con otras en las que se pudiera estar invertido.
Otros estilos de inversión son más de corto plazo, comprando y vendiendo de forma muy rápida. Es el llamado trading, o bien hay inversiones especulativas en base a las noticias que genera una compañía. En ambos casos y al igual que en los juegos de azar, hay que saber cuándo retirarse o dejar pasar la mano. Norges Bank Investment Management es un fondo que gestiona cerca de 1,5 trillones de euros y gran inversor en la bolsa española. Recientemente invitó a Annie Duke, jugadora profesional de póker a dar una charla a sus empleados sobre cómo gestionar riesgos y cuando retirarse de una apuesta. El libro El gran farol de Maria KonniKova, excampeona mundial de póker insiste en el mismo tema. Susquehanna es una firma de trading americana, con más de 3.000 empleados y una cuota del 22% en la intermediación de derivados de acciones en EEUU. Su programa de formación para empleados recién incorporados incluye 100 horas jugando al póker en casinos.
Comprar y vender tienen un factor en común, en ambos casos estamos hablando de hacer previsiones sobre los resultados futuros. Sin embargo, el proceso de compra parece estar más sustentando en procesos y análisis de inversión, frente a una decisión de venta que con frecuencia está influida por aspectos psicológicos del comportamiento del inversor.
Para ganar en bolsa, hay que saber comprar y vender.