Opinión

De la transitoriedad de la inflación a la retirada de estímulos precipitada

Jerome Powell, presidente de la Fed

Cuando a principios de 2020 llegó la pandemia que puso en jaque a la economía mundial, con una de las peores recesiones económicas del último siglo, era difícil pensar que las bolsas en EE. UU. acabarían superando máximos históricos ese mismo año. Para encontrar algo de sentido a esa situación es necesario analizar la respuesta que dieron los Bancos Centrales y los Gobiernos al problema que teníamos sobre la mesa. Ante el colapso económico y la incertidumbre de qué nos depararía el COVID, la respuesta fue como diríamos en el juego del póker "all in". En términos de estímulos monetarios se tradujo en "inyección ilimitada de dinero en el sistema" a través de programas de "QE o quantitative easing", lo que llevó a un incremento de la masa monetaria como nunca habíamos visto en un periodo de tiempo tan corto. La creación de ese dinero nuevo a nivel global, por parte de los Bancos Centrales, permitió financiar el endeudamiento en que incurrían los Gobiernos para implementar programas de estímulo fiscal también sin precedentes. EE. UU. optó por mandar dinero a la casa de sus ciudadanos durante un año y medio, y no solo a los más necesitados sino a la mayoría de su población. Nos encontramos con situaciones paradójicas donde parte de los trabajadores estadounidenses en el paro, ganaban más dinero estando en casa esperando los cheques del Estado, que cuando iban a trabajar cuarenta horas semanales antes de la pandemia. La suma de distintas "redes de seguridad" implementadas por el Gobierno, que cubrían algo más que las necesidades básicas tanto de ciudadanos como de empresas, sentó las bases de la realidad que vivimos hoy. A medida que la crisis sanitaria fue remitiendo, con la aparición de vacunas y tratamientos más efectivos, lo razonable hubiese sido que también remitiesen las ayudas volcadas para minimizar el impacto económico de la pandemia, pero no fue así. En una obsesión por afianzar la recuperación de la economía, se siguió espoleando el consumo y la inversión mientras la oferta mundial de productos aún no se había recuperado de los problemas logísticos derivados del COVID, y de la destrucción del tejido empresarial, ya que muchos pequeños negocios no habían conseguido sobrevivir a la fuerte recesión de 2020. Y ahí está el origen de este ciclo inflacionista que hoy nos trae a todos de cabeza.

Si uno escucha al presidente de la Reserva Federal de EE. UU. en sus recientes reuniones, habla de que no le temblará la mano en tomar las medidas necesarias para controlar la inflación. La realidad es que a principios de marzo de 2022 la FED todavía estaba comprando bonos soberanos e hipotecarios, es decir, inyectando dólares en el sistema, y los tipos de interés estaban en el 0-0.25%, es decir, el nivel más bajo de su historia, pese a que la inflación rampaba a sus anchas en niveles del 8.5%, algo que no se veía desde la década de los 80´s. Por desgracia, ahora toca recuperar el tiempo perdido, todos esos meses en los que el problema de la inflación era totalmente evidente pero donde la FED mantenía que se trataba de una "situación transitoria". Cuando un conductor novel entra en una curva a más velocidad de la debida, y no se coloca antes en el exterior de la curva para poder ceñir el coche al vértice de la curva, tal y como hacen los corredores profesionales, el resultado es fácil de intuir: frenazo tardío combinado con un volantazo en el peor momento posible. A partir de ahí el coche tiende a perder tracción trasera, y si al volante no hay alguien experimentado, lo más probable es que acabe en un accidente de tráfico. Volviendo a la economía, ahora la FED pretende situar los tipos de interés cerca del 3% para finales de este año mientras reduce su balance de bonos a un ritmo de casi 100.000 millones mensuales en la segunda parte de 2022. Se trata de la retirada de estímulo monetario más rápida de las últimas décadas, combinándolo además con la desaparición del soporte de los estímulos fiscales del Gobierno estadounidense. Todo esto ocurre en un entorno donde la bolsa aun cotiza a valoraciones históricamente altas, tras un año 2021 donde las compras de los inversores minoristas superaron a la suma de todas las compras realizadas durante los últimos diecinueve años juntos, y donde el mercado inmobiliario también viene registrando revalorizaciones tan grandes que ya cotiza un cuarenta por ciento por encima de los niveles de 2007.

El problema es que Powell, presidente de la FED, no conduce su coche particular, en cuyo caso el accidente solo le afecta a él. Powell conduce un autobús en el que nos sentamos todos, porque lo que le ocurre a la economía estadounidense y a su bolsa de valores tiene repercusión mundial tal y como resume la frase, "cuando la economía estadounidense se resfría en Europa sufrimos una pulmonía".

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