Estratega Jefe de XTB para España y LatAm

En el tablero de la geopolítica moderna, el control de los minerales críticos se ha convertido en una de las partidas más estratégicas y menos visibles. Las llamadas "tierras raras" -un grupo de 17 elementos químicos indispensables para la tecnología, la defensa y la transición energética- son hoy la nueva llave de la economía mundial. Y, hoy por hoy, esa llave la sigue sosteniendo China con mano firme, a pesar de los esfuerzos crecientes de otras potencias por arrebatársela.

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Las recientes elecciones en Alemania han vuelto a poner de manifiesto una de las grandes paradojas de este país: su anhelo de estabilidad en un mundo en constante cambio. A pesar de su historia, marcada por transformaciones profundas, Alemania ha optado una vez más por la estabilidad y lo conocido.

Durante los últimos meses, cada vez se escucha más hablar de China. A veces, por temas relacionados con la falta de crecimiento económico y otras por el enfrentamiento geopolítico con EEUU y, en menor medida con todo el elenco de países del G7. Y no se trata de un tema baladí, ya que China es la segunda potencia económica del planeta y juega un papel vital en el comercio internacional.

Opinión

La inesperada decisión de la OPEP de reducir la producción de petróleo en otros 1.2 millones de barriles diarios lanza un mensaje claro al mundo: "no queremos ver precios del crudo por debajo de 80 dólares el barril". Si hasta 2020 el cártel solía reunirse cada seis meses para ajustar la oferta de petróleo a la demanda existente, desde que sufrimos la pandemia del COVID, las cosas han cambiado mucho.

Reino Unido vive un momento convulso tanto en el frente político, con la reciente dimisión de su primera ministra Liz Truss en el mandato más corto que se recuerda, y también en el frente económico, donde se vive una recesión económica en un entorno de inflación de doble dígito. El deterioro político del Partido Conservador lleva produciéndose algún tiempo, y muestra de ello es el hecho de que Rishi Sunak, nuevo sucesor de Truss, es el quinto primer ministro en menos de siete años. El problema para el Partido Conservador es el desplome del apoyo ciudadano, ya que, según las encuestas, se encuentra a treinta puntos por debajo del Partido Laborista, por lo que evitará a toda costa convocar nuevas elecciones generales. A eso hay que añadir una situación económica crítica en el país, que vive una estanflación cada vez más acusada, y que se caracteriza por ausencia de crecimiento económico en un entorno de inflación desatada.

A principios de este año el euro se intercambiaba a 1.14 contra el dólar estadounidense, la inflación general en EE. UU. estaba en el 7,5% y en Europa al 5,1%. En tan solo siete meses la inflación que padecemos, tanto los estadounidenses como los europeos, ronda el 8,6%. Curiosamente, ante el mismo nivel de inflación vemos cómo se articulan respuestas que difieren notablemente en términos de intensidad. La Reserva Federal comenzó con su normalización monetaria en marzo de este año, y si bien el inicio fue lento, ahora lleva a cabo subidas de tasas de interés del 0,75% en cada reunión, planteando como meta alcanzar el nivel del 3,4% para finales de este mismo año. Además, ha comenzado a reducir el balance de deuda adquirido durante la última década a un ritmo de cincuenta mil millones mensuales, pero eso solo para abrir boca, ya que a partir de septiembre de este año pretende subirlo hasta los 95.000 millones al mes. Por su parte, el BCE ha anunciado su intención de subir las tasas de interés por primera vez en más de una década en 0,25%, lo que dejará el tipo de interés en el -0,25%. Todo apunta a que habrá que esperar al último trimestre de este año para tener tasas de interés positivas pese a tener una inflación descontrolada. Respecto a la deuda adquirida por el Banco Central Europeo, no pretenden seguir los pasos de la FED, es decir, reducir el balance, sino tan solo mantenerlo estable en el entorno de los nueve billones de dólares actuales.

Cuando a principios de 2020 llegó la pandemia que puso en jaque a la economía mundial, con una de las peores recesiones económicas del último siglo, era difícil pensar que las bolsas en EE. UU. acabarían superando máximos históricos ese mismo año. Para encontrar algo de sentido a esa situación es necesario analizar la respuesta que dieron los Bancos Centrales y los Gobiernos al problema que teníamos sobre la mesa. Ante el colapso económico y la incertidumbre de qué nos depararía el COVID, la respuesta fue como diríamos en el juego del póker "all in". En términos de estímulos monetarios se tradujo en "inyección ilimitada de dinero en el sistema" a través de programas de "QE o quantitative easing", lo que llevó a un incremento de la masa monetaria como nunca habíamos visto en un periodo de tiempo tan corto. La creación de ese dinero nuevo a nivel global, por parte de los Bancos Centrales, permitió financiar el endeudamiento en que incurrían los Gobiernos para implementar programas de estímulo fiscal también sin precedentes. EE. UU. optó por mandar dinero a la casa de sus ciudadanos durante un año y medio, y no solo a los más necesitados sino a la mayoría de su población. Nos encontramos con situaciones paradójicas donde parte de los trabajadores estadounidenses en el paro, ganaban más dinero estando en casa esperando los cheques del Estado, que cuando iban a trabajar cuarenta horas semanales antes de la pandemia. La suma de distintas "redes de seguridad" implementadas por el Gobierno, que cubrían algo más que las necesidades básicas tanto de ciudadanos como de empresas, sentó las bases de la realidad que vivimos hoy. A medida que la crisis sanitaria fue remitiendo, con la aparición de vacunas y tratamientos más efectivos, lo razonable hubiese sido que también remitiesen las ayudas volcadas para minimizar el impacto económico de la pandemia, pero no fue así. En una obsesión por afianzar la recuperación de la economía, se siguió espoleando el consumo y la inversión mientras la oferta mundial de productos aún no se había recuperado de los problemas logísticos derivados del COVID, y de la destrucción del tejido empresarial, ya que muchos pequeños negocios no habían conseguido sobrevivir a la fuerte recesión de 2020. Y ahí está el origen de este ciclo inflacionista que hoy nos trae a todos de cabeza.

Hace un año nadie hablaba de la inflación, pese a las medidas de estímulo monetario y fiscal sin precedentes, el problema de las restricciones de oferta debido al COVID, los cuellos de botella en la logística de la distribución mundial, y la demanda con esteroides que habían creado los bancos centrales y los gobiernos. Ahora es imposible sentarse delante del televisor o leer la prensa sin que nos aparezca un artículo o noticia relativa a la subida de los precios de bienes y servicios. En muchas ocasiones uno descubre que cuando todo el mundo habla de algo probablemente es un tema que ya ha alcanzado su cenit. Y para argumentar porqué pienso así, lo primero que hay que contabilizar es el desplome que se producirá a nivel de estímulo fiscal este año en términos comparativos a nivel global y la restricción monetaria, tanto desde el punto de vista de reducción de compra de deuda por parte de los bancos centrales, como por la subida de tasas de interés. La ausencia de soporte fiscal provocará una menor demanda, en un momento en el que la oferta lucha por incrementar su capacidad productiva y donde se siguen acumulando inventarios ante el miedo a la escasez del último año. Por otro lado, el encarecimiento del coste de financiación hará menos atractivo el endeudamiento, y reducirá el margen de beneficio de las empresas que ya tienen que lidiar con una subida de los costes de producción y de salarios de sus trabajadores.

La violación de la integridad territorial de Ucrania ha movilizado a la comunidad internacional, que ya ha anunciado sanciones económicas severas contra Rusia.

A finales de 2021 desarrollamos tres escenarios potenciales que probablemente definirían el devenir de 2022 y 2023.