
A finales de 2021 desarrollamos tres escenarios potenciales que probablemente definirían el devenir de 2022 y 2023.
En el primero de ellos, que denominamos "el bueno", las presiones inflacionistas que vivimos en la actualidad tienden a disminuir rápidamente durante los próximos meses lo que permite que no haya que implementar retiradas agresivas de estímulo monetario, favoreciendo una bajada importante de las primas de riesgo y que las bolsas mantengan la tendencia alcista que llevan experimentando desde marzo de 2020.
El segundo escenario, que denominamos "el feo", es el que de momento se está cumpliendo. En este supuesto la inflación continúa subiendo o se estabiliza en cotas similares a las actuales, lo que obliga a un cambio drástico de política monetaria por parte de la Reserva Federal, el Banco de Inglaterra y el Banco Central Europeo. La retirada de programas de QE o quantitative easing unido a las subidas de tasas de interés encarecen el coste de financiación a corto y largo plazo en unas economías altamente endeudadas. Las primas de riesgo continúan subiendo, haciendo menos apetecibles activos como la bolsa y los bonos de baja calidad.
Este es el escenario actual y de momento no parece que vaya a cambiar, ya que la crisis energética sigue en su apogeo con un precio del petróleo en máximos de los últimos siete años, unos derechos de emisión de CO2 que son un once por ciento más caros que a finales del año pasado, y un gas natural que cotiza cerca de los máximos de la última década. Otro de los catalizadores que ha impulsado la tasa de inflación a niveles que no veíamos desde mediados de la década de los 80 son los problemas de logística en el comercio internacional, o lo que hemos venido a denominar "cuellos de botella". Aunque en algunos casos se aprecia una mejora, todavía no se puede hablar de un cambio de tendencia generalizado, lo que mantiene vivas las presiones al alza en los precios de las materias primas.
Cada mes que transcurre sin que se constate una mejora sustancial en el nivel de inflación incrementa el riesgo de sufrir un accidente financiero. La presión para los bancos centrales es más que evidente, y la gran pregunta que ronda nuestras cabezas es si finalmente actuarán de forma agresiva, para recuperar el tiempo perdido mientras defendían que las subidas de precios eran un fenómeno transitorio, o si por el contrario, actuarán con pies de plomo para no provocar el pánico entre los inversores, aunque sea en detrimento de los ciudadanos que ven como su dinero pierde capacidad adquisitiva a un ritmo que no se experimentaba desde hacía cuarenta años.
Para complicar aún más las cosas, se está haciendo bueno el refrán que dice "las desgracias nunca vienen solas" y al escenario "el feo" se le está sumando el escenario tres, el que denominamos "el malo", y que hacía referencia al riesgo geopolítico que representaba un potencial conflicto entre Rusia y Ucrania. Es imposible saber cual será el desenlace de la crisis actual, pero si podemos hablar de las consecuencias previsibles.
En el caso de que hayamos visto ya lo peor de este conflicto, es probable que se den correcciones significativas en el precio del petróleo y gas natural, ya que Rusia es el principal exportador de estas materias primas hacia Europa. La caída del precio de la energía ayudaría a reducir las presiones inflacionistas, lo que sería acogido muy positivamente tanto por los inversores como por los ciudadanos en general. Volveríamos a una situación manejable donde los bancos centrales tendrían tiempo de retirar estímulos monetarios de una forma ordenada.
En el lado opuesto, es decir, en el hipotético caso de que la crisis geopolítica actual derivase en una invasión por parte de Rusia a Ucrania, las repercusiones serían justo las contrarias. Por un lado, implicaría que la crisis energética solo está en sus primeros albores, lo que alejaría definitivamente la expectativa de remisión de las presiones inflacionistas a medio plazo, y con ello, las esperanzas de contar con el apoyo de los bancos centrales.
Aunque puestos a pensar en este terrorífico escenario, lo que más debiera importarnos es cómo se posicionen China e Irán, porque de ello dependerá la dimensión de esta tragedia, tanto en el plano humano como en el económico.