Tras años de poner el foco en las políticas de demanda para estimular el crecimiento, el año 2021 ha demostrado que el lado de la oferta es igual o más importante (sobre todo en el largo plazo) para el crecimiento económico. La incapacidad de las empresas para producir y enviar todo lo que se demandaba ha sido un claro lastre para la economía global, un daño que ya tiene cifras concretas. El Fondo Monetario Internacional calcula que el PIB de la zona euro habría crecido dos puntos porcentuales más en 2021 si los cuellos de botella no hubieran existido. Además, el organismo con sede en Washington, advierte de que algunos de estos atascos podrían prolongarse en el tiempo porque no tiene fácil solución a corto plazo.
En un nuevo documento centrado en el impacto que están teniendo los cuellos de botella en la economía de la zona euro, el FMI destaca que en 2021 el coste fue muy alto para la Eurozona: "El equivalente al crecimiento económico de un año en tiempos normales", reza el documento. Antes de la crisis del covid, la zona euro venía creciendo a un ritmo cercano al 2%.
Sin embargo, tras la fuerte recesión causada por la pandemia (el PIB cayó un 6,4%), la economía creció un 5,2% en 2021, una cifra que podría haber llegado al 7% si la economía de la zona euro no hubiese sido víctima de los cuellos de botella globales que dejaron a las fábricas de coches sin chips o a otras muchas industrias sin los materiales necesarios para seguir produciendo.
El sector más golpeado fue la industria, por lo tanto países como Alemania o la República Checa sufrieron con mayor intensidad los problemas en las cadenas de suministro globales: "Estimamos que la producción manufacturera de la zona del euro habría sido alrededor de un 6% más alta sin las restricciones en la oferta. Con base a la correlación histórica entre la fabricación y la producción general, estimamos que el producto interno bruto habría sido alrededor de un 2% más alto (unos 230.000 millones más de PIB), lo que equivale al crecimiento de aproximadamente un año en tiempos normales previos a la pandemia para muchas economías europeas", sostiene el documento.

Los economistas del FMI destacan que el lastre sobre la producción fue mayor en los países donde las empresas manufactureras operan en la parte final de las cadenas de valor mundiales y dependen de insumos intermedios altamente diferenciados. Países como Alemania y la República Checa, con una elevada exposición a la industria del automóvil, la producción manufacturera habría sido hasta un 14% más elevada sin los cuellos de botella.
Además, la otra cara de estas interrupciones es la de la inflación. La escasez de inputs ha provocado que los precios de muchos insumos suban con intensidad, lo que ha quedado reflejado en los precios al productor en la zona del euro. "El componente manufacturero de la inflación de precios al productor fue alrededor de 9 puntos porcentuales más alto respecto a la época previa a la pandemia. Estimamos que los choques de oferta pueden explicar alrededor de la mitad del aumento en la inflación de los precios de los bienes manufacturados. El resto se explica principalmente por una mayor demanda", asegura el documento del FMI.
No obstante, su impacto en la inflación general ha sido algo inferior, puesto que esas subidas de precios a los productores luego se reparten vía reducción de márgenes y aumento de precios finales, de modo que no todo llega al consumidor final. Además, los bienes solo son una parte de la cesta de los consumidores. "El impacto en la inflación subyacente fue de alrededor de 0,5 puntos porcentuales. Este efecto menor no sorprende porque los bienes representan menos de la mitad de la cesta de consumo. Los precios de los servicios, que representan más de la mitad, son menos sensibles que los de los bienes a los choques de oferta en la industria".
¿Por qué se han producido estos cuellos de botella?
Tras años de exceso de capacidad (una demanda insuficiente para tanta oferta) que han mantenido la inflación en niveles históricamente bajos, la reactivación repentina de la economía en 2021 ha dado un vuelco a la situación, al menos de forma temporal. Ahora, la falta de capacidad a corto plazo se ha convertido en el gran obstáculo para la economía, suponiendo una amenaza para el crecimiento y para la inflación.
La acumulación de ahorro forzoso por las restricciones durante la pandemia y la reapertura casi repentina de la economía ha creado un desajuste que a su vez se ha visto agravado por vario factores. En cuanto mejoraron las perspectivas sanitarias aumentó la confianza general y los agentes empezaron a consumir más, disfrutando además de la palanca adicional del ahorro. A su vez, se han mantenido algunas restricciones de servicios en niveles elevados, por lo que el consumo se ha orientado principalmente a la demanda de bienes (ordenadores, bicis, móviles, coches...).
La dificultad de la oferta (mucho más rígida en el corto plazo que la demanda) para atender a la demanda en ciertos sectores y ramas ha generado unos cuellos de botella (cualquier factor que limita la producción o un proceso concreto afectando a algo más grande) que se han terminado expandiendo a gran parte de la cadena de suministro y producción global. Ahora, todo hace indicar que parte de esos enredos se están desenredando, pero otros muchos podrían persistir por un tiempo, según advierte el FMI.
Aunque todo hace indicar que los cuellos de botella irán desapareciendo este año, la escasez de mano de obra o la antigüedad de muchas infraestructuras clave tienen difícil solución a corto plazo, lo que impedirá que se logre una recuperación completa en las cadenas de suministro en los próximos meses.
"A nivel mundial, encontramos que hasta el 40% de las restricciones de suministro en la industria se pueden atribuir a los confinamientos, de modo que su impacto solo debería tener efectos transitorios en la inflación. Lo mismo ocurre con los eventos climáticos y los accidentes industriales que obstaculizaron la producción de microchips y automóviles en 2021", explican desde el FMI. Esta explicación tiene un pero que no se puede pasar por alto. "Sin embargo, otros impulsores de las limitaciones de suministro, como la escasez de mano de obra (que explica hasta el 10% de las limitaciones de suministro de fabricación a nivel mundial) y el envejecimiento de la infraestructura logística, podrían tienen efectos más persistentes sobre la oferta y la inflación".
A fines del año pasado, los expertos de la industria esperaban que la escasez de suministro de automóviles se disipara en gran medida a mediados de 2022. Sin embargo, la variante ómicron ha generado nueva incertidumbre. Europa y China han impuesto nuevas restricciones y podrían venir seguidas de más medidas. En general, las interrupciones en la cadena de suministro podrían durar más, posiblemente hasta 2023, sentencian los economistas del FMI.