Opinión

Ucrania y la gran amenaza de la inflación

La violación de la integridad territorial de Ucrania ha movilizado a la comunidad internacional, que ya ha anunciado sanciones económicas severas contra Rusia.

De hecho, la pasada semana Alemania quiso dejar claro su apoyo a Ucrania, y pese a la gran dependencia energética que tiene de Rusia, anunció que se suspendía la aprobación del nuevo gaseoducto ruso Nord Stream2.

La situación es especialmente compleja por el papel que juega Rusia en el mercado de la energía, y la dependencia de Europa de las exportaciones de petróleo y gas natural ruso, que complica sobremanera la crisis energética que ya se vivía en Europa desde mediados del año pasado.

La efectividad de las sanciones dependerá notablemente de la postura de China, el gran aliado hasta el momento de Putin. El comercio entre Rusia y China ha crecido sin parar durante los últimos años, y más del cincuenta por ciento de las transacciones entre estas dos potencias se realiza en remimbis y rublos. Si tenemos en cuenta que una de las principales medidas de presión contra Putin es el potencial bloqueo a la convertibilidad de rublos por dólares o el cierre a la accesibilidad de financiación de Rusia, hay que tener en cuenta que podría ser un ataque poco efectivo si China actúa de pulmón comercial y financiero ruso ante el aislamiento internacional.

Para poder hablar de las consecuencias de lo que está ocurriendo en este momento y su impacto en el mercado, debemos analizar el problema en dos frentes distintos. Por un lado, tenemos las repercusiones directas en las primas de riesgo, que están directamente relacionadas con la incertidumbre reinante. A mayor incertidumbre menor apetencia por los activos de riesgo, como la bolsa o los bonos de baja calidad crediticia. En este momento nadie sabe a ciencia cierta que puede ocurrir en unas semanas.

Tal vez esta crisis encuentre un destino similar al de Crimea en 2014, en la que Rusia se anexionó el territorio a cambio de lidiar con diversas sanciones económicas durante años. O tal vez estemos ante el inicio de un conflicto bélico a gran escala. En cualquier caso, la incertidumbre supondrá un lastre importante para la bolsa, que ya registra caídas importantes desde máximos.

Por otro lado, Europa tiene una gran dependencia energética de Rusia, que es uno de los dos mayores exportadores de petróleo y gas natural en el mundo, junto a Arabia Saudita. Esta situación complica aún más la respuesta de la OTAN ante el desafío ruso. Si bien EEUU no teme las repercusiones de imponer sanciones drásticas contra Rusia, los países europeos son más cautelosos ante las potenciales represalias que pueda tomar Putin. Durante los últimos meses, y en plena crisis energética Bruselas se quejó de la falta de suministro ruso hacia los países europeos en favor de otro cliente, China. Con unos precios de la energía en máximos, y unos niveles de inflación que no habíamos visto desde hacía cuarenta años, la evolución futura del precio del petróleo y del gas natural pueden ser decisivos para las perspectivas futuras de la economía europea.

No podemos olvidar, que, la respuesta a las presiones inflacionistas hasta ahora ha sido nula, ya que en un principio tanto el BCE como el FMI contaban con que la inflación fuese transitoria. Sin embargo, a lo largo de los últimos trimestres ninguna de las proyecciones previstas se ha cumplido, y dichos organismos se han visto forzados a revisar sus cálculos al alza una y otra vez, aunque negándose a tomar medidas para reducir las presiones en los precios a fin de no descarrilar la recuperación económica.

Lo que nos lleva a la situación actual, donde nos encontramos con una economía con tasas de crecimiento por encima de la media de la última década, un mercado de renta variable cercano a máximos históricos, unas primas de riesgo que empiezan a despertar, un coste del dinero en mínimos históricos del -0.50%, una inflación por encima del 5% y políticas de estímulo monetario no convencional todavía activas a través de las cuales el BCE sigue comprando bonos soberanos y corporativos.

Si a eso le añadimos el riesgo de que el conflicto geopolítico complique aún más la crisis energética, y que entre Rusia y Ucrania concentran el treinta por ciento de todas las exportaciones de trigo a nivel mundial, además de que ambos son exportadores clave en otro tipo de materia prima como el maíz, fertilizantes, paladio, platino, aluminio y níquel, el riesgo de que la inflación mantenga en jaque al mercado durante los próximos meses es muy alto. Cada mes que pase sin que la inflación remita incrementará la presión sobre los bancos centrales para que suban las tasas de interés, y teniendo en cuenta que tenemos un nivel de endeudamiento en el mundo en máximos históricos, cada pequeña subida en el coste de financiación afectará negativamente a las previsiones de beneficio de las empresas, a la capacidad adquisitiva del ciudadano y al coste de financiación de la deuda pública.

Por tanto, me atrevería a decir que la crisis geopolítica y su impacto en la evolución de la inflación constituyen en sí mismo el mayor riesgo para los mercados financieros. Soy consciente de que si nos ponemos en el peor de los desenlaces potenciales a esta crisis tendríamos que hablar de situaciones que no se han vivido desde la Segunda Guerra Mundial, pero la mera idea de pensar en esa posibilidad me resulta tan aterradora que encuentro consuelo pensando en que solo tengamos que lidiar con el impacto negativo a nivel económico y la reacción a la baja de la bolsa.

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