Director de elEconomista

De aquí a Estambul, la gran preocupación en estos momentos es ¿cuántas empresas zombis dejará la crisis del coronavirus? Christine Lagarde o Ursula von der Leyen, las principales responsables europeos, advierten que es esencial mantener las sociedades viables, que pasen por un mal momento. Pero, ¿cómo identificarlas? y después, ¿cómo ayudarlas a sobrevivir?.

Después de ordenar uno de los encierros domiciliarios más severos del mundo durante el Estado de alarma, ahora no parece importar que miles de catalanes puedan infectarse por acudir a votar este domingo, 14 de febrero. El ex ministro de Sanidad y candidato del PSC a la Generalitat, Salvador Illa, antepone así la política a la salud de los ciudadanos.

Enero se despedía en un clima frío en Madrid. La tormenta Filomena hacía unas semanas que había dejado helados las copas de los árboles y a la mayoría de los madrileños. Esa era también el ambiente que se respirada en la sede Naturgy, una de las grandes empresas españolas que emprendió el éxodo de Barcelona a Madrid.

El miércoles, 13 de enero, la canadiense Couche-Tard puso sobre la mesa una opa sobre Carrefour. Dos días después, el ministro galo de Finanzas, Bruno Le Maire, dio al traste a la aventura de la multinacional canadiense en suelo francés con unas declaraciones a France 5, en las que alegaba razones de soberanía "alimentaria".

La evolución de la economía española durante los próximos meses dependerá de la distribución de la vacuna y de las ayudas europeas y ni una ni otra cosa van bien. Pese a que se han administrado el 80 por ciento de las vacunas recibidas, el ritmo necesitaría duplicarse para poder cumplir con el calendario y alcanzar la inmunidad de rebaño en verano, como prevé el ministro de Sanidad, Salvador Illa.

Si Marx, Engels o el mismo Lenin levantaran la cabeza quedarían encantados con ver lo que pasa en España. Dos ministros del Gobierno, Irene Montero y Alberto Garzón, y el portavoz de Unidas Podemos, Pablo Echenique, utilizan el alza excepcional de la luz por culpa de Filomena para intentar derribar el sistema eléctrico y sustituirlo por otro estatalizado, al más puro estilo de Maduro, con nacionalización de eléctricas incluida. Y la oposición en las batuecas.

Hay cosas difíciles de entender. Una de ellas es la popularidad del aún titular de Sanidad, Salvador Illa. Que sea el segundo ministro más valorado tras Margarita Robles, titular de Defensa, después del caos sanitario, que provocó más de 70.000 muertos, según las cifras no oficiales, me trae en vilo. No supo anticiparse al coronavirus, (según él porque China engañó a todo el mundo); no supo organizar la desescalada; no puso suficientes rastreadores y aún no se conoce el misterioso comité de expertos, que condujo a todos estos errores. Encima, todo lo que representa dificultades lo delega en las autonomías,  como ocurre en la distribución de la vacuna.

El año 2020 merecería el calificativo de annus horribilis con el que la Reina de Inglaterra tildó a 1992, en el que la Monarquía británica conquistó cotas bajísimas de popularidad tras la separación del Príncipe Carlos con Lady Di. El 2021 tiene mejor pinta. Pero no nos engañemos, la recuperación será larga y tortuosa. La vacuna de Pfizer sólo permitirá inmunizar a unos dos millones de aquí al verano, el 5% de la población.

OPINIÓN

Resulta difícil felicitar las Navidad en estas fechas tan señaladas y complicadas a la vez, teniendo en cuenta que 70.000 ciudadanos han perdido la vida por el coronavirus, que más de un millón de ciudadanos están en Expedientes de Regulación de Empleo (Ertes), sin saber si podrán reincorporarse a su trabajo; que alrededor de 600.000 autónomos echaron el cierre a sus pequeños negocios ó que hasta un tercio de las pymes puede dejar de existir en los próximos meses.

El escudo social está resquebrajado, agrietado, no defiende las clases sociales con menor poder adquisitivo. La renta mínima llega a una quinta parte de las personas que preveía Podemos (160.000 familias frente a las 850.000 anunciadas), apuntarse al desempleo o solicitar la jubilación es casi un acto de fe en estos momentos; la Administración está semiparalizada por la caótica coordinación de un Gobierno con 23 ministerios y más de cien secretarías de Estado. Las ayudas a la hostelería se retrasan por las discrepancias entre Industria y Hacienda. El rosario de ineficiencias es interminable.