Opinión

Lo peor está por venir y seguimos en babia

El ritmo de la vacuna determina si el futuro es risueño

Hay cosas difíciles de entender. Una de ellas es la popularidad del aún titular de Sanidad, Salvador Illa. Que sea el segundo ministro más valorado tras Margarita Robles, titular de Defensa, después del caos sanitario, que provocó más de 70.000 muertos, según las cifras no oficiales, me trae en vilo. No supo anticiparse al coronavirus, (según él porque China engañó a todo el mundo); no supo organizar la desescalada; no puso suficientes rastreadores y aún no se conoce el misterioso comité de expertos, que condujo a todos estos errores. Encima, todo lo que representa dificultades lo delega en las autonomías,  como ocurre en la distribución de la vacuna.

Como buen filósofo, Illa es una especie de despiste andante. Ahora bien, simpático y con buen talante, según sus allegados. "Es flexible como un junco", agregan. Pocas veces se altera, no levanta la voz y está acostumbrado a permanecer con el culo pegado a una silla lo que sea necesario hasta alcanzar un acuerdo. Con estos elementos y sus bártulos, los maestros de la propaganda de Moncloa han logrado transformar, ¡alehop!, un gestor bastante mediocre en un crack de la comunicación. 

Illa no es independentista, de eso estoy seguro, pero como político bregado en la batalla y muñidor de concesiones se dispone a pactar con el demonio, si es necesario, para alcanzar el Gobierno de Cataluña, aunque ahora diga lo contrario. Como secretario de organización del PSC fue el artífice del pacto con la Junts pel Si de Puigdemont para arrebatar el control de la Diputación de Barcelona. Un alma gemela, eso era lo que buscaba Pedro Sánchez, quien acaba de cambiar los votos de Ciudadanos por los de EH Bildu para sacar adelante los Presupuestos. Por eso Miquel Iceta ofreció su cabeza al presidente, minutos antes de que se produjera la decapitación.

Un tripartito con los de Oriol Junqueras (ERC) y los comunes de Pablo Iglesias y Ada Colau sí que prolongaría la égida del Ejecutivo Sánchez y le proporcionaría paz y gloria ad aeternum; y no los Presupuestos, como nos quieren hacer ver. La operación en la que se concentrará el Gobierno en los próximos meses es Cataluña, porque allí se juega su continuidad.

Moncloa convirtió un mal gestor en un comunicador genial. Illa debería irse para acelerar las vacunas

La distribución de la vacuna queda en un segundo plano. Sobre todo, si no sirve para que Salvador Illa luzca su experiencia y sabiduría. Y eso es un error. Existe la sensación, quizá por la exuberancia de los mercados bursátiles en las últimas semanas, de que lo peor de la pandemia y de la crisis económica quedó atrás, Y ni lo uno ni lo otro es cierto. Sobre la pandemia, no hay más echar un vistazo a la evolución de los contagios, los hospitalizados, la saturación de las Ucis ó si se quiere al exterior, al Reino Unido. La cepa británica corre a su libre albedrío por nuestro país y en cualquier momento puede provocar una explosión de casos positivos.

En el asunto de las cosas de comer, los datos ponen los pelos como escarpias. Los parados apuntados al INEM crecieron en 750.000 personas el año pasado, que sumados a otros 250.000 desanimados que salieron de las listas del desempleo y al millón de personas entre expediente de regulación (Ertes) y autónomos con negocios en cese de actividad, suman dos millones. Una cifra sin precedentes ni en la crisis de 2008, que arrimará las personas sin trabajo a la barrera de los cinco millones. 

Éste es el cuadro dantesco dejado por la pandemia sólo en el primer año. ¿Qué ocurre si la situación se prolonga mucho más? Echemos un vistazo a las cifras oficiales. Según los datos del Banco de España, la mitad de las empresas entraron en pérdidas en 2020 por culpa del coronavirus y el 40 por ciento tienen problemas de financiación. Un porcentaje muy elevado. Sin embargo, el número de quiebras en el último ejercicio fue de sólo 40.000 y la tasa de morosidad permanece anclada en el torno al 7 por ciento.

 ¿Por qué no hay más quiebras y morosidad si la situación es tan desesperada? Por los 100.000 millones repartidos en créditos ICO y porque la legislación permite posponer el concurso de acreedores sine die.

La operación que alargó de uno a dos años el vencimiento del principal de los créditos ICO concedidos y hasta ocho años el pago de los intereses es una de las medidas más eficaces tomadas por la institución dependiente de la vicepresidencia económica de Nadia Calviño. Ha permitido aliviar las tensiones de tesorería y, por ende, la supervivencia de muchas sociedades. La pregunta es hasta cuánto podrán aguantar.

La presidenta del Banco Santander, Ana Botín, pidió esta semana en el Financial Times que el BCE suavice la legislación para que la banca pueda seguir prestando dinero a las empresas y a los consumidores. La normativa obliga a provisionar los créditos en riesgo de mora y aunque el ICO asume el 80 por ciento del principal en los préstamos, las entidades pronto pueden verse obligadas a cortar las líneas de financiación. La banca también quiere que los créditos morosos sean empaquetados y vendidos a fondos buitres para sanear sus balances, como se hace en Estados Unidos.

 Pero ni una ni otra petición han encontrado hasta ahora repuesta entre las autoridades monetarias. Más bien al contrario, tanto Christine Lagarde, presidenta del BCE, como el español José Manuel Campa, presidente de la Autoridad Bancaria Europea (EBA) aprovechan cualquier ocasión para animar a los bancos a incrementar los colchones de capital y vigilar la mora.

El otro campo en el que el Gobierno actuó con agilidad fue en los Ertes, que se prolongarán hasta finales de mayo. En este punto también hay conflicto. En 2020 costaron unos 14.000 millones de los 20.000 recibidos del programa Sure europeo. Si es necesario extenderlo más allá del verano, como es previsible, no habrá dinero público suficiente.

Gracias a estos instrumentos, muchas empresas han logrado capear hasta ahora los costes financieros y de personal. ¿Y qué hay del resto? La falta de ayudas directas, hace que tengan que cargar con los gastos corrientes de mantenimiento de la actividad, que van desde el pago de los suministros de luz, agua, gas ó alquileres y con los compromisos con sus clientes ó proveedores. Sin apenas ingresos, cada vez más sociedades comienzan a verse imposibilitadas para afrontar el pago de sus deudas.

Si la pandemia no concluye en los próximos meses, muchas no podrán aguantar sin medidas adicionales. La última línea de 40.000 millones ofrecida por el ICO, quedó prácticamente, desierta porque exigía destinar parte de dinero a inversiones 

  El coste de los mecanismos de protección frente a la crisis (desde el seguro de paro, los Ertes ó las ayuda a autónomos), alcanzó el último ejercicio unos 60.000 millones, más del 5 por ciento del PIB. Un gasto insostenible a medio ó largo plazo, teniendo en cuenta que el Estado tiene que seguir pagando las pensiones o los funcionarios, como es obvio. Muchos economistas empiezan ya a hablar de una deuda perpetua, que deberá ser devuelta durante generaciones. 

Tenemos la vana ilusión de que el dinero del Fondo de Reconstrucción va a solventar todos los problemas. Y de los 140.000 millones, sólo la mitad son a fondo perdido, el resto son créditos con devolución. Se trata de una cantidad ridícula en comparación con las necesidades públicas existentes. Los fondos irán destinados a proyectos, no a sufragar deuda. Para más Inri, Moncloa incrementó el 50 por ciento la estructura de la oficina europea para atender su gestión, sin reducir costes en otra parte. Y así un largo rosario de gastos interminable.

 Aunque la inmunidad de rebaño se alcanzara en septiembre y la extensión de la pandemia quedara bajo control, cosa altamente improbable, según los expertos, pese a las buenas palabras del ministro, la deuda pública seguirá al alza y el porcentaje del déficit público apenas se corregirá por debajo del 11 por ciento. La administración urgente de la vacuna para frenar la voracidad del virus debería ser una prioridad absoluta para el Gobierno y  las autonomías. Nos quedan meses aún muy complicados y lo peor está por llegar. Pero Illa sigue en Babia, debería marcharse para dar paso a una buena gestión.  El consumo de más recursos económicos  públicos y privados es algo que no nos podemos permitir y más si se sobrepasa el verano.

PD.-Ni el agravamiento de la pandemia ni la asombrosa irrupción de los partidarios de Trump en el Congreso americano, que dejó Estados Unidos a la altura de una república bananera,  pudo torcer el rumbo alcista de los mercados. El optimismo desbordante de Wall Street contrasta con la cruda realidad. Los inversores valoran que la mayoría demócrata en ambas cámaras permita el rápido desembolso de medio billón de dólares en estímulos para los consumidores, mientras  que la subida de impuestos prometida por Joe Biden queda aplazada hasta el año que viene. A río revuelto, ganancia de pescadores. Sobre todo, en energías verdes e infraestructuras, los dos sectores más favorecidos en el programa demócrata.  Las tecnológicas asisten, en esta ocasión, como invitadas de piedra al festín. Sobre ellas planea un alza impositiva, así como las acusaciones de oligopolio, que puede frenar su impulso.

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