Qué importante es saber entender lo que nos rodea para interactuar correctamente con el entorno. El conocimiento e interpretación de los idiomas, del lenguaje, es esencial para integrarnos en la cultura de un país y por supuesto en las relaciones empresariales y de negocio. Ya en tiempos mitológicos percibíamos en los relatos de la Torre de Babel esa eterna lucha por comunicarnos entre las diferentes lenguas y culturas. La tradición cuenta que sobre la faz de la Tierra sólo se hablaba un único idioma, entendiendo que era éste de carácter universal. La Torre de Babel simboliza el esparcimiento de las más de 7.000 lenguas existentes en el mundo y el inicio de la comunicación como fenómeno humano. Menos conocida por estos lares es la historia del Babel Fish (Pez de Babel), una especie ficticia de la guía del autoestopista galáctico creada por Douglas Adams. El Babel Fish es un pez amarillo que entra en simbiosis con un individuo al ser introducido en el oído de éste. Se alimenta de las ondas cerebrales de las personas que rodean a su huésped y excreta hacia su portador una matriz telepática que traduce todo lo que se diga alrededor. Dado que hasta el momento no tenemos nada parecido al Babel Fish siempre podremos recurrir a los traductores e intérpretes para que compartan su “mágico” conocimiento con nosotros. Sharon Rees, promotora de la empresa inglesa de traducción Atrebat y gran amiga en la distancia, me ayuda a reflexionar sobre el desconocido mundo de la traducción profesional en este nuevo empresamiento.
¿Os imagináis que sucedería si todos los profesionales de la traducción y de la comunicación se pusiesen en huelga al unísono?. Las consecuencias serían desastrosas afectando directamente a la industria, a los negocios, al mundo de la diplomacia, a nuestro servicio de noticias 24 horas, a las organizaciones internacionales e incluso a la literatura universal. El traductor de hoy en día necesita una amplia gama de destrezas y habilidades que pueden no ser muy evidentes para las personas que desconocen cómo trabajan estos profesionales. Estas capacidades empiezan con el conocimiento intensivo tanto idiomático como cultural de 2 o más idiomas. En la mayoría de los casos el traductor profesional traduce únicamente a su lengua nativa por lo que resulta básico disponer de un alto nivel escrito de su propio idioma. Especializarse en un sector concreto como la medicina, la tecnología o el marketing puede hacer que el aporte de valor en ese sector sea diferencial y fácilmente vendible en el mercado. Por ejemplo, un documento de marketing para la industria farmacéutica tiene ciertas normas y reglas de traducción que deben ser respetadas para que se comprenda correctamente, sin errores de interpretación. Esta habilidad de entender a la perfección los intereses del cliente adaptando y transmitiendo sus necesidades está, por lo general, muy infravalorada.
Los traductores suelen ser emprendedores que trabajan como autónomos dirigiendo su propia empresa. Deben desenvolverse en todas las facetas del negocio desarrollando habilidades de gestión y potenciando el networking para conseguir nuevos clientes. Hay que quitarse el prejuicio de que ser traductor equivale a un “hobby” porque poco a poco se está profesionalizando esta actividad (a pesar de la falta de acreditación en muchos países). Hoy en día, las agencias de traducción reconocidas exigen a sus traductores tener, como mínimo, un excelente nivel de idiomas, así como un segundo título en estudios de traducción a nivel de máster. Además, se requiere la pertenencia a un organismo profesional y al menos dos años de experiencia de traducción práctica referenciada. Sin embargo, y con demasiada frecuencia, los clientes piensan que pueden beneficiarse de una alternativa más “buena, bonita y barata”.
Muchas personas creen que cualquiera puede “hacer una traducción”, conectándote a una herramienta como Google Translate o pidiendo ayuda a ese amigo al que se le dan bien los idiomas. Si eres de los que piensa así, echa un vistazo a estos ejemplos.
¿Aún convencido de que traducir es una tarea fácil?. Las herramientas como Google Translate, aunque útiles para lograr lo “esencial” de un texto de una forma rápida, tienen limitaciones muy importantes. La traducción automática es una gran fuente de absurdos, que a veces suponen hilarantes errores en traducciones como los que acabamos de ver (¡HIERRO CHULO!). Estos descuidos pueden perjudicar enormemente la imagen de una empresa por lo que hay que tener mucho cuidado a la hora de elegir en quien confiamos nuestras traducciones corporativas.
La moraleja de esta historia podría resumirse en que para comprender y adaptar un mensaje textual se necesita del desempeño de un traductor profesional cualificado, que compartirá su pasión por su oficio trabajando estrechamente con sus clientes. La clave no es traducir sino interpretar (sin omitir, sin añadir y sin adulterar el texto primigenio). Acabamos este post con una cita del que sin duda hubiera sido un gran pescador en la Torre de Babel, José Saramago: “Los escritores hacen la literatura nacional y los traductores hacen la literatura universal”.