20-D y la supremacía del Big Data

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La analítica y explotación de los datos a través del famoso Big Data se está haciendo un hueco cada vez mayor en el argot y en las prácticas empresariales de hoy en día. En esta ocasión cuento con la experiencia y visión de Jon González Zabala, consultor especialista BI en la empresa vasca LKS, que nos hace una excelente reflexión sobre esta temática:

Hace no muchos años yo mismo me cuestionaba acerca de qué era eso del Business Intelligence (BI) o inteligencia de negocio. De una forma resumida podemos afirmar que las tecnologías de BI permiten transformar los datos en información y la información en conocimiento, optimizándose de este modo la toma de decisiones. Es indudable que este manejo de conocimiento exhaustivo va a repercutir directamente en la rentabilidad y en la eficiencia de la empresa. Como dijo aquél la información es poder, y si es un poder focalizado se convertirá en facturación.

En estas últimas décadas las nuevas tecnologías e internet han cambiado muchos paradigmas, incluso la forma en la que se relacionan las personas y las empresas. Pero para comprender este tipo de interacciones, la analítica de datos es uno de los pilares fundamentales. Son muchas las empresas que a día de hoy invierten cantidades ingentes de dinero en implantar sistemas decisionales en sus organizaciones. La coyuntura económica actual nos obliga, más si cabe, a ser mejores, más eficientes, a obtener más con menos, para dibujar una radiografía precisa y actualizada del estado de nuestra organización. Esto resulta clave para colocarse en una posición privilegiada ante los competidores, algo indispensable para sobrevivir en este revuelto y cambiante mercado.

Entrando más en el terreno podemos indicar que existen diferentes tecnologías para desarrollar un proyecto de BI: QlickView, IBM Cognos, Microsoft BI, Microstrategyy es tremendamente importante a la hora de abordar un proyecto de estas características, conocer las ventajas e inconvenientes de cada una de ellas, para así, poder elegir la opción que mejor se adapte a la organización. Las tecnologías de Business Intelligence tradicionales, son maduras y con años de recorrido, pero, ¿qué es lo que nos deparará el futuro y que van a demandar cada vez más las empresas?. La respuesta, sin temor a equivocarme, es el Big Data.

Los datos y el control de la información van a ser, si no lo son ya, el petróleo del siglo XXI. A diario en el mundo se generan 2.5 trillones de bytes de información, lo que coloquialmente conocemos como “muchísima información”, además se prevé que esta evolución irá en aumento. La mayor virtud de Big data, trending topic actual, es que permite almacenar grandes cantidades de datos para posteriormente ser analizados. Mediante algoritmos estadísticos se pueden predecir patrones ocultos que pueden ayudar a la eficiencia de las empresas. Es este sentido, se ha creado un nuevo perfil profesional llamado data scientist o científico de datos. Este perfil experto requiere de habilidades en informática, matemática, estadística, conocimiento de negocio y se prevé una profesión clave muy demandada en el futuro.

Llegados a este punto, seguro que la pregunta que muchos os estáis haciendo es la siguiente, ¿son proyectos para macro empresas, o realmente las pequeñas y medianas empresas pueden beneficiarse de estas tecnologías?. Desde LKS, empresa en la que actualmente trabajo, estamos realizando proyectos de Big Data orientados a empresas industriales medianas. El objetivo es optimizar los procesos productivos, para ello, se analizan millones de datos obtenidos de diferentes sensores. Después se aplican diferentes algoritmos y de esta manera determinamos cuales son los patrones comunes que hacen que las piezas salgan defectuosas. Una vez ajustadas las máquinas con la información recibida, se consigue disminuir el número de defectivos aumentando notoriamente la eficiencia de la empresa.

Parafraseando a Winston Churchill: “Es mejor evitar predecir de antemano, porque es mucho más fácil hacerlo a posteriori‘”. Los tiempos y las necesidades van evolucionando, y empresas como Google y Amazon ya utilizan Big Data para ser más productivos. En el caso de Amazon, son capaces de recomendarnos productos en función a nuestros gustos y se dice que, en el futuro, podrán predecir cuáles serán los productos que compraremos antes incluso de hacerlo. Google en cambio, ha apostado por el ámbito de salud. En primera instancia van a recoger datos suministrados por los usuarios mediante pulseras inteligentes, datos meteorológicos, datos geo-posicionados, búsquedas realizadas en Google… y conectar todos los conjuntos de datos para obtener conclusiones de hábitos personales que nos ayuden a tener una vida más saludable mediante recomendaciones. Otro sector que apuesta por la innovación es mundo del deporte. Recientemente hemos conocido que el Fútbol Club Barcelona también ha implantado de la mano de Telefónica un sistema que le permite conocer más en detalle los patrones de juego de los equipos rivales para mejorar los movimientos de sus jugadores.

Son proyectos muy ambiciosos, pero ¿realmente funcionan?. Los casos de éxito más impactantes que confirman esta teoría son el uso de Big Data en las campañas electorales del actual presidente de EEUUBarack Obama. A pesar de ser una incógnita la cantidad de datos que llegaron a procesar desde Twitter, Facebook, foros, prensa, encuestas… la revista estadounidense Times, tras su posterior victoria electoral, elaboró un informe para ofrecer pequeños matices de cómo el Big data ayudó notablemente en dicha victoria. No cabe duda de que el Big Data, en una batalla oculta de guerrillas, va a provocar una revolución electoral el próximo 20-D. La mayoría de los votos clave que pueden decantar unas elecciones no se consiguen mediante complejos y sofisticados métodos. Basta recurrir a técnicas como el envío de cartas apartidistas o a conversaciones puerta a puerta con ciudadanos sobre su intención de voto. Recogida toda esta información, siempre que sea correctamente filtrada de las diversas fuentes, concederá a los gurús electorales el poder de conocer casi a la perfección el perfil del votante y sus comportamientos e intenciones. El valor añadido de este análisis facilitará, a posteriori, dirigir y definir las campañas de comunicación segmentándolas por perfiles y preferencias políticas. “Mediante modelos estadísticos, la información se puede usar para sacar conclusiones sobre votantes pese a que el equipo de campaña nunca haya hablado con ellos. Y puede predecir a qué candidato es más probable que voten”, afirma el periodista Sasha Issenberg, autor de The Victory Lab, libro de cabecera sobre la revolución de las estrategias electorales.

Llevamos tiempo escuchando que el futuro es el Big Data, mucho tiempo. Lo que antes veíamos como ciencia ficción hoy son proyectos y aplicaciones reales. Tenemos que estar preparados para afrontar lo que considero será la cuarta revolución industrial: el Internet de las cosas. Ascensores, edificios, móviles, coches, smartwatch, google glass, quirófanos, empresas… todo va a estar conectado a Internet, generando un volumen titánico de datos. Saber cómo almacenar y convertir esa información en conocimiento será el reto que nos deparará el Big Data.

Una de las personas más influyentes y visionarias a nivel tecnológico de este siglo, Steve Jobs, dijo: La innovación es lo que distingue a un líder de los demás. La pregunta que lanzo al aire es: ¿Están nuestras empresas preparadas para liderar este cambio?.

“MORENO” DE SMARTPHONE

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Después de ver un día por casualidad este vídeo en internet me quedé un momento inquieto, pensando acerca de la relación que tenemos con la tecnología y de cuan dependientes nos estamos volviendo de los dispositivos móviles e internet. Porque esa es la realidad. Difícil recordar cómo era nuestra vida hace por ejemplo 15 años, sin la necesidad obsesiva de estos artilugios y si mal no recuerdo éramos totalmente autónomos y el mundo seguía girando. No estoy siendo crítico con el avance tecnológico, para nada, lo considero totalmente necesario para seguir evolucionando como sociedad, pero si es cierto que debiéramos controlar y analizar nuestro uso y comportamiento con el mismo. Una buena práctica de reflexión es comparar nuestro mismo comportamiento con un tiempo pasado.

Los que hemos nacido en la década de los 80 tenemos un historial tecnológico similar. En los 90 recayó en nuestra casa el primer ordenador de sobremesa, 286 o similar. Curioso cuando queríamos conectarnos a eso que se llamaba internet, había un protocolo establecido: avisar a la familia de que te ibas a conectar, enganchar al ordenador un cable kilométrico y soportar los desagradables pitidos del módem dejando inhabilitado el teléfono fijo de casa. Esto que parece antediluviano pasaba en nuestros hogares no hace mucho. Pasamos en el año 2000 a tener nuestro primer teléfono móvil creando estrategias de ahorro como las comunicaciones a través de llamadas pérdidas y las revisiones de los sms para que cupiesen en los 160 caracteres. El mundo de la telefonía móvil tuvo una curiosa evolución ya que al principio primaba el gran tamaño, luego los más cool eran los más pequeños hasta que irrumpió el iphone y su pantalla en el 2007. Ahora nos encontramos rodeados por smartphones, tablets, smart tvs, relojes y pulseras inteligentes,… todo tiene el título marketiniano de smart, todo salvo lo que no se puede comprar con dinero o conectar a la red.

Los que nos emocionamos cuando recordamos juegos como la mano loca o la sintonía de los trotamúsicos, sin duda hemos tenido una infancia diferente a la que se está viviendo hoy en día. No digo que sea ni mejor ni peor, pero sí diferente. Con todo esto lo que quiero decir es que esta generación, la mía, es la que ha vivido la introducción rupturista de la tecnología en nuestras vidas y creo que estamos legitimados para comparar y valorar el antes y el después. Alucino con que naturalidad el hijo de un buen amigo con poco más de 2 años maneja el ipad. Son unos niños y niñas que han nacido con estos avances tecnológicos pero lo que no hay que dejar de lado es potenciar las relaciones humanas, el sentir la calle y a las personas que junto con ese perfil 2.0 pueden generar unos futuros jóvenes muy capacitados que retornarán a la población innumerables progresos y nuevas aplicaciones tecnológicas. Habrá que esperar a ver que nos depara en unos años esta babygeneración del siglo XXI.

Ahora todo se vive y se siente a través de la tecnología. Lo normal hoy es tener un smartphone, tablet, portátil y todo el ecosistema de artilugios que nos permiten adaptarlos a nuestra rutina diaria. ¿Quién no ha salido de casa olvidándose su móvil, maldiciendo su torpeza y volviendo si era posible a recoger a su amado compañero de bolsillo?. Este fenómeno tiene hasta un diagnóstico clínico asignado, nomofobia, y se define como el trastorno que se da al no llevar el móvil y a otros factores involucrados con este dispositivo. Increíble. Increíble pero cierto, porque en mayor o menor medida nos podemos sentir identificados con esta situación, nos olvidamos nuestra extremidad tecnológica y nos sentimos vacíos. Esto es algo que por suerte, cuando te marchas de vacaciones desconectando dos semanas, te das cuenta de que puedes vivir tranquilamente sin “ellos”.

Equiparable a esta situación podría ser la figura de los Hikikomori, que se apartaban de cualquier contacto social recluyéndose en su habitación siendo su único contacto con el mundo externo a través de la tecnología. Ahora no salimos de nuestro dispositivos móviles. Sin quererlo el smartphone se ha convertido en el protagonista de nuestras vidas. Amanecemos con la alarma del móvil, chequeamos mensajes nuevos, desayunamos con él, vamos al coche y lo conectamos al cargador (siempre en busca de ese enchufe que convierte nuestros teléfonos más en terminales fijos que en móviles), llegamos al trabajo y lo situamos en la mesa como un segundo ratón, comemos con él, hacemos deporte con él, nos acostamos con él…. Podría seguir enumerando las interminables interacciones que tenemos a lo largo del día con nuestro móvil y con el resto de dispositivos pero prefiero no hacerlo. Asusta darse cuenta de que eres uno más de los sometidos por el peaje de estar siempre conectado.

Hay que dejar paso a una nueva era tecnológica, sin duda, pero esto se debiera dar evitando que las futuras generaciones sufran un proceso de deshumanización. Estamos pasando de ser individuos socialmente conectados a intraindividuos conectados tecnológicamente. Para los que nos despertamos y acostamos “iluminados” por la pantalla del móvil sería interesante hacer el ejercicio de vernos desde fuera, alumbrados en la oscuridad de la habitación por nuestros gadgets de última generación. Creo que la estampa es bastante perturbadora, ¿verdad?.

Termino con esta cita que le presuponen a Albert Einstein: “Temo el día en que la tecnología sobrepase nuestra humanidad. El mundo solo tendrá una generación de idiotas”. Poco más se puede añadir. Hagamos un uso responsable de la tecnología y que el único bronceado de nuestro rostro sea el causado por los rayos del sol estival.

AXA