- 13/09/2021, 07:00
Desde 2019 algunos usuarios de telefonía móvil han podido ver en las pantallas de sus flamantes terminales de última generación el icono de señal "5G". Sin embargo, la experiencia de uso se ha parecido mucho a la de 4G e incluso en algunos casos se ha manifestado decepcionantemente peor. Eso tiene una explicación. En realidad, lo que hasta ahora hemos podido usar de 5G es una evolución de 4G, capaz de gestionar un caudal de datos mayor en el extremo, el del usuario, pero restringido por la dependencia de la tecnología anterior cuando se trata de conmutar el tráfico con el resto de usuarios. Hasta este momento, es como si hubiésemos construido un canal para un arroyo. Sin embargo, la concurrencia de una tecnología íntegra de 5G de principio a fin (en inglés, "stand-alone") y empleando exclusivamente bandas de frecuencia propias (a diferencia de la compartición dinámica de bandas usadas con tecnologías de radio anteriores para asegurar la continuidad de la comunicación y difiriendo así la instalación de más antenas), inicialmente la banda "media" (3,5-3,8 GHz), que aporta el caudal o amplitud y muy pronto la banda "baja" (700 MHz), que aporta la disipación o alcance -recientemente subastada-, permitirán antes de que termine 2021 acceder en España a Internet en el móvil con velocidades que pueden teóricamente batir en determinadas circunstancias las que se disfrutan en hogares conectados con fibra óptica. En suma, más información en menos tiempo, lo que hará posible que las máquinas generen registros en base a los cuales se determinará su funcionamiento (en última instancia en eso consistirá la anhelada conducción autónoma).