Economista, profesor de la Universidad de Barcelona

España tiene una fuerte dependencia del exterior. Gran parte de nuestra industria manufacturera pertenece a capital extranjero. Y es bueno que los inversores foráneos se encuentren a gusto entre nosotros, se les den las facilidades oportunas, puedan desarrollar su actividad sin trabas y sientan que España es un país agradable para instalarse y establecer negocios. Y más en estos tiempos en que los avisos de repatriación industrial patriótica, a raíz de la pandemia, están calando en el ánimo de grandes empresas multinacionales. El nuevo entorno que vivimos conlleva cambios en diversas facetas y la localización industrial es una de ellas.

Todo depende de varios factores. Que la pandemia afloje, que sus rebrotes se controlen, que la vacunación alcance unas metas mínimas para inmunizar a la población, que se dé propensión de las familias a gastar o que los hogares prosigan con el ahorro forzoso que se han autoimpuesto durante estos meses, que las políticas económicas y fiscales de ayudas a empresas y hogares – muy mínimas en España – no se retiren precipitadamente, que las empresas aguanten y fomenten el mercado laboral y que el sector financiero siga manteniendo sus niveles de solvencia y saneamiento para continuar siendo ese ángel de la guarda que al menos la economía española tiene. Con todo, la Covid-19 prosigue en nuestras vidas y los riesgos elevados para la normalidad y la economía persisten. Tras tiempos muy nublados, parece que los cielos empiezan a clarear y si las restricciones se relajan, la economía europea se beneficiaría y antes podríamos hablar de recuperación. Y si encima los dineros del mecanismo de recuperación de la Unión Europea van regando a los países, las inversiones tendrían un efecto acelerador notable. Pero los riesgos perduran, la navegación sigue siendo complicada y si se atisba tierra firme aún es a lo lejos. Por eso, es preciso tener fe en 2021, para salir del socavón en el que estamos metidos.

Anda el respetable con la fatiga pandémica a cuestas y solo nos falta, de remate, que desde el Gobierno nos inoculen angustia vital. El cansancio psicológico de la población, de trabajadores, profesionales, autónomos, empresarios, pensionistas, amas de casa, chavales, adultos, mayores, vamos, de todos nosotros está en situación extrema. El desánimo cunde entre la población. Al presente grisáceo se suman los amenazantes nubarrones de una recuperación económica que se otea a largo plazo. Tengamos en cuenta que el PIB de España en 2020 está casi a la altura del PIB de 2016, pero también muy cerca del volumen de PIB del funesto año 2008. Así que en el mejor de los casos nos quedan tres o cuatro años por delante para que nuestra economía vuelva a los niveles del año pre-pandemia, 2019. Perspectivas realistas indican que hasta 2025 la economía española no retomará su velocidad de crucero. Si hasta ahora la embestida de la crisis económica causada por las medidas adoptadas para intentar paliar la pandemia ha sido tremenda, el camino que tenemos por delante está repleto de espinos que causarán todavía más cicatrices económicas. Todos andamos aturdidos por los golpetazos que soportamos y profundamente preocupados por el horizonte que se divisa.

Hay que reconocer que el teletrabajo se ha erigido en arma decisiva para no paralizar por completo la actividad económica. En los últimos meses todos hemos hecho, al dictado de las circunstancias, ímprobos esfuerzos de adaptación al nuevo entorno imperante y la tan cacareada transformación digital ha irrumpido en nuestras vidas. Mis clases en la Facultad son online, como los exámenes, y también congresos, encuentros académicos, profesionales y empresariales que se realizan a través de plataformas. Y virtuales son igualmente reuniones de trabajo y conferencias. La movilidad restringida y las limitaciones a la presencialidad han impulsado el mundo digital. A mediados de marzo de 2020, me consideraba un analfabeto en esas lides tecnológicas y por los avatares pandémicos tuve que hacer cursos acelerados para manejar diversas plataformas gracias a las que hoy nos podemos conectar. No obstante, me sigo considerando a veces semianalfabeto digital, que conste. En el plano profesional, el teletrabajo se ha impuesto. Aunque, a buen seguro, cuando volvamos a la normalidad que anhelamos la presencialidad prevalecerá sobre la virtualidad.

¿Qué fue del intelecto de Albert Einstein? ¿Y del talento y genialidad de Leonardo Da Vinci? ¿Y del padre de la ciencia, Galileo Galilei? Desde luego nada, absolutamente nada al lado de las mentes privilegiadas e iluminadas que en su día perfilaron aquellos trazos desdibujados del Plan de Reconstrucción en el hemiciclo, y sobre cuyos rasgos ya dijimos que se trataba de una tomadura de pelo cuyo propósito primordial era el de justificar una desproporcionada elevación de impuestos, y que luego, en su proceso de pulido, la altura de miras de sus paridores les lleva a engendrar el rimbombante Plan de Reconstrucción, Resiliencia y Transformación.

Estados Unidos y China van pisando fuerte en el acontecer económico. Los estadounidenses, tras un revolcón en su PIB de 2020 del -3,5%, apuntan a crecer este año al 6,4%. El PIB de Estados Unidos en 2020 sumó 18,3 billones de euros. Y los chinos, cuyo PIB creció en 2020 al 2,3% y en 2021 la previsión es que lo haga al 8,4%, sumaron el año pasado un PIB de 12,9 billones de euros.

De algún sitio habrá que sacar el optimismo o saber por dónde se mercadea con él para que seamos capaces de recobrar confianzas perdidas. Uno querría ser vocero de buenas nuevas; empero, la terca realidad se empeña en intensificar la vis escéptica que quizá ahora, con el vocablo tan en boga, es la negacionista. Filosofías baratas al margen, las cosas económicamente no chutan por acá. Confiemos que sí lo sigan haciendo por Madrid después de sus elecciones autonómicas y que la luz económica que brilla por allí sirva para iluminar al resto de una España oscura que se mueve a trompicones.

El cierre de las cuentas de los fondos de la Seguridad Social correspondiente al año 2020 con un déficit de 29.685 millones de euros, poco ha sorprendido. A lo largo de 2020 ya se vislumbraba que ése sería un año tenso para los números de la Seguridad Social debido a los desajustes en el mercado laboral. Y los datos definitivos así lo confirman.

La radiografía sectorial de las 50 empresas con mayor capitalización bursátil en 2020, indica que el sector tecnológico, con 11.691.327 millones de dólares y un peso del 51%, lidera el panorama económico. Después se encuentra el sector financiero, cuya capitalización de 2.766.598 millones de dólares supone el 12%. Aparece a continuación la energía con 1.855.011 millones, representando el 8%. Acto seguido, el sector de farmacia y químico con 1.432.704 millones de dólares con un peso del 6%. Y siguen otros sectores dominantes como son alimentación y bebidas, motor, distribución, telecomunicaciones, textil, consumo, industria, medios y cosméticos. Estos son, pues, los grandes sectores de actividad económica que marcan el paso actualmente.

Opinión

En proposiciones económicas acerca de la tierra prometida y de un nuevo mundo mejor, no sé si comparable con aquella leyenda del siglo XVI sobre El Dorado, andan enzarzados nuestros mandamases, con la augurada recuperación de España y con la machacona cantinela de los sobados fondos europeos sobre cuyos programas y detalles presentados ante Bruselas, al menos quien suscribe admite ser absoluto lego.