Por acá andamos liados con el pomposo Plan de recuperación, transformación y resiliencia, que suena indudablemente a lo grande, contando para ello con ese dinero que volará desde Europa hacia España, los tan sobados 140.000 millones de euros, que aún está pendiente de aprobación por parte de diez Estados miembros y que la Unión Europea tendrá que demandar en los mercados financieros por nada más y nada menos que 800.000 millones de euros. Palabras, hasta la fecha, todas; hechos, hasta el día de hoy, ninguno. Por promesas y brindis al sol que no quede. Por contentar a Europa, me da la impresión de que algo reticente con nuestro gobierno sobre el dinero que enviará, hágase todo lo que sea menester. Que tenemos un problema de cuentas públicas, pues, nada, endilguemos una subida de impuestos a lo bestia con el cuento de la armonización fiscal de las autonomías y digamos, con bravura, que se recaudarán 90.000 millones de euros extraídos a una economía que si no está agonizante, sí noqueada, con una ciudadanía trasquilada, empresas capitidisminuidas, autónomos arrasados y con unas expectativas de rehabilitación dudosas tanto en 2021 como en 2022. En fin, todo sea por la causa de prometer un mundo mejor y que nuestro país será junto a Estados Unidos el que mayor crecimiento de su PIB tenga este año. Demasiada locuacidad. Más valdrían discreciones y efectividades que no esa facundia.

Economista, profesor de la Universidad de Barcelona