
Las recientes previsiones del Banco de España pronostican, en su escenario central, para este año una tasa de paro, en media anual y en porcentaje sobre la población activa, del 17%, del 15,1% para 2022 y del 14,1% para 2023. En los otros dos escenarios alternativos que propone el Banco de España, el paro oscila ligeramente. Así, en el escenario suave, aquel en el que las cosas apuntarían a mejor, con una vuelta a la normalidad más rápida, con un ritmo de vacunación mucho más ágil y con el pronto retorno a la regularidad de la actividad económica, sin nuevas oleadas pandémicas, el paro se situaría en 2021 en el 15,9%, en 2022 en el 13,9% y en 2023 en el 12,8%. Por el contrario, si el panorama se endurece y las cosas pintaran a peor, tanto por la contundencia de la plaga como por la baja intensidad de la vacunación, con más confinamientos y prosiguiendo con medidas restrictivas que limitaran la actividad económica, se estaría ante un escenario severo en el que la tasa de desempleo subiría al 18,3% en 2021, y en 2022 y 2023 se atenuaría estimándose en el 17,2% y 16,1%, respectivamente. Téngase en cuenta, por añadidura, que en 2021 aún seguiremos teniendo la influencia de los ERTE, que suavizan la tasa de paro real que, en todo caso, estaría por encima de lo estimado por el Banco de España.
Ayer, martes, 6 de abril, tuvimos doble ración de datos de paro. Por una parte, la Seguridad Social informaba de que el número de parados en marzo de 2021 fue de 3.949.640, 401.328 personas más que hace un año, cuando el desempleo afectaba a 3.548.312 trabajadores. Psicológicamente, ese dato de marzo de 2021 está por debajo de la barrera de los 4 millones, sobrepasada en febrero. Sin embargo, todavía hay 743.628 personas en ERTE, a quienes habría que agregar los autónomos en cese de actividad y demandantes de empleo con disponibilidad limitada y personas en curso de formación. En resumen, seguimos apechugando con una colosal tasa de paro.
Por otra parte, Eurostat informaba sobre las tasas de paro en Europa. España, junto con Grecia, sigue encaramada al penoso liderazgo del desempleo en Europa y en el mundo desarrollado. Por desgracia, desde 1980 España se mueve en una tasa de paro promedio en torno al 17%. Durante los últimos meses, cuando Eurostat publica sus estadísticas sobre la tasa de paro en la Unión Europea y en otras grandes potencias económicas, España sale malparada. Nuestra tasa de paro fue del 16,1% en febrero de 2021, según Eurostat, doblando a la de la Zona Euro (8,3%) y a gran distancia de la Unión Europea (7,5%). Resulta sorprendente que exhibamos esa impresentable tasa de desempleo cuando en otros países europeos, a pesar del duro trance en el que estamos inmersos, el paro se mueve en niveles muy bajos. En Bélgica, el 5,7%; en Bulgaria, 5,3%; en Chequia, 3,2%; en Alemania, 4,5%; en Irlanda, 5,8%; en Francia, 8%; en Italia, 10,2%; en Malta, 4,4%; en Países Bajos, 3,6%; en Polonia, 3,1% y en Portugal, 6,9%. En Estados Unidos, 6,2%.
Por consiguiente, reducir el desempleo y mitigar la precariedad del empleo tendría que ser una prioridad absoluta desde hace tiempo, aunque realmente no lo es. Es más, acá se detecta un cortocircuito entre lo que el Gobierno progresista y otras fuerzas congruentes con él van proponiendo y la realidad de nuestro mercado de trabajo. Éste no es el momento de poner en marcha una reforma laboral, a guisa de contrarreforma laboral, ni de subir salarios mínimos, ni de plantear semanas laborales de cuatro días. Ahora, el quid de la cuestión es trabajar, para sacar adelante a España que se debate en una encrucijada mucho más seria de lo que piensan nuestros factótums políticos, que con frecuencia ignoran lo que acontece en las trincheras de la realidad económica y empresarial. A veces, cuando uno escucha a nuestros mandamases hablando de economía, le viene a la mente esa joya cinematográfica interpretada por el excepcional Peter Sellers que es "Bienvenido Mr. Chance", encarnando a aquel jardinero absorto con sus flores y desconocedor por completo del mundo que existe "extra muros" de la mansión en la que ha permanecido casi toda su vida.
La principal causa del paro viene dada por la estructura de nuestro mercado de trabajo, con deficiencias evidentes, y estrechamente vinculada a nuestro modelo productivo, donde los servicios copan el 67,7% del PIB, con la industria representando un poco más del 14% y la industria manufacturera apenas el 11,1%. ¿Esto qué significa? Que en el empleo el peso capital corresponde al sector servicios que representa el 78% del empleo total en España. Al estar nuestra economía sumamente orientada a los servicios, donde destaca el componente de las industrias sociales, es evidente que el golpe a nivel económico es durísimo en las actuales circunstancias y eso impacta fuertemente en lo que es el trabajo. Por eso, las cifras que presenta el Banco de España a nivel de paro son muy preocupantes, al insistir en un problema estructural de la economía española que es la desorbitada tasa de paro. La estructura de nuestro mercado laboral da pábulo a una excesiva temporalidad que, en promedio en la última década, en España es del 25,2% frente al 13,9% de la Unión Europea, de modo que son los trabajadores temporales los más perjudicados por los flujos de destrucción de empleo, influyendo en ello la estacionalidad del sector servicios y la permanente incertidumbre económica, amén de una preparación laboral poco recia, generando desigualdades, carreras laborales sin continuidad y una menor productividad.
Es preciso insistir en las políticas activas de empleo, más o menos desaparecidas, pero también en combatir la lacra que supone el paro juvenil, donde España se encarama a lo más alto del podio, con una tasa igual o superior al 40%, a distancia considerable del resto de países europeos. Para que se cree trabajo hay que remodelar el modelo productivo de España. Hay afrontar una transformación de nuestra estructura económica con la finalidad de que haya trabajo, enfocándonos hacia la industria, la tecnología y servicios de más valor añadido. Eso permitiría tener buen empleo, reducir la tasa de paro, pero para ello es determinante el capítulo de la formación, apostar seriamente por la educación, encarar la actualización y puesta al día permanente, contar con una adecuada preparación y disponer de las habilidades que la nueva economía, con la transformación digital, imponen. Y sobre todo formar y preparar a quienes se encuentran hoy en sectores a la baja, capacitándolos para que estén en condiciones de enrolarse a los sectores pujantes en el remozado contexto económico.