Opinión

Hacia el infierno fiscal: Helenización de España

El Gobierno se aleja del cielo y nos conduce de cabeza al infierno fiscal

Anda el respetable con la fatiga pandémica a cuestas y solo nos falta, de remate, que desde el Gobierno nos inoculen angustia vital. El cansancio psicológico de la población, de trabajadores, profesionales, autónomos, empresarios, pensionistas, amas de casa, chavales, adultos, mayores, vamos, de todos nosotros está en situación extrema. El desánimo cunde entre la población. Al presente grisáceo se suman los amenazantes nubarrones de una recuperación económica que se otea a largo plazo. Tengamos en cuenta que el PIB de España en 2020 está casi a la altura del PIB de 2016, pero también muy cerca del volumen de PIB del funesto año 2008. Así que en el mejor de los casos nos quedan tres o cuatro años por delante para que nuestra economía vuelva a los niveles del año pre-pandemia, 2019. Perspectivas realistas indican que hasta 2025 la economía española no retomará su velocidad de crucero. Si hasta ahora la embestida de la crisis económica causada por las medidas adoptadas para intentar paliar la pandemia ha sido tremenda, el camino que tenemos por delante está repleto de espinos que causarán todavía más cicatrices económicas. Todos andamos aturdidos por los golpetazos que soportamos y profundamente preocupados por el horizonte que se divisa.

En esta vida hay que saber un poco de psicología económica y también de psicología fiscal. Éste no es el momento oportuno para que desde el atril los ministros y ministras de turno nos endilguen sermones de más aumentos de impuestos, de reajustes en los tipos de IVA, de eliminación de exenciones, reducciones, deducciones y bonificaciones fiscales, con un garrotazo fiscal que suma varias decenas de miles de millones de euros. Y no es tiempo propicio para ello debido a que nadie en sus cabales ve clara la recuperación de nuestra economía durante 2021 ni en 2022. Acaso en 2023 empecemos a ver algo de luz. Por consiguiente, con ese escenario desgarrador, soltar la matraca de brutales subidas de impuestos zarandea a todo hijo de vecino.

Las desgarradoras cuentas públicas no pueden arreglarse flagelando al sector privado

Según los discursos que nos sueltan parece que las desgarradoras cuentas públicas de España solo tienen una vía de arreglo: que el Estado aumente más y más, y mucho más, sus ingresos a través de colosales subidas de impuestos. Y esto no es así. Lo que hay que podar, no recortar, lo que hay que bajar, y no simplemente retocar, es el voluminoso gasto público que se acerca a los 600.000 millones de euros, habiendo crecido en el último año en 63.000 millones y para más inri sin apenas gasto en políticas fiscales para contrarrestar la crisis derivada de las medidas restrictivas adoptadas por nuestros gobernantes. La tendencia del gasto público en nuestro país durante los últimos años ha sido más bien frívola, ajena a una realidad imperante y los gobiernos de turno han desperdiciado los positivos efluvios que emanaban en tiempos de bonanza económica para ajustar el descalabro de nuestras cuentas públicas. El descosido de las mismas, acumulando un déficit público de 2008 a 2020 de 948.708 millones de euros, equivalente al 85% de PIB de 2020, no ha sido por casualidad ni flor de un día, sino la consecuencia de un proceso degenerativo en la gestión de las finanzas públicas que, ahora, de golpe y porrazo pretende arreglarse flagelando al sector privado, cuando el desmadre está en el sector público y en la irresponsabilidad de quienes tendrían que velar por el bien común y actuar con las cautelas de un buen padre de familia gestionando la hacienda pública.

En definitiva, nos adentramos en un infierno fiscal donde somos nosotros los protagonistas en lugar de Tom Hanks, en un filme que no está dirigido por Steven Spielberg, y que apunta a helenización de nuestra economía en versión dura, es decir, con palos fiscales a discreción, exprimiendo hasta la saciedad a la economía privada. Y eso se anuncia cuando nos estamos arrastrando por un sufrido purgatorio económico, social y sanitario, agravado con siniestros toques políticos.

Por eso sería mejor que llegaran de una vez los "hombres de negro" como hicieron en su día en Grecia y depuren las obscenidades del inmenso gasto público de nuestro país. De no ser así, aquí no habrá recuperación mientras cronifiquemos el estigma de nuestras patéticas finanzas públicas.

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