Economista es inspector de Hacienda. Coautor de ?La factura del cupo catalán. Privilegios territoriales frente a ciudadanía? (La Esfera de los libros, 2025).

El dato de inflación del miércoles en Estados Unidos fue una sorpresa para muchos: un incremento del índice de precios al consumo (IPC) del 9,1% anual, la cifra más elevada en cuarenta años. Esto tiene muchas más implicaciones de las que parece. En primer lugar, la política de endurecimiento monetario y subidas de tipos de la Reserva Federal no parece estar funcionando, al menos de momento. Esto llevará a mayores subidas de tipos de interés en Estados Unidos. Esto a su vez significa que el dólar continuará su apreciación frente al resto de monedas, lo que incluye el euro, puesto que acudirá más capital para beneficiarse de unos tipos de interés más elevados.

El pasado miércoles, el INE hacía público el indicador adelantado del incremento del IPC que ascendía al 10,2%. Hacía décadas que no soportábamos una inflación tan elevada. Pero aún resulta más preocupante el dato de la inflación subyacente, que excluye alimentos frescos y energía, y que ascendió al 5,5%, incrementándose seis décimas en el último mes. Esto no sólo es un problema español. Ayer viernes, el indicador adelantado de Eurostat dejaba un IPC armonizado en la Eurozona del 8,6%, con una inflación subyacente también algo inferior a la española y en el 4,6%. Por cierto, el IPC armonizado español sería ligeramente inferior quedándose en el 10%. Como habíamos advertido en El Economista reiteradamente, la inflación estaba fuera de control y no sólo era un problema energético.

Un mercado financiero, por definición, especula y anticipa acontecimientos. Hace unos días, el Banco Central Europeo (BCE) declaró que en julio terminaría con las compras de deuda pública y subiría los tipos de interés. Unos días después, el BCE tuvo que convocar una reunión de urgencia porque volvían unas viejas conocidas de las que, desde hace años, afortunadamente, no sabíamos nada: las primas de riesgo.

No existe un veneno intelectual más potente que las mentiras que nos contamos a nosotros mismos. El dato adelantado de inflación fue extraordinariamente preocupante, con una inflación que repuntó hasta el 8,4%. Sin embargo, aún más preocupante fue el hecho de que la inflación subyacente, que excluye energía y alimentos frescos, alcanzase el 4,9%. Los datos de Eurostat, publicados al día siguiente, para el conjunto de la Eurozona, daban unos valores muy ligeramente inferiores, con una inflación general del 8,1%, y una subyacente del 4,6%. Con estos indicadores, la inflación está fuera de control y no se va a reducir al 2% sin hacer nada, por mucho que ésas sean las previsiones del Banco Central Europeo (BCE).

Kylian Mbappé tenía un sueño: ser jugador del Real Madrid. A veces los sueños no se cumplen, y en ocasiones se renuncia a ellos. Como todos ustedes saben, este sábado se juega la final de la Champions League frente al Liverpool. Allí no estará Mbappé, precisamente porque el "club de sus sueños" había eliminado al club con el que el jugador ha renovado hasta 2025, el Paris Sant Germain.

"La inflación también es un impuesto". Esta conocida cita de John Maynard Keynes expresa dos realidades. En primer lugar, que las bases de los impuestos son habitualmente monetarias, con la excepción de algunos impuestos especiales. En consecuencia, si suben los precios, aumenta la recaudación de impuestos. Además, si el impuesto es progresivo como es el caso del IRPF, se da el fenómeno denominado progresividad en frío, que consiste en la exigencia de pagar más impuestos por una misma capacidad económica. Esto sucede, por ejemplo, cuando a un contribuyente se le actualiza el sueldo con la inflación. En este caso, el contribuyente tiene la misma capacidad económica, pero paga más IRPF y no sólo si sube de tramo, sino incluso aunque no suba, una mayor parte de su renta tributará en los tramos superiores, es decir a tipos más altos.

Al cierre de 2019 las empresas españolas tenían bases imponibles negativas (BINS) en el impuesto de sociedades, es decir pérdidas fiscales, pendientes de compensación por 575.334 millones de euros, equivalentes a más del 50% del PIB. Este dato procede del libro blanco sobre la reforma tributaria del pasado 3 de marzo, fecha en la que también cerré la actualización de mi libro "¿Hacienda somos todos?", impuestos y fraude en España. (Debate 2014). En el libro se explican algunas de las claves y misterios de esta cifra, bastante desconocida, que condiciona muchas cosas y no sólo en el impuesto de sociedades.

En Europa, oficialmente al menos, los tipos de interés no han subido. Sin embargo, el coste de pedir prestado se está incrementando, y por ejemplo el euribor a un año ha pasado del -0,5% al 0%. Esto coincide con las tasas de inflación más elevadas en décadas en toda Europa.

Bajando los impuestos no se resuelven todos los problemas, especialmente los que no se deben a la política fiscal. Ahora bien, tampoco es cierto que cualquier problema tenga siempre dos soluciones alternativas, subir algún impuesto o crear uno nuevoAdemás, antes de acometer cualquier modificación de los impuestos es muy recomendable, pero mucho, echar unos números, aunque sólo sean aproximados.

Las reglas de juego en una guerra no son las reglas de juego en tiempos de paz. En Ucrania hay una guerra convencional como consecuencia de la brutal e injustificada invasión rusa. En el resto de Europa, las consecuencias han sido las sanciones a Rusia, es decir una guerra económica. Esto, nos guste, o no, y no conozco a nadie en su sano juicio que le guste, va a empobrecer a toda Europa, incluyendo a España.