Opinión

Inflación y guerra económica

Las reglas de juego en una guerra no son las reglas de juego en tiempos de paz. En Ucrania hay una guerra convencional como consecuencia de la brutal e injustificada invasión rusa. En el resto de Europa, las consecuencias han sido las sanciones a Rusia, es decir una guerra económica. Esto, nos guste, o no, y no conozco a nadie en su sano juicio que le guste, va a empobrecer a toda Europa, incluyendo a España.

El objetivo de las sanciones occidentales, europeas, norteamericanas y de otras democracias, es que "Putin no pueda financiar la guerra". Este objetivo se enfrenta a varios problemas. El más importante de ellos es que la economía rusa, y especialmente los ingresos de su Hacienda se basan en la exportación de gas natural y petróleo. Paradójicamente, debido a la propia guerra, es decir a la inestabilidad e inseguridad del suministro, el precio de gas y petróleo se ha disparado. En consecuencia, aunque el destrozo de la economía rusa está siendo brutal, irónicamente, los ingresos rusos, los necesarios para pagar el ejército no se han resentido.

Aquí deberíamos distinguir. Si los europeos dejamos de comprar petróleo ruso, entonces se lo podemos comprar a otros vendedores, más caro. Lo que ocurre, es que los rusos pueden vender ese crudo a otros compradores, como la India, o fundamentalmente China. Por cierto, el embargo estadounidense, de un país que apenas compra crudo ruso tiene un efecto parecido a que yo deje de comprar automóviles Ferrari, ninguno, porque, como se podrán imaginar, no era, ni soy, cliente.

Podemos sentirnos más a gusto, creyendo que así no contribuimos al esfuerzo bélico ruso, pero la utilidad de todo esto es bastante discutible.

Por otra parte, el levantamiento de sanciones a Irán y Venezuela, así como que regímenes como Qatar, Emiratos y Arabia Saudí incrementen su producción puede gustarnos poco. Sin embargo, de cara a reducir el precio que cobran los rusos, y pagamos los importadores de petróleo, es decir Europa, China y Japón, entre otros, puede ser más efectivo, al aumentar el suministro global de crudo.

Sin embargo, la cuestión del gas es otra historia. Buena parte de Europa Oriental, y también Alemania no podría calentarse, ni tampoco hacer funcionar su industria si Rusia cortase el suministro de gas. Aquí no estamos hablando de una cuestión de precios, sino de simple disponibilidad. En ese caso, Rusia dejaría de cobrar, pero antes de que eso tuviese algún efecto práctico, incluso antes de que dejase de llegar dinero, millones de familias no podrían calentarse, y parte de la industria se habría parado. Recordemos que el corte de gas a Europa era una amenaza de Rusia.

Por cierto, estamos en marzo, y, por tanto, el consumo de energía para calefacción está disminuyendo. Esto quiere decir que, por cuestiones económicas, a Rusia le convenía haber iniciado la invasión, que tenía ya preparada desde hace tiempo, hace unos meses. No lo hizo porque no esperaba ni resistencia ucraniana ni sanciones. La guerra no le está yendo como pensaban a Putin y sus generales. Esto significa, según la Casa Blanca, que hasta ahora ha acertado en sus previsiones, que, desgraciadamente, tenemos por delante meses, y no días o semanas, de guerra.

Las consecuencias económicas de la guerra para España se pueden sintetizar en cuatro palabras: shock de oferta energético. En lo que se refiere al petróleo y al gas natural, que no producimos, mucho no se puede hacer. En cuanto a la electricidad, en una situación de guerra económica no deberíamos aplicar las reglas de situaciones normales. En condiciones normales, el precio de la energía más cara, habitualmente el gas, fija el precio para toda la producción. Es imprescindible que haya una señal de precio cuando buena parte de la producción lo que tiene son costes fijos. Pero, en una situación tan complicada, resulta imprescindible fijar un límite de retribución a las demás energías. Y esto no se puede hacer con el gas porque entonces podría no cubrirse toda la demanda de energía eléctrica, lo que daría lugar a apagones.

Antes de la invasión rusa, la inflación ya estaba en el 7,6%, y ya había efectos de segunda ronda, puesto que la inflación subyacente, el índice que excluye alimentos frescos y energía ya estaba en el 3%. A corto plazo, el nivel general de precios seguirá aumentando, impulsado por la energía, que además incrementa los costes de las empresas. Algunas empresas ya no pueden competir ante este aumento drástico y súbito de costes y se ven obligadas a cerrar. Este segundo efecto disminuye la oferta agregada y el crecimiento económico.

Por último, la inflación se ha disparado en toda Europa, y también en Estados Unidos. El mandato fundamental de los bancos centrales es mantener un mínimo de estabilidad de precios. Estados Unidos tiene mayores niveles de inflación que Europa y además se ve mucho menos afectado que Europa, en todos los aspectos, por la invasión de Ucrania. Por eso, la Reserva Federal parece que sí va a subir tipos. Eso hace que aumente la cotización del dólar frente al euro. El primer efecto directo es encarecer las importaciones europeas, especialmente el petróleo que se paga en dólares.

Por esa razón, el jueves el Banco Central Europeo se vio obligado a anunciar un recorte de la compra de deuda, que caerá a la mitad en dos meses, y que podría terminarse en el tercer trimestre. Esto dificultará la colocación de la deuda pública, haciendo que tenga que pagar mayores intereses. El capital privado que se coloque aquí ya no financiará inversiones privadas, lo que, llevará a su vez a disminuir el crecimiento económico y la creación de empleo. Pero, no podemos dejar que se enquiste una inflación de dos dígitos, manteniendo estímulos monetarios mientras los precios se disparan: eso sólo trae más empobrecimiento, que es lo que les está ocurriendo a los rusos con la depreciación brutal del rublo y la consiguiente inflación. Keynes y Lenin tenían razón cuando señalaban que no existe forma más eficaz de socavar los cimientos del capitalismo que la corrupción de la moneda.

Éste es el panorama, más bien oscuro, al que nos enfrentamos. Estamos transfiriendo cada vez más renta europea y española a los productores y exportadores de energía. Sólo podemos aspirar a un reparto lo menos injusto posible de los sacrificios, y a que esta situación no descoyunte nuestro sistema económico. A todos nos convendría que la guerra en Ucrania terminase mañana. Sin embargo, no pueden levantar unilateralmente las sanciones ni dejar de apoyar, también con armas, a Ucrania. No sólo está en juego la libertad y la democracia en Ucrania, sino la seguridad de todos. La libertad tiene un precio, y en Ucrania algunos lo están pagando con su vida.

WhatsAppFacebookFacebookTwitterTwitterLinkedinLinkedinBeloudBeloudBluesky