Economista e inspector de Hacienda del Estado. Exdiputado en el Congreso. Autor de 'Y esto ¿quién lo paga?'

La inflación es la subida generalizada del nivel de precios. Esto quiere decir que, si sólo sube el precio de un bien o servicio, éste se encarecerá, pero no podemos hablar de inflación, pero sí cuando la subida es generalizada. Esto implica que con una determinada cantidad de dinero se pueden adquirir menos bienes y servicios. Por lo tanto, la otra cara de la inflación es la pérdida del valor del dinero.

Economía

Hace unos días, el presidente de los Estados Unidos, Joe Biden, se congratulaba de que la ola roja (republicana) que iba a arrasar Estados Unidos, según la predicción del expresidente Donald Trump, no había llegado. Sin embargo, y aunque no lo parezca, con el 80% del voto contado en las elecciones a la Cámara de Representantes, los republicanos han obtenido 51 millones de votos frente a 46 millones de votos de los demócratas. Es una diferencia importante, pero menor de la prevista, y sobre todo, que no ha supuesto el vuelco radical previsto, ni en la Cámara de Representantes, ni en las elecciones a Gobernador ni tampoco, y esto es lo más relevante, en el Senado.

Los españoles pagamos, el pasado 2021, 470.937 millones de euros en impuestos y cotizaciones sociales según la Agencia Estadística Europea Eurostat. Esto supone el 39% del PIB y es el récord no sólo absoluto de recaudación de impuestos y cotizaciones, sino también de presión fiscal, índice que mide este total recaudatorio dividido entre el producto interior bruto. El anterior récord de presión fiscal lo tuvimos en 2020, aunque en el año de la Pandemia recaudamos mucho menos que en 2019 o en 2007, pero la caída de la economía española, que es lo que mide el PIB, fue superior a la caída recaudatoria.

Aceptar la realidad es amargo a veces, pero es imprescindible siempre. Esto pasa especialmente en economía en la que se trata de asignar recursos escasos susceptibles de usos alternativos. Los recursos son siempre escasos, pero si hay crecimiento económico pueden ser mayores que en periodos anteriores. Sin embargo, cuando se sufre un proceso de empobrecimiento, los recursos son inferiores. Un shock de oferta ocasionado por el encarecimiento de la energía importada supone, siempre y por definición, empobrecimiento. Para toda Europa, y España por mucho que se quiera no es una excepción, pagar mucho más cara una energía imprescindible, supone ser más pobres que cuando la energía era más barata.

Padecemos una crisis inflacionaria, y precisamente por eso, la recaudación de impuestos va muy bien. Sin embargo, no va tan bien como se deduciría de un primer vistazo a las cifras, especialmente en el impuesto de sociedades. Según el último informe mensual de recaudación, la Agencia Tributaria recaudó 168.797 millones de euros, lo que supone un 19% más que en el mismo periodo de 2021, que, además fue un año de recaudación récord.

Rebajar impuestos prácticamente siempre tiene un coste recaudatorio. Pero, rebajar impuestos a decenas de millones de contribuyentes, aún más. Por eso, las propuestas de rebajar impuestos a todos los contribuyentes del IRPF tienen un coste muy importante. Cabe recordar que el IRPF es el tributo más importante, y recaudatorio del sistema fiscal. Por eso, reducir el primer tramo del IRPF tiene un coste recaudatorio importantísimo, simplemente porque todos los contribuyentes pasan por el primero tramo, incluso los que más ganan. Y en una crisis inflacionaria no se pude dejar el déficit sin control.

El pasado 26 de febrero, las tropas rusas de Putin, en el marco de una “operación militar especial” invadieron Ucrania, sin molestarse en declarar la guerra. Hace unos días, Putin, que había manifestado literalmente que esta guerra no declarada, sólo la podían librar con éxito soldados profesionales, decretaba una movilización “parcial”. Esto tiene unas cuantas implicaciones, pero lo primero que está claro es que Putin está perdiendo la guerra: las apuestas no siempre salen bien. Y en estas situaciones, existe el serio riesgo de sufrir el síndrome del jugador.

El pasado jueves, el Banco Central Europeo realizó la mayor subida de tipos de interés de la historia del euro, 0,75 puntos. Este endurecimiento de la política monetaria era inevitable con nivel de inflación superior al 9% en la zona euro. De hecho, la realidad es que la subida de los tipos de interés va con muchísimo retraso, y, además, llega en un momento particularmente inoportuno, ante el invierno más complicado que se recuerda en el ámbito de la energía.

El objetivo fundamental del Sistema Europeo de Bancos Centrales (SEBC) integrado por el Banco Central Europeo (BCE) y los Bancos Centrales de la Unión es “mantener” la estabilidad de precios, al menos según el Tratado de Funcionamiento de la Unión Europea. Sin embargo, desde hace algo más de un año, la inflación es cada vez más elevada en toda Europa. Ya avisábamos en elEconomista en julio de 2021, que el fantasma de la inflación ya estaba aquí y que no era un fenómeno coyuntural. Eso era ocho meses antes de la Guerra de Ucrania que ha acentuado todos los problemas económicos en Europa, especialmente los energéticos.

¿Han ganado mucho dinero los bancos? ¿Sobre esos beneficios han pagado muchos impuestos? A estas dos preguntas, que son fundamentales en un debate serio sobre un nuevo impuesto a la Banca, es conveniente contestar con datos. Así, según las cuentas anuales consolidadas del impuesto de sociedades de 2019, publicadas hace unos días por la Agencia Tributaria, y que son las últimas disponibles, los 36 grupos consolidados de entidades de crédito tuvieron 20.334 millones de euros de beneficios. En términos netos, es decir, descontando las pérdidas, su resultado contable consolidado fue de 18.469 millones de euros. Sin embargo, la base imponible del impuesto de sociedades sólo fue de 2.031 millones de euros. Sobre este importe, 25 grupos consolidados ingresaron 424 millones de euros.