Opinión

El examen de septiembre del BCE

Christine Lagarde, presidenta del BCE

El objetivo fundamental del Sistema Europeo de Bancos Centrales (SEBC) integrado por el Banco Central Europeo (BCE) y los Bancos Centrales de la Unión es "mantener" la estabilidad de precios, al menos según el Tratado de Funcionamiento de la Unión Europea. Sin embargo, desde hace algo más de un año, la inflación es cada vez más elevada en toda Europa. Ya avisábamos en elEconomista en julio de 2021, que el fantasma de la inflación ya estaba aquí y que no era un fenómeno coyuntural. Eso era ocho meses antes de la Guerra de Ucrania que ha acentuado todos los problemas económicos en Europa, especialmente los energéticos.

Pese a este panorama, el BCE siguió comprando deuda de los Estados, es decir inyectando dinero, hasta el pasado mes de julio. A finales de julio, por fin, el BCE ejecutó la primera subida de tipos de interés, del 0,5%. Hasta entonces los tipos de interés eran negativos, pese a tener en la Eurozona las mayores tasas de inflación desde que se implantó el euro. Por supuesto, esto no ha sido suficiente, y la inflación ha continuado aumentando. En agosto, en Europa soportamos una tasa de inflación del 9,1%, frente al 8,9% de agosto. Y eso, pese a que el componente energético disminuyó levemente su, por otra parte, espectacular aumento, pasando del 39,6% interanual de julio al 38,3% de agosto.

Si la energía ha dado un respiro ha sido por el precio de gasolinas y gasóleos, como sabe todo aquél que haya tenido que llenar varias el depósito de su vehículo este verano. La razón fundamental de esta rebaja ha sido el descenso del precio del crudo, puesto que los demás elementos no han variado significativamente: no lo han hecho ni los impuestos ni las bonificaciones, e incluso el margen de refino ha aumentado en el diésel que se pagaba más caro que la gasolina estando sometido a 12 céntimos de euros menos de impuesto. El petróleo se suele pagar en dólares, que ha seguido revalorizándose frente al euro. La razón, esta sí, es de política monetaria, ya que la Reserva Federal no sólo está subiendo decididamente los tipos de interés, sino que está reduciendo su balance, es decir vendiendo deuda adquirida en la pandemia para reducir los dólares en circulación.

El panorama no es alentador en Europa porque, con toda probabilidad, el componente energético va a dar muchísimos más problemas en otoño y especialmente en invierno. No sólo es una cuestión de precios, sino, incluso de disponibilidad de gas. El corte de suministro del principal suministrador de gas de Europa, que sigue siendo Rusia, aunque sólo fuese parcial, generaría- o más bien generará- un dilema brutal en Alemania y en otros países de Europa del Este: parar la industria o dejar sin calefacción a millones de hogares. Y por supuesto, la disminución de la oferta de gas cuando más se demanda, en invierno, disparará los precios.

Y esto arrastrará a la electricidad. Este arrastre se puede limitar parcialmente pero no por completo. Se puede topar la retribución de renovables y nuclear, que en eso consiste el tope del gas de la excepción ibérica básicamente. Pero, la energía eléctrica producida con gas, que es un porcentaje significativo, habrá que pagarla al precio del gas. En Europa hemos tenido una pésima suerte en este campo. Por una parte, buena parte de las nucleares francesas están paradas, tanto por paradas programadas que no se pudieron realizar en Pandemia, como lo que es más grave, por grietas, que parecen fallos de diseños en varios reactores. Por otra parte, éste 2022 está siendo el año más seco que se recuerda, lo que reduce el agua en los embalses, y, en consecuencia, la producción hidroeléctrica. Esto sin contar con las olas de calor que reducen la producción fotovoltaica y eólica y aumentan la demanda por el uso de aire acondicionado. Todo esto, aunque no nos guste, hay que paliarlo quemando aún más gas.

Frente a esto, la reacción de algunos gobiernos, entre ellos el español, es reducir el IVA al gas. Esto reduce los precios al consumidor, pero no a las empresas. Por otra parte, esto no deja de ser una subvención a una energía fósil, que además hay que importar en su totalidad. Si el abastecimiento está garantizado, como es el caso de España y Portugal, gracias a las plantas regasificadoras, probablemente sea una medida de emergencia con más sentido que, si como en el caso de Alemania, el suministro no está garantizado.

Con este panorama, la demanda de energía disminuirá, pero probablemente no su precio, con lo que esto implica en los costes de las empresas. Pero para impedir que la inflación se enquiste en tasas inaceptablemente altas, la única solución que tiene el BCE es aumentar los tipos de interés de forma significativa, porque las expectativas de inflación en Europa están muy alejadas del 2%, que es el objetivo que se marcó el BCE. Esto no aumentará la oferta, sino que disminuirá la demanda, al reducirse la inversión y el consumo.

Nuestra situación en Europa es mucho más complicada que la de Estados Unidos. Y esto no sólo se debe a los evidentes errores en política energética de Alemania, que ya comentamos hace unos meses, y de Francia, entre otros, que se resumen en poner todos los huevos en la misma cesta. Esta cesta, en el caso alemán, era y es, además una cesta controlada por Putin. La situación es más complicada en Europa, también, porque la inflación va a ser mucho más complicada de controlar.

Esto se debe, por una parte, a que el BCE inyectó más masa monetaria que la Reserva Federal durante la Pandemia, pero también a que no ha empezado a retirarla, y a que es el Banco Central importante que menos ha subido los tipos de interés. El BCE se enfrenta en este examen de septiembre a varios problemas, como el riesgo de fragmentación financiera ante la subida de tipos, la depreciación del euro, los problemas energéticos, y que ya hay efectos de segunda ronda en algunos países. Pero, por encima de todo tiene que recuperar credibilidad, lo que supone endurecer la política monetaria, precisamente cuando tenemos un crudo invierno por delante.

Seamos realistas, una inflación por encima del 9%, con la energía previsiblemente al alza, no se va a reconducir con unos tipos del 0,5%, ni del 1%, que suponen los tipos de interés reales-tipo nominal menos inflación, más negativos de la historia en la moneda única. No es una situación fácil, pero habría que afrontar la realidad, tratar a los europeos como adultos, y advertirles, como haya hizo el presidente de la Reserva Federal, que llegan sacrificios, porque si no se realizasen, la situación sería aún peor. En general, aprobar exámenes en septiembre es más difícil que en junio, y a veces, con el mismo esfuerzo, la calificación es peor. Esto parece ser el caso de la economía europea, y no sólo por culpa de Putin.

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