El pasado 26 de febrero, las tropas rusas de Putin, en el marco de una "operación militar especial" invadieron Ucrania, sin molestarse en declarar la guerra. Hace unos días, Putin, que había manifestado literalmente que esta guerra no declarada, sólo la podían librar con éxito soldados profesionales, decretaba una movilización "parcial". Esto tiene unas cuantas implicaciones, pero lo primero que está claro es que Putin está perdiendo la guerra: las apuestas no siempre salen bien. Y en estas situaciones, existe el serio riesgo de sufrir el síndrome del jugador.
En este caso, un ruso está jugando a la ruleta y está perdiendo. Sin embargo, mientras no se levante de la mesa, todavía no ha perdido. En estas circunstancias, lo que ha hecho Putin es doblar la apuesta. Pero, lo más probable, lo que suele ocurrir en estos casos, es que se acabe en bancarrota. Y lo peor, es que consciente de esta circunstancia, el jugador está amagando con cambiar las reglas de la ruleta y utilizar la variante atómica, convirtiendo la ruleta en una ruleta rusa, en la que eso sí, la pistola no sólo apunta a la sien del jugador, sino que toma al mundo entero como rehén.
Las guerras se ganan, también se pierden, en el campo de batalla. Sin embargo, y aunque no lo parezca, las sanciones económicas y políticas pueden tener un efecto decisivo, aunque en un principio no se perciban. Por supuesto, Ucrania está ganando la guerra porque tiene voluntad de vencer. La inmensa mayoría de los ucranianos se quedaron en el país para defenderlo, lo que contrasta con las imágenes de colas interminables de rusos huyendo de la movilización decretada por Putin. Además, el segundo factor, que suele ser ignorado, es el factor tecnológico. Las armas occidentales se están demostrando muy superiores al armamento ruso. Aquí hay dos puntos clave: la capacidad para destruir aviones, barcos, y sobre todo tanques y blindados del ejército ruso, y, en segundo término, la información. Este segundo elemento también se debe al mayor conocimiento del terreno que siempre tiene el invadido, pero la realidad es que los políticos y militares ucranianos tienen sus comunicaciones aseguradas, mientras que los rusos no. Por eso, por ejemplo, muchos generales rusos han sido abatidos por francotiradores, porque simplemente los ucranianos sabían dónde estaban en cada momento.
Hay dos claves para anticipar que la movilización "parcial" tiene muy pocas probabilidades de cambiar el curso de la guerra. La primera tiene mucho que ver con las sanciones. Rusia no tiene capacidad para reponer el equipamiento destruido en esta guerra. Casi todo este equipo tiene componentes tecnológicos que Rusia ya no puede adquirir, precisamente por las sanciones. Pensemos que cualquier carro de combate moderno tiene mucho más equipamiento electrónico que un automóvil. Sin embargo, buena parte de la industria occidental ha tenido problemas de producción, precisamente por falta de semiconductores, y no está sometida a sanciones. Es cierto que Rusia puede haber burlado algunas sanciones, pero la cuestión no es conseguir algunos elementos de repuesto, sino decenas de miles. A los problemas tecnológicos y logísticos que ha tenido el ejército invasor ruso, ahora se unen los problemas industriales.
Si no se tiene capacidad, suficiente, para producir armas y equipo, siempre se pueden comprar. Pero el único proveedor que podría vender armamento moderno a Rusia es China. Actualmente, parece que el principal proveedor militar de Rusia es Corea del Norte. Probablemente, parte de ese material sea de origen chino, pero evidentemente, no es lo mismo. Por supuesto, tener menos y peor material conduce a la derrota. En la misma línea, que China, y en segundo lugar India, estén no sólo criticando la actuación rusa, sino, sobre todo, no cooperando militarmente, también es un indicativo de que, con independencia de que puedan tener muy poca simpatía por Occidente, no quieren apostar por el perdedor de la guerra.
Probablemente, el único país que podría cambiar el curso de la guerra sea China, apoyando incondicionalmente a Rusia. De alguna forma, esto ya pasó en la guerra de Corea, que acabó en un armisticio con la división del país por la intervención china. Y es cierto, que quizás ahora no fuese el momento de que los miembros del Congreso de los Estados Unidos, encabezados por la Speaker Nancy Pelosi, estén en continuas visitas a Taiwán. Estas visitas tienen, seguramente, una razón preelectoral: hay elecciones de mitad de mandato a la Cámara de Representantes y a un tercio del Senado en noviembre. Y es muy popular posicionarse contra China en Estados Unidos. Pero, más allá del teatro, la coyuntura económica que ha generado la guerra de Putin no le conviene ni a la India ni a China, que están pagando mucho más por el petróleo y el gas importado, y son dos de los principales importadores mundiales. Probablemente, los pocos ganadores de esta guerra son los países exportadores de petróleo y gas como Argelia, Arabia Saudi
La segunda clave para intuir que la movilización parcial rusa no revertirá el curso de la guerra es que los nuevos reclutas rusos apenas están entrenados: se les va a enviar al frente con dos semanas de adiestramiento. Esto indica que el Kremlin está mucho más nervioso de lo que parece. Parece que Putin piensa que su ejército no puede aguantar dos semanas, y por eso ha convocado los pseudo referéndums en los territorios ocupados por Rusia en unos días En cualquier caso, enviar tropas sin preparar para incorporarse a un ejército en retirada, que tiene serios problemas logísticos y de abastecimiento, puede conducir a disparar el número de bajas sin ningún rendimiento militar.
Este escenario lleva a que la guerra se alargue, lo que no favorece prácticamente a nadie. Por supuesto, prolonga el sufrimiento del país invadido, Ucrania, pero buena parte de la población rusa que apenas se había querido enterar de la guerra, ahora empieza a darse cuenta del terrible precio de la misma. Por cierto, una movilización de este calibre tiene un efecto económico más demoledor e inmediato que las sanciones, que además se intensificarán. Probablemente, el futuro de esta guerra, y de la ruleta rusa que supone, se decidirá en los próximos meses, más por razones de política (y economía) interiores de Rusia, que por ninguna otra cosa.
Por supuesto, para Europa en general, y para España, todo esto no son buenas noticias: el escenario a corto plazo es una intensificación de la crisis energética. Sin embargo, a medio plazo también asoma la posibilidad de que la guerra termine, sino que lo haga con una derrota rusa. Esto permitiría asegurar las fronteras, que no pueden quedar al capricho de los síndromes de grandeza de cualquier dictador. Pero también, permitiría normalizar el suministro energético, cuyos problemas están complicando la situación económica en toda Europa y en buena parte del mundo, pero ésa es otra historia de la que hablaremos otro día.