Opinión

La ola roja que no llegó

  • La confianza en Biden y la economía amenazaban a los demócratas en estas elecciones

Hace unos días, el presidente de los Estados Unidos, Joe Biden, se congratulaba de que la ola roja (republicana) que iba a arrasar Estados Unidos, según la predicción del expresidente Donald Trump, no había llegado. Sin embargo, y aunque no lo parezca, con el 80% del voto contado en las elecciones a la Cámara de Representantes, los republicanos han obtenido 51 millones de votos frente a 46 millones de votos de los demócratas. Es una diferencia importante, pero menor de la prevista, y sobre todo, que no ha supuesto el vuelco radical previsto, ni en la Cámara de Representantes, ni en las elecciones a Gobernador ni tampoco, y esto es lo más relevante, en el Senado.

Después de dos años del mandato de Biden, los demócratas afrontaban unas elecciones de mitad de mandato (mid-term) con un presidente con una popularidad bajo mínimos, y con una tasa inflación que no se había visto en décadas. Si a esto se unía una mayoría precaria en ambas Cámaras, especialmente el Senado, con un empate a 50 escaños en el que desempataba el voto de la Vicepresidenta Harris, los demócratas temían no ya perder el control de ambas cámaras, sino tener en contra dos sólidas mayorías legislativas.

Aunque es relativamente frecuente en Estados Unidos que el partido en el poder pierda las elecciones legislativas de mitad de mandato, en una situación tan polarizada como la actual, esto podría haber tenido consecuencias relevantes. Por ejemplo, la ley más relevante que ha aprobado la Administración Biden es la "ley de reducción de la inflación" (Inflation reduction Act, IRA). Esta ley, que contiene todo tipo de medidas económicas, fiscales, como el tipo mínimo a las grandes empresas, climáticas y también de protección de la producción nacional, fue aprobada sin un solo voto republicano, aprovechando la exigua mayoría demócrata en la Cámara de Representantes, y gracias al voto de desempate de Harris en el Senado. A partir de enero, cuando se renueven el Senado y la Cámara de Representantes, esto, con gran probabilidad, no volverá a suceder, pero Biden aún podrá legislar por dos razones.

Por una parte, parece probable, aunque no completamente seguro, que los republicanos tendrán el control de la Cámara de Representantes, pero con una mayoría exigua, incluso inferior a la que disponían hasta ahora los demócratas. Las proyecciones dan ahora una ventaja republicana de 220 representantes frente a 215 demócratas. Además, donde los demócratas han perdido 4 representantes es en el Estado de Nueva York. Esto quiere decir que cambiar los distritos para maximizar el resultado, lo que se conoce como Gerrymandering, a veces lleva a perder representantes y no a ganarlos. Pero, también significa que hay varios representantes republicanos que son decisivos para la mayoría y que se enfrentarán a una reelección en territorio hostil. Esto puede dar lugar a que pacten algunas leyes en lugar de buscar la polarización extrema.

A primera vista, parece que no hay muchos cambios en la cámara más relevante, el Senado. El único escaño que ha cambiado de rojo a azul (demócrata), de momento, en el Senado ha sido el de Pensilvania. Aquí el candidato apoyado por Trump, Mehmet Oz, ha perdido por cuatro puntos frente a John Fetterman, después de que este último siguiese en la carrera, pese a haber sufrido un ictus. Para conservar el control del Senado, a los demócratas les basta con ganar dos de los tres escaños en los que todavía hay dudas: Arizona, Nevada y Georgia, que irá a un desempate el próximo mes. El resultado en Nevada no está claro, pero parece que en Arizona reelegirán al Senador demócrata Mark Kelly.

El Senado no sólo tiene la misma capacidad legislativa que la Cámara de Representantes, sino que también ratifica los representantes gubernamentales y altos cargos, así como los jueces, incluyendo los del Supremo que son vitalicios, que elige el Presidente. Por eso, la mayoría es decisiva, y no parece que los demócratas vayan a perderla. Pero incluso si eso ocurriese, todavía podrían apoyarse en alguno de los senadores republicanos moderados, que no son muchos, pero les bastaría uno.

Por otro lado, a dos años vista, para las próximas presidenciales, estas elecciones traen, también, dos malas noticias para Donald Trump. Por una parte, el único candidato republicano que le puede hacer sombra Ron de Santis, ha ganado con mucha claridad las elecciones a gobernador. Quizás la mejor noticia para los republicanos es que uno de los tradicionales estados bisagra, responsable de que Bush se impusiese a Gore, y en buena medida de que Trump ganase a Clinton, pese a que, en ambos casos, los republicanos tuviesen menos votos, Florida es un Estado ya claramente republicano. Y en esta cuestión tiene mucho que ver el voto latino, tanto de origen cubano como portorriqueño. Sin embargo, parece que otro Estado decisivo, Pensilvania, es cada vez más demócrata. Y el candidato que más había apoyado Trump es precisamente Mehmet Oz, que ha perdido por cuatro puntos el único escaño senatorial que han perdido los republicanos.

Se puede perder unas elecciones por cinco millones de votos, y al mismo tiempo, que las consecuencias políticas sean de alivio, como las que ha manifestado el presidente Biden. Sin embargo, hasta que no se decida el último escaño, esto no estará del todo claro si ha sido un triunfo, o si se queda en un "podía haber sido peor". En términos generales, quizás la mejor noticia es que los candidatos cuentan y la polarización no es tan rentable como estaba previsto. Esto no ha sido así en términos generales, pero sí en las elecciones decisivas. En un sistema electoral tan complejo como el norteamericano, no sólo se trata de tener más votos, sino de tenerlos en los lugares decisivos.

Por otra parte, y ésa es una lección extrapolable a muchas más cuestiones, tampoco es una buena idea generar unas expectativas que luego no se cumplen, porque entonces, incluso si finalmente se gana, como podría pasar, todavía, en el caso de Trump y el partido republicano, lo único que queda es una sensación de fracaso. En cualquier caso, los republicanos harían bien en cambiar a un candidato que no acepta el resultado de las elecciones, y que señala que si los republicanos ganan es gracias a él, y si pierden no es por su culpa, Donald Trump, pero de eso hablaremos otro día.

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