Correlación no implica causalidad. Vicente Nieves lleva buscando explicaciones a los movimientos de los mercados y de la economía desde la crisis financiera de 2007. Aún no tiene la respuesta.

La poderosa irrupción de la industria del shale oil (petróleo de esquisto) y del fracking (fracturación hidráulica) en EEUU generó un espejismo energético que parecía muy real. La tecnología y la audacia empresarial americana habían vuelto a salir al rescate de unos consumidores que estaban pagando precios desorbitados por el combustible. Se publicaron multitud de estudios que anunciaban la 'muerte' del petróleo caro, puesto que la industria del fracking respondería a los incentivos (precios) produciendo más crudo cuando el petróleo superase los 40-50 dólares. Sin embargo, este milagro, que puso contra las cuerdas a la OPEP+, parece estar difuminándose, dejando al mundo una vez más a merced del gran cártel del petróleo.

El petróleo ha salvado el soporte psicológico que marcan los 90 dólares al término de la semana, pero eso no ha impedido que finalmente se haya visto confirmado el temido cruce de la muerte.

Tras años de 'sufrimiento', la banca parece estar de enhorabuena. La política monetaria está recuperando la normalidad y en un sistema como el actual en el que los bancos centrales controlan los tipos de interés a través de la remuneración de las reservas, esto supone una lluvia de dinero para las entidades financieras. Cuando el Banco Central Europeo necesitaba estimular la inflación a través del crédito y la demanda, impuso los tipos negativos, que penalizaban a los bancos que dejasen su liquidez 'aparcada' (guardada en la facilidad de depósito del banco central) en lugar de prestarla. Ahora, el BCE quiere hacer lo contrario y ha comenzado a remunerar las reservas (liquidez más pura), lo que otorga a los bancos una rentabilidad libre de riesgo: 'aparcar' la liquidez en el BCE tiene premio. El problema es que esto puede ser algo impopular y podría forzar al BCE a buscar fórmulas para reducir este aluvión de millones.

En unos pocos meses, el Consejo de Gobierno del Banco Central Europeo ha sufrido una mutación extraordinaria. Dicen que a la fuerza ahorcan y eso es, quizá, lo que ha sucedido dentro de uno de los bancos centrales más 'dovish' (dominado por 'palomas' o 'doves' que defienden políticas monetarias muy expansivas, frente a los 'halcones' o 'hawks' que prefieren tipos más altos) de la última década. La inflación ha dejado sin argumentos a las 'palomas' del BCE, forzando una mutación que ha llegado hasta la propia Christine Lagarde, presidenta del instituto monetario y que se autodefinió como 'lechuza' (ni 'halcón' ni 'paloma'). La banquera francesa mostró ayer jueves su tono más agresivo hasta la fecha, con algunas frases que anticipan nuevas y grandes subidas de tipos para poner freno a la inflación.

Christine Lagarde, presidenta del Banco Central Europeo (BCE), ha advertido tras la histórica subida de tipos de interés que después de un verano en el que la actividad se ha mantenido resistente gracias a un turismo "boyante", sobre todo en los países en los que este sector tiene más peso, la actividad se va a desacelerar de forma notable.

Economía

Se esperaba que el Banco Central Europeo pintase un cuadro tenebroso en sus proyecciones macro de septiembre para la eurozona y así ha sido, aunque los analistas han calificado de "demasiado optimistas" las mismas. Pese a que ni el banco ni su presidenta, Christine Lagarde, se han atrevido a pronunciar la palabra "estanflación", el escenario queda bastante dibujado y el organismo ha llegado a emplear el término "estancamiento". Desde sus últimas previsiones, dadas a conocer en junio, el BCE ha recortado en su caso base del 2,1% al 0,9% la estimación de crecimiento para 2023. Asimismo, ha disparado del 3,5% al 5,5% las de inflación para el año próximo. En este mismo capítulo, el banco central eleva las perspectivas de inflación para 2024 del 2,1% al 2,3%. En lo tocante a este 2022, la revisión contempla una subida de los precios del 8,1% frente al 6,8% calculado previamente.

El Banco Central Europeo (BCE) ha subido los tres tipos de interés clave en 75 puntos básicos (pb), el movimiento al alza más contundente de su toda su historia. De esta forma, los 'halcones' (defienden una política monetaria más agresiva) parecen haber ganado una nueva batalla a las 'palomas' que abogaban por una subida de 50 pb. El objetivo de esta subida es poner coto a una inflación descontrolada, enfriando la economía con unas condiciones financieras más duras. Las subidas de tipos de interés oficiales se trasladan al resto de tipos del mercado como el euríbor (hipotecas más caras), créditos al consumo, empresas, etc. Esto, en principio, debería poner freno a la inflación que se genera desde el lado de la demanda.

Oleada de ventas en los futuros de petróleo. El crudo ha sido una de las materias primas que más encareció con la recuperación poscovid y, sobre todo, tras el inicio de la invasión de Rusia a Ucrania. El petróleo llegó a rozar, incluso, los 140 dólares. Ahora, la situación parece estar revirtiéndose, al menos en parte, ante el riesgo de recesión y el miedo a una menor demanda de petróleo de China. Tal es la situación, que los futuros de crudo Brent y West Texas han dibujado el 'cruce de la muerte', una figura técnica de marcado riesgo bajista en los mercados.

Nada más abrir la puerta del número 10 de Downing Street, la conservadora británica Liz Truss, a la que no pocos consideran la nueva Margaret Thatcher, se ha topado con la economía más doliente del G-10. Sabedora de ello, la sucesora de Boris Johnson llevaba bajo el brazo un gigantesco plan de apoyo a la economía que se sustenta en un pilar básico: masivas bajadas de impuestos. Aunque la nueva primera ministra del país ganó las primarias de su partido bajo esta promesa, los analistas ya empiezan a advertir de sus riesgos. El informe más sonado ha sido uno de Deutsche Bank que contempla un deterioro del déficit exterior británico de tal calibre, que para compensarlo la libra tendría que caer un 30% desde los niveles actuales, los más bajos desde 1985.

La política monetaria ha dado un giro de 180 grados en cuestión de meses. Tras años de tranquilidad en los que se llegó a dar por muerta a la inflación en los países avanzados, las subidas de precios han reaparecido con violencia. La banca central se ha visto obligada a cambiar drásticamente el significado de sus promesas, pasando de prometer que se haría lo que fuese necesario para generar inflación, a prometer que se hará lo que sea necesario para destruir la inflación. El mítico whatever it takes que pronunció Mario Draghi (expresidente del BCE) prometía hacer lo que fuera necesario para evitar que la crisis de deuda de 2011 acabase con el euro. Ahora, esas mismas palabras han sufrido una mutación y tienen otra misión bien diferente: convencer a los mercados de que la banca central ganará el pulso a la inflación.