Periodista económico

A la espera de conocer cuál será finalmente la fórmula de gobierno en Alemania, probablemente el hecho más relevante de las elecciones alemanas de este domingo no sea la ruptura del bipartidismo con el consiguiente aumento de la inestabilidad, sino la retirada política de Ángela Merkel. La impulsora y artífice del Tratado de Lisboa que supuso la refundación de una Unión Europea que prácticamente no ha jugado ningún papel en la campaña de ninguno de los candidatos, y que se enfrenta, una vez más, a una encrucijada de incertidumbres sobre su reorganización y su futuro.

Mientras el presidente Pedro Sánchez y su adelantado, el ministro Albares, se esfuerzan en reivindicar en EE UU y ante los líderes empresariales de todo el mundo que ahora es el momento para invertir en España los analistas y los inversores extranjeros continúan mostrando su escepticismo y su preocupación sobre una recuperación que todavía es sólo repunte y por la deriva política del Gobierno socialcomunista al detectar una creciente falta de seguridad jurídica y la ausencia de compromiso con las reformas estructurales además de una escasa rentabilidad a largo plazo debido a la incapacidad de la economía para innovar.

He aquí el tinglado de la antigua farsa. La frase con que Jacinto Benavente inicia el acto primero de sus inmortales intereses creados sirve para definir lo que está ocurriendo con la llamada Mesa de Diálogo de Cataluña qué, a fuerza de antigua, insólita y sumamente larga está pasando de farsa a culebrón, y cuyo último episodio ha sido la exhibición de ingenuidad, ceguera o de docilidad demostrada por los barones territoriales del PSOE dando el beneplácito a esa negociación bilateral entre el Gobierno de España y la Generalitat de Cataluña sólo aceptando la palabra de Sánchez de que la Mesa no supondrá discriminación alguna hacia las otras autonomías del Estado.

Análisis

Con los vientos de las encuestas a favor, todas menos el circo de Tezanos, y la credibilidad de Pedro Sánchez y el gobierno de coalición en mínimos, el Partido Popular prepara la convención nacional que se celebrará del 27 de septiembre al 3 de octubre, con fin de fiesta en Valencia y que se pretende sea el trampolín definitivo que lleve a Pablo Casado a La Moncloa, sobre la base de tres ejes prioritarios: el rearme ideológico del partido, enmarcado bajo el lema "España y Libertad, la economía como ariete fundamental en la estrategia de oposición y recuperar la unidad del centroderecha.

El mismo gobierno que se lavó las manos en la pandemia para ceder la gestión a las autonomías, desvía ahora la responsabilidad de las subidas desbocadas del precio de la luz a las empresas eléctricas mientras aprueba, por decreto y sin pasar por el Parlamento, un paquete de medidas que además poco eficaces porque supondrán como mucho una rebaja del 20 por ciento en la tarifa cuando sólo en agosto ha subido un 34 por ciento, son también pan para hoy y hambre para mañana puesto que lo que el consumidor se va ahorrar ahora lo va a tener que pagar a partir de marzo.

Advertía el que fuera ministro socialista de Administraciones Públicas, además de destacado economista, Jordi Sevilla que a la mejora de la economía que está viviendo España no se le puede llamar todavía recuperación, y se trata sólo de un rebote consiguiente a la fuerte caída de la actividad económica provocada por la crisis sanitaria. Y, efectivamente, con 4.405.563 personas inactivas que suponen la segunda mayor tasa de desempleo de la UE, sólo por detrás de Grecia, 44.640 empresas destruidas sólo en el primer semestre de este año, más de un millón de personas en situación de pobreza severa, una inflación que subió al 3,3 por ciento en agosto la tasa más alta de los últimos diez años, una clase media asfixiada por los impuestos y la subida de los precios, y la competitividad exterior de nuestras empresas y productos en línea descendente no se puede hablar de recuperación.

“Hay encuestas y hay apuestas. Hay estimaciones y hay ensoñaciones”. Así ironizaba el secretario de Estado de Relaciones con las Cortes, Rafael Simancas, tras conocer el resultado del último sondeo electoral de Sigma Dos que confirma el declive del PSOE mientras el Partido Popular mantiene su línea ascendente, por encima de los 130 diputados que le darían la mayoría absoluta y el Gobierno con el apoyo de VOX.

No puedo estar más que plenamente de acuerdo con el Presidente del Gobierno cuando enarbola esa bandera de la recuperación justa. La aplaudo y la defiendo. El problema puede estar en que tengo la impresión de que el concepto de justicia de Pedro Sánchez y el mío difieren sustancialmente, además de que él, primero en la oposición y luego en el Gobierno, ha demostrado que es poco de fiar y su palabra no merece ningún crédito.

Anda nuestro presidente del Gobierno adaptándose a esa nueva imagen que le ha diseñado el tándem López-Bolaños de moderación y de empatía, gracias que no quiso darle el cielo, y vendiendo como cada inicio de curso político una agenda social que este año viene marcada por el compromiso de subir unilateralmente el salario mínimo interprofesional (SMI), despreciando el diálogo social. Aumento que, con una inflación desbocada del 3,3 por ciento interanual en agosto, récord en los últimos diez años, supone una seria amenaza para la recuperación además de un freno a la creación de empleo, como reflejaba el Banco de España en un reciente informe en el que elevaba a 174.000 los puestos de trabajo destruidos por la subida del SMI en 2019.