Mientras el presidente Pedro Sánchez y su adelantado, el ministro Albares, se esfuerzan en reivindicar en EE UU y ante los líderes empresariales de todo el mundo que ahora es el momento para invertir en España los analistas y los inversores extranjeros continúan mostrando su escepticismo y su preocupación sobre una recuperación que todavía es sólo repunte y por la deriva política del Gobierno socialcomunista al detectar una creciente falta de seguridad jurídica y la ausencia de compromiso con las reformas estructurales además de una escasa rentabilidad a largo plazo debido a la incapacidad de la economía para innovar.
El reciente decreto de medidas extraordinarias para rebajar el recibo de la luz con el recorte de los beneficios a las compañías eléctricas, la insistencia en derogar la reforma laboral; el sistema de pensiones para aumentar la edad de jubilación y elevar las cotizaciones a la seguridad social de los autónomos y, el aumento de una fiscalidad ya esquilmatoria de por sí, son volcanes en erupción que asustan a los inversores y aplazan o anulan los proyectos de inversión.
Eso y que si la economía española aguanta es por la política de compras del Banco Central Europeo que en 2020 adquirió 120.000 millones de deuda española, el equivalente a la emisión neta del país, pero que no va a seguir así. De hecho, el BCE ha anunciado ya una reducción en el ritmo de compras de deuda de su programa de emergencia contra la pandemia, lo que obligará a la economía española a salir a los mercados financieros en el corto y medio plazo con el consiguiente aumento de los costes por los mayores tipos de interés.
Y, con estas, sale ahora Unidas Podemos, miembro del Ejecutivo de coalición, y exige subir los impuestos a las empresas para aprobar los Presupuestos. Y lo hace justo cuando el Banco de España ya ha enfriado el optimismo al rebajar hasta el 6,3 por ciento su previsión de crecimiento de la economía española para este año, dos décimas menos que el Gobierno y a sólo el 5,9 el del año próximo frente al 7 por ciento del Ejecutivo, tasas que Axesor Rating rebaja aún más al situar sus estimaciones de crecimiento en el 6,1 para este año y en el 5,7 por ciento para el próximo.
Unos avances que el conjunto de los analistas coincide en que son consecuencia del empuje del consumo interno -impulsado por los buenos resultados del turismo en la campaña de verano y la supresión de las restricciones a la hostelería y el ocio- y también por la notable mejoría del sector exterior que, como apuntan los técnicos de Axesor "se consolida como el motor indiscutible de la economía española". Sectores ambos que empiezan a verse seriamente amenazados por el encarecimiento de las materias primas en los mercados internacionales, una inflación desbocada por la subida de los precios energéticos y por decisiones políticas populistas como el aumento del salario mínimo o las subidas fiscales que suponen un serio perjuicio para la competitividad de nuestras empresas y de nuestras exportaciones, un freno a las inversiones extranjeras, la pérdida de poder adquisitivo de las clases medias y un aumento del paro y de la economía sumergida.
Da la impresión que, como con el manto de Penélope, lo que los agentes económicos y las ayudas de la Unión Europea tejen por el día para activar la recuperación, desde el gobierno se empeñan en deshacerlo por la noche.
El Gobierno y también los elementos que, dicen fueron los que destruyeron la Invencible. Porque desde que Pedro Sánchez es presidente del Gobierno, las calamidades se suceden implacables e imparables sobre España en forma de pandemia sanitaria por el COVID, la borrasca Filomena, riadas devastadoras por la DANA, subidas históricas en el precio de la electricidad, incendios forestales catastróficos como el último de Sierra Bermeja en Málaga y, ahora, el volcán de la isla de La Palma. De los gafes dicen como de las brujas, que no existen; pero haberlos haylos.