
El mismo gobierno que se lavó las manos en la pandemia para ceder la gestión a las autonomías, desvía ahora la responsabilidad de las subidas desbocadas del precio de la luz a las empresas eléctricas mientras aprueba, por decreto y sin pasar por el Parlamento, un paquete de medidas que además poco eficaces porque supondrán como mucho una rebaja del 20 por ciento en la tarifa cuando sólo en agosto ha subido un 34 por ciento, son también pan para hoy y hambre para mañana puesto que lo que el consumidor se va ahorrar ahora lo va a tener que pagar a partir de marzo.
Es de justicia reconocer que el gobierno ha hecho probablemente lo que podía hacer, aunque también constatar que no todo lo que podía hacer. El IVA podría rebajarse no al 10 por ciento como ha hecho sino hasta el 4 por ciento y el impuesto de generación se reduce sólo hasta el 31 de diciembre cuando los expertos hablan que las subidas durarán al menos hasta marzo o abril del año próximo.
Se trata un parche temporal motivado no por atender al interés general sino por la necesidad imperiosa de remontar la caída en las encuestas, que va a abrir una batalla jurídica por parte de las compañías a las que se les incautan más de 2.300 millones de euros, y que crea inseguridad jurídica con el consiguiente efecto desincentivador sobre las inversiones extranjeras.
Pero una vez más este gobierno, como los que les precedieron, ni sabe ni se atreve a plantear las soluciones a largo plazo y duraderas para garantizar la sostenibilidad del sistema eléctrico: una reforma fiscal que libere a los consumidores de todos los impuestos que son ajenos a la generación y distribución de la electricidad, por un lado; y por otro un Plan Energético Nacional, serio, realista y basado no en decisiones políticas sino en los recursos, capacidades y necesidades del país con el menor impacto posible sobre el bolsillo de los ciudadanos.
Un Plan energético que pasa ineludiblemente por acabar con esa demonización de la energía nuclear, tan demagógica como hipócrita, porque mientras aquí se estigmatizan y se prescinden de las nucleares estamos comprando electricidad a Francia que procede de centrales nucleares, algunas de las cuales están situadas a menos de 100 kilómetros de las fronteras españolas con el consiguiente riesgo en caso de un accidente.
Francia tiene 80 centrales nucleares y un precio de la electricidad a 80 euros megavatio, menos de la mitad del que pagamos en España donde sólo hay siete y en proceso de desmantelamiento. Pero no es sólo el país vecino. El Reino Unido dispone hoy de 16 centrales nucleares activas y ha iniciado un plan de construcción otras seis nuevas. Y China con otras 16 nucleares activas y 27 inactivas está elaborando un programa de impulso al desarrollo de la energía nuclear como herramienta clave para reducir sus emisiones de CO2.
Porque la energía nuclear es limpia, barata y, además segura. Las centrales nucleares se encuentran entre las instalaciones más seguras del mundo desde el punto de vista tecnológico y físico. Disponen de tres niveles de seguridad que abarcan desde el diseño de la instalación hasta los procedimientos de funcionamiento y el entrenamiento del personal de operación. De los primeros trabajos realizados para calcular la probabilidad de los accidentes de gran magnitud, que se resumen en el informe WASH-1250, se deduce que la probabilidad de un accidente catastrófico en una central nuclear es muy pequeña: del orden de 1 en 1 000 000 000 por año de funcionamiento, muy inferior, ejemplo, al riesgo en la aviación. Y en el caso concreto de España nunca ha habido un suceso clasificado como accidente según la escala INES (International Nuclear Event Scale).
Parar las centrales nucleares en España, como puede derivarse de la aplicación del Real Decreto Ley aprobado por el Consejo de Ministros, pondría en riesgo el 23 por ciento de la producción eléctrica y el Foro de la Industria Nuclear ya ha advertido de que si el proyecto de Ley del CO2 sale adelante se verán obligados a cesar la actividad del parque nuclear. Decisión que no saldrá gratis y podría encarecer aún mucho más el recibo de la luz. Así de claro y así de simple.