
Donald Trump está siendo uno de los presidentes de EEUU más singulares de la historia. Entre sus peculiaridades, que no son pocas, se encuentra la cantidad de comentarios controvertidos que lanza a través de su red social favorita, Twitter. Dentro de sus peticiones económicas había dos bastante recurrentes: pedir a la Fed unos tipos de interés más bajos o incluso negativos y a la OPEP un petróleo barato. Los sueños de Trump se han hecho realidad. Ante la crisis del coronavirus, la Reserva Federal ha cercenado los tipos de interés en dos puntos porcentuales en menos de un año para dejarlos en el 0%, mientras que el precio del petróleo se ha desplomado más de un 60% desde máximos anuales. Sin embargo, los tipos cero y el petróleo barato no van a ser sinónimo de fortaleza económica, como ya le advirtieron, más bien todo lo contrario. En noviembre de 2019, un editorial del banco suizo UBS le dijo a Trump que debía tener "cuidado con desear los tipos de interés negativos". En noviembre de 2020, un año después y quizá con tipos negativos (las letras del Tesoro por ejemplo), las elecciones presidenciales pueden terminar de convertir el sueño de Trump en su peor pesadilla.
Trump acusaba a la zona euro o a Japón de beneficiarse de unos tipos de interés negativos que mantenían al euro y al yen en una posición de debilidad frente al dólar. De este modo, los bienes y servicios producidos en estos países tenían una ventaja competitiva 'artificial' respecto a los producidos en EEUU. Ante estas acusaciones, el editorial del banco suizo (Suiza es el rey de los tipos negativos) UBS publicado en noviembre de 2019 lanzó un mensaje a Donald Trump: "Cuidado con desear los tipos de interés negativos".
"Los tipos negativos en la zona euro, Japón y Suiza son esencialmente la consecuencia de una demanda débil y un exceso de ahorro sobre la inversión. Estas políticas, combinadas con las compras de activos, han arrastrado los tipos de interés y han aplanado la curva de rendimientos", rezaba la nota de UBS. "El historial económico a largo plazo de los tipos negativos ha sido, en el mejor de los casos, mixto", comentaban estos economistas. Desde que el Banco de Japón (BoJ por sus siglas en inglés) introdujo los tipos de interés negativos en 2016, el crecimiento económico se ha mantenido moderado y la inflación ha estado por debajo del objetivo del banco central.
Sueños hechos realidad
Ahora Trump tiene los tipos de interés oficiales que maneja la Fed en el 0%, mientras que algunas letras del Tesoro han llegado a caer a territorio negativo. Pero el deseo de los tipos negativos suele venir acompañado de malas noticias para la economía, como explicaba el editorial de UBS. El presidente de EEUU se enfrenta, probablemente, a la mayor recesión económica de las últimas décadas, que podría llevar a la tasa de paro a niveles desconocidos, aunque sea de forma temporal.
El otro deseo de Donald Trump puede empeorar todavía más las cosas. La guerra de precios y de producción de petróleo entre la OPEP y Rusia (junto con un descenso de la demanda) ha hundido los precios del petróleo. Trump exigía a la OPEP un petróleo barato que ayudase a estimular el consumo y poder adquisitivo de los americanos. Ahora, el precio del petróleo ha caído tanto que pone en serio riesgo a la industria del shale oil (petróleo de esquisto) en EEUU, uno de los sectores que mayor simpatía ha mostrado por Trump desde el primer momento.
La creciente importancia del sector del fracking y el shale oil en EEUU en los últimos ocho años ha incrementado la influencia de esta industria sobre el empleo y la economía en general. Según los datos que maneja la American Petroleum Instiute (API), la industria del petróleo y gas natural supone 10,3 millones de trabajos y alrededor del 8% del PIB de la mayor economía del mundo.
Probablemente Trump se arrepentirá de haber pedido a la OPEP más petróleo y más barato. Probablemente no, seguro. El equipo de gobierno de Trump está intermediando entre Arabia Saudí y Rusia para que recuperen su política de coordinación y devuelvan los precios del crudo a un nivel que permita seguir operando a la industria del fracking en EEUU.
La lucha por evitar el descalabro
Tanto el Ejecutivo como el Legislativo y el banco central han decidido arrimar el hombro viendo la que se viene encima de la economía de EEUU. Así, el Senado y la Cámara de Representantes aprobaban esta semana un plan de rescate económico de 2,2 billones de dólares, el mayor de la historia del país, "una inversión al nivel de tiempos de guerra", como señaló el líder republicano en el Senado, Mitch McConnell. Préstamos blandos a empresas, ayudas a grandes corporaciones que se van a ver muy perjudicadas por el coronavirus, cheques a ciudadanos con rentas medias y bajas y la ampliación de la cobertura del desempleo son algunas de las medidas incluidas en esta ley, rubricada por el presidente en la tarde del viernes.
Por su parte, la Reserva Federal ha anunciado la compra ilimitada de activos en su intento por calmar a las bolsas, que han caído desde máximos históricos hasta niveles de cuando aún gobernaba Obama, hace tres años y medio, con una caída superior al 30% en el S&P 500 en apenas un mes. El banco liderado por Jerome Powell añadió al paquete un programa de préstamos que asciende a 300.000 millones de dólares destinados a pequeñas y medianas empresas además de una línea de crédito a plazo fijo respaldada por activos implementada durante la crisis financiera.
Estas ayudas parecen haber calmado a Wall Street, que al cierre del jueves repuntaba más de un 17% desde mínimos. Sin embargo, parece que el miedo ha hecho mella en la economía real, y EEUU registraba ayer el mayor incremento de su historia en peticiones de desempleo, hasta los 3,283 millones, once veces más que la semana precedente. La afectación de la crisis sobre el sector servicios será muy alta, y la tasa de desempleo del 3,5% que recogen los últimos datos disponibles de inicios de marzo podría haber marcado ya su mínimo en lo que va de siglo.
Una gestión sanitaria con altibajos
Pero, además del revés económico, Trump se enfrenta a unas semanas o meses de campaña donde el número de muertos por coronavirus va a ser la noticia principal en el país. Aunque la enfermedad ha hecho su aparición en suelo estadounidense varias semanas después de que se vieran los estragos que causó en China, e incluso en Italia o España, el gobierno federal no solo no tomó medidas sanitarias -sus competencias en este sentido son limitadas- sino que ha ido restando importancia al virus incluso cuando los contagiados en el país se contaban ya por miles.
Aunque Trump pueda estar ahora de celebración por el hecho de que, por segunda semana en su presidencia, haya más americanos que aprueban su gestión que aquellos que la critican -49% frente a 45%, según Gallup-, los efectos de la pandemia empiezan a hacerse patentes. A día de hoy, EEUU es el país con más contagiados del mundo con más de 86.000, mientras que el número de víctimas mortales supera las 1.300. En una semana ha cuadruplicado el número de enfermos por Covid-19. En esa misma semana, el presidente dijo que los estados no deben cerrar sus comercios más de quince días porque "no podemos permitir que la cura sea peor que el propio problema" y ha criticado reiteradamente a los medios críticos con su gestión.
Aunque su administración actuó rápido para limitar los viajes desde China, tan pronto como el 3 de febrero, un mes antes de que la OMS declarase la pandemia, buena parte de sus decisiones posteriores parecen haber llegado demasiado tarde. Ordenó cerrar las fronteras a Europa el 12 de marzo, cuando ya había 1.700 contagiados en el país. Con Canadá y México lo hizo unos días después, en el momento en el que la curva de infectados empezaba a acelerarse. El 13 de marzo declaró el Estado de Emergencia Nacional.
Por otra parte, Trump ha presumido de que EEUU ha realizado más test que nadie para la detección del coronavirus, pero sin tener en cuenta que la cuantía sigue siendo muy inferior a la de Italia o Corea del Sur si se tiene en cuenta la proporción por número de habitantes. La respuesta en este ámbito sigue siendo lenta, a pesar de que el poder de compra de EEUU a la hora de adquirir tests y material médico es muy superior al del resto de países afectados, dado el tamaño de su economía.
En este sentido, la Casa Blanca recuperó el pasado día 18 la Ley de Producción de Defensa, que permite al sector público requisar los medios de producción privados para hacer frente a la emergencia sanitaria. La norma, elaborada en 1950 durante la guerra de Corea para apoyar el esfuerzo bélico, sólo será utilizada "en el caso del peor escenario posible", según el propio Trump. Aunque la orden ejecutiva que invoca la ley asegura que "es fundamental que todos los recursos sanitarios y médicos necesarios para responder a la difusión del Covid-19 sean adecuadamente distribuidos al sistema nacional de salud y a otros que más lo necesiten en este momento", Trump tardó en casi diez días en ejecutar la ley. Este viernes ordenó a General Motors que fabrique 40.000 nuevos respiradores.
Unas elecciones en el peor momento
Así, Trump se encuentra en una tesitura complicada: el número de víctimas mortales y de contagiados por la pandemia irá en aumento a medida que se acerquen las elecciones de noviembre. Se avecina una campaña presidencial en la que la sanidad estará en el centro del debate, poniendo sobre la mesa que uno de los primeros fracasos del presidente fue establecer el sistema sanitario que él defendía. Además, aunque sea complicado, el demócrata Bernie Sanders, que aboga por una sanidad pública universal, aún está a tiempo de ganar las primarias de su partido frente a un exvicepresidente Joe Biden que aboga por recuperar el 'Obamacare'.
A su vez, la ralentización de la economía nacional y mundial se hará patente, lo que hace posible que se llegue a los comicios con el peor dato de paro y de crecimiento económico de su presidencia, las dos grandes bazas que ha esgrimido durante cuatro años. Tampoco parece que el mercado bursátil vaya a recuperar en siete meses los máximos históricos que registraba Wall Street antes de la expansión del coronavirus.
Quizá ya es demasiado tarde. La mayor potencia del mundo había resistido mejor que ningún país desarrollado la desaceleración económica, pero el 'golpe' de esta crisis, que ha hecho realidad los 'sueños' de Trump, parece inevitable. Una recesión que llega en el peor momento para Trump, a las puertas de unas elecciones presidenciales que antes de que sus sueños se hicieran realidad parecía tener ganadas.