Economía

Solo una debacle en el empleo haría que Alemania se pensara dos veces su rechazo a aplicar los estímulos fiscales que le pide el BCE

  • Su economía creció en el tercer trimestre, pero "sigue siendo débil"
  • Analistas y el sector privado ven necesaria una inyección de 450.000 millones
  • "El Banco Central Europeo no cambiará su estrategia", según Ostrum AM
La presidenta del Banco Central Europeo (BCE), Christine Lagarde, y el ministro alemán de Finanzas, Olaf Scholz. Autor: Reuters.

Hace veinte días que Christine Lagarde comenzó su etapa al frente del Banco Central Europeo (BCE). Es la primera mujer en la presidencia del eurobanco y su elección no fue casual. En su perfil político está la razón: una baza para continuar la misión de su antecesor, Mario Draghi, de conseguir el apoyo fiscal de los Gobiernos para que la economía de la Eurozona sea cada vez más independiente de su política monetaria. Y entre todos destaca Alemania, principal economía de la zona euro y estandarte de la austeridad en la última crisis del euro. A pesar de encontrarse al filo de la recesión por ser la principal víctima de las tensiones comerciales entre EEUU y China, se mantiene reacia a activar los estímulos que el BCE desea (y los expertos ven altamente necesarios). El último dato de producto interior bruto refuerza los argumentos de Berlín para no recurrir al gasto público, por lo que la única esperanza que tiene el eurobanco es que empeore su nivel de empleo. La crisis industrial de las fábricas alemanas ha destruido ya más de 80.000 puestos de trabajo y el paro está empezando a flaquear. Pero, ¿será suficiente para convencer al Gobierno de Merkel?

Alemania volvió a sorprender la semana pasada con el leve crecimiento de su economía. Aunque los últimos datos de su comercio exterior ya suponían un cambio al ser mucho mejores de lo esperado, gran parte de los analistas daban por sentado que la mayor potencia de la zona euro entraría en recesión técnica. Y no ha sido así. Su producto interior bruto (PIB) creció un 0,1% en el tercer trimestre frente a la caída del 0,2% que vivió entre abril y junio (corregida desde el -0,1% que se calculó en un primer momento). Por tanto, no sumó dos trimestres de contracción, el requisito necesario para hablar de recesión técnica.

El dato es positivo por los pelos, pero suficiente para que el Gobierno de Angela Merkel siga haciendo oídos sordos a los ruegos del BCE. El organismo lleva meses pidiendo auxilio a aquellos Gobiernos con capacidad para estimular la economía y paliar la desaceleración de la Eurozona. "Hay países que tienen espacio fiscal y no lo usan", aseguró Draghi en una entrevista a Financial Times en septiembre.

"El BCE no puede impulsar solo la economía de la Eurozona"

El objetivo final del italiano siempre ha sido que el crecimiento de la economía europea cada vez dependa menos de la política monetaria del eurobanco. El PIB de la Eurozona registra aumentos inferiores al 1% (en tasa trimestral) desde hace una década. Y si por algo será recordada la 'era Draghi' en el BCE es precisamente por la larga lista de medidas extraordinarias que el ya expresidente ha llevado a cabo para evitar que la situación haya sido (y sea) peor.

"Ha hecho prácticamente todo lo que ha podido", aseguró Esty Dwek, responsable de estrategia de mercado global de Dynamic Solutions (Natixis IM), en un encuentro con periodistas el mes pasado. "El BCE no puede impulsar la economía de la Eurozona solo", añadió. Y lo mismo pensaba el propio Draghi. Por eso defendió en una de sus últimas comparecencias que "es hora de que la política fiscal se haga cargo".

Alemania, la que más se lo puede permitir

Entre todos los países de la Eurozona que se pueden permitir ayudar a la economía destaca Alemania. ¿Por qué? Porque registra superávit desde 2014 y no tiene déficit desde 2012. En otras palabras: Berlín lleva casi siete años gastando menos de lo que ingresa. En 2018 su superávit se situó en el 1,9% respecto al PIB, frente al déficit del 0,5% que registró de media la zona euro, según datos de Eurostat, el instituto estadístico de la Unión Europea (UE). En la otra cara de la moneda están países como España, que registró un déficit del 2,5% al cierre del año pasado.

Sin embargo, Draghi nunca ha señalado directamente a Alemania (ni a ningún otro país). "En el BCE somos extremadamente humildes haciendo recomendaciones a los gobiernos", decía. Pero el italiano se fue y pasó el testigo a Lagarde. Y las cosas cambiaron incluso antes de que cogiera el timón del organismo oficialmente: en una entrevista a dos días de comenzar su presidencia, defendió que algunos países "no han hecho realmente los esfuerzos necesarios". "Y estoy pensando obviamente en países que tienen superávits persistentes en sus presupuestos ahora, como Holanda, Alemania y algunos otros en el mundo", dijo. Países Bajos tuvo un superávit del 1,5% al cierre de 2018 y no registra déficit desde hace tres años.

Lagarde hizo esas declaraciones como forma de presión al Gobierno de Merkel en un momento en el que se daba por hecha la recesión en Alemania. Sin embargo, la ha esquivado (como ya hizo a finales de 2018), por lo que puede obviar las recomendaciones del BCE. O eso piensa el Ejecutivo germano: Olaf Scholz, ministro de Finanzas, se mostró el jueves pasado "muy optimista" y aseguró que "no ve necesarios estímulos adicionales".

El desempleo, la clave

¿Qué podría convencer a Berlín para sacar la cartera? Para el Gobierno alemán no importa tanto que el PIB suba o baje como que el paro empiece a descontrolarse. Actualmente la tasa de desempleo en Alemania se encuentra muy cerca de mínimos históricos en el 5%, pero hay señales de que el mercado laboral puede empeorar en los próximos meses.

Desde 2015, la caída del paro ha sido prácticamente ininterrumpida hasta este ejercicio. Volvió repuntar en octubre por quinta vez. Pero el mercado de trabajo germano está comenzando a resentirse por la debacle que está sufriendo la industria del país.

La última gran compañía en anunciar recortes de plantilla ha sido el fabricante alemán de vehículos Daimler. La semana pasada avanzó que reducirá un 10% los puestos de trabajo en Mercedes, y ya había anunciado anteriormente 1.000 despidos de directivos.

En junio el otro emblema automovilístico, Volkswagen, comunicó un recorte de 4.000 personas. Y es que el sector más importante de la industria alemana no solo afronta las tensiones provocadas por la guerra comercial entre Estados Unidos y China, sino también problemas estructurales por la transición del motor a combustión al eléctrico, agravado por las mayores exigencias de los reguladores con las emisiones contaminantes.

Además, no solo las automovilísticas se están enfrentando a ajustes. Bosch, el gigante de componentes, ha anunciado casi 3.000 despidos. También el fabricante de neumáticos Continental reducirá su personal en 20.000 puestos de trabajo (7.000 afectados en las factorías de Alemania). Y su competidor francés Michelin cerrará las plantas en el país.

Y la lista continúa: la farmacéutica Basf despedirá hasta 3.000 personas en Alemania; la acerera Thyssenkrupp, otras 4.000. En total, según cálculos de Bloomberg, la cifra asciende a más de 80.000 empleos suprimidos desde que comenzó el año.

Es cierto que las cifras están todavía lejos de los ajustes que realizaron las empresas germanas en 2009, como recordaba hace unas semanas Phil Smith, economista jefe de IHS Markit. Pero son lo suficientemente altas para que la creación de empleo en el sector servicios no haya logrado compensar las pérdidas de trabajo en la industria. Por primera vez en seis años, el sector privado no ha sido capaz de generar empleo en octubre.

Hay que tener en cuenta que los ajustes de las empresas alemanas tardan en llegar a los datos oficiales. Las leyes laborales del país favorecen la negociación con los sindicatos para evitar despidos innecesarios (se convierten en reducciones de jornada o salidas voluntarias que tardan años en ejecutarse). Según el instituto de investigación Ifo, el número de compañías que esperan reducir las horas de los empleados se ha triplicado desde el año pasado.

Pese a todo, el banco central de Alemania (Bundesbank) no prevé un gran impacto. "Es probable que el mercado laboral se mantenga bastante robusto y se espera que los salarios crezcan considerablemente, con lo que las perspectivas de ingresos de los hogares deberían seguir siendo favorables", señala en su último informe mensual.

También lo cree así la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), que no espera "grandes deterioros en el mercado laboral" debido a "la escasez de mano de obra calificada" y "los programas para apoyar la flexibilidad en las horas de trabajo".

El PIB alemán "no es satisfactorio"

En cambio, para algunos expertos la situación del país es peligrosa. "Una crisis aún parece poco probable, pero esperamos un periodo de estancamiento más a largo plazo", pronostica Castren Brzeski, economista jefe de ING. Por su parte, Philippe Waechter, economista jefe de la gestora Ostrum AM (Natixis IM), asegura que "la economía alemana sigue siendo débil y aún se necesitan medidas de política económica".

En declaraciones a elEconomista.es, este último analista recuerda que el consumo de los hogares y el gasto del Gobierno fueron los principales motivos por los que la economía alemana creció entre julio y septiembre, junto con el aumento de las exportaciones. En cambio, la inversión empresarial se redujo. "Todas las dudas que teníamos sobre Alemania no se han evaporado", recalca.

"La economía alemana sigue en una dinámica débil vinculada principalmente al contexto internacional"

"La economía alemana sigue en una dinámica débil vinculada principalmente al contexto internacional. Esto se refleja en el impulso negativo de la inversión corporativa", insiste Waechter. Por ello este experto critica que Berlín siga con su actitud de "esperar y ver" ya que, opina, un crecimiento del 0,1% "no es suficiente para descartar una política fiscal proactiva".

"El crecimiento alemán estará muy por debajo del 1% este año y esto no puede ser satisfactorio", subraya el economista jefe de Ostrum AM. Según las últimas proyecciones económicas de la OCDE, el PIB crecerá tan solo un 0,6% a cierre de 2019. El Bundesbank admite que la debilidad en la economía continuará en el último trimestre de 2019. "Sin embargo, no se espera un ajuste apreciable", estima el organismo.

La OCDE vaticina unos aumentos del PIB del 0,4% y del 0,9% en 2020 y 2021, respectivamente. "Se espera que el consumo privado y la construcción resistan, pero las debilidades en el sector manufacturero se extenderán al resto de la economía", advierte.

Inversiones necesarias

Pero para Philippe Waechter nada cambiará hasta que la inversión empresarial rebote fuertemente en Alemania. En esta línea, Brzeski alude al retraso tecnológico que sufren industrias clave en el país. En la transformación de la economía, Berlín va varios pasos por detrás después de años de estar a la vanguardia.

Ejemplo de ello es que Alemania tiene la conectividad con 4G más baja de Europa, con millones de usuarios en áreas rurales que tienen problemas para conectarse a estas redes. Y las famosas infraestructuras que han hecho grande al país se están quedando obsoletas.

Por ello la poderosa patronal de la industria reclama al Gobierno de Merkel un macro plan de inversiones para modernizar el país. Según un estudio del prestigioso Instituto de Economía de Colonia, las inversiones necesarias alcanzan los 450.000 millones de euros. Una cifra muy inferior a los 50.000 millones de los que habló Olaf Scholz en verano, cuando más dudas existían sobre la economía alemana.

"La falta de inversión es una preocupación real", denuncia Dieter Kempf, jefe de la patronal de la industria. En un movimiento conjunto, el sector privado y los think thank del país han presentado una propuesta conjunta para sortear los límites constitucionales al aumento del gasto público. Desde 2008 existe la regla schwarze null para los presupuestos, que consiste en blindar el déficit y el endeudamiento en la Constitución. Así, la deuda federal neta solo puede aumentar un 0,35% con el PIB creciendo. En caso de contracción del 0,5%, el Gobierno estaría autorizado para inyectar 3.500 millones a la economía.

Nada cambia para el BCE

Ante este oscuro panorama, Waechter asegura que el reciente crecimiento del PIB alemán no cambia nada en la estrategia del BCE. "Lagarde tiene una tendencia más política que Draghi pero el objetivo es el mismo", afirma. Por lo que es de esperar que la nueva presidenta del eurobanco no cese en su empeño de persuadir y, por tanto, siga con su estilo propio: siendo más clara y directa que su antecesor al pedir el respaldo de Alemania (y otros países).

"Para mejorar las perspectivas de crecimiento a medio y largo plazo, es necesaria una política fiscal más sólida", insiste el economista. Y es que el riesgo sigue siendo alto pese a que no hay recesión. El modelo económico germano depende demasiado de "los impulsos provenientes del exterior". Un pilar débil si se tiene en cuenta la actual desaceleración de China, la segunda mayor potencia del mundo. "No podemos esperar un rápido repunte en Alemania", avisa.

El experto de Ostrum AM pone como ejemplo de posible política económica la transición energética para acelerar la salida alemana del carbón. "Eso sería bueno para el planeta, Alemania y Europa", defiende. Una opinión parecida a la de la OCDE: "Como la inversión es necesaria en una amplia gama de sectores de infraestructuras y la economía se está desacelerando, los márgenes presupuestarios permitidos bajo el freno de la deuda deberían usarse para fortalecer el crecimiento a largo plazo y facilitar la transición a una economía de bajas emisiones".

Pero la realidad más próxima es que Berlín seguirá haciendo frente al BCE y Lagarde tendrá que echar mano de toda su armamentística política para conseguir lo que Draghi no pudo: que Alemania abra el puño y ayude a afrontar los nubarrones económicos que se le avecinan a toda la Eurozona, dando ejemplo al resto del continente.

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