Redactor de economía y mercados. Doctor en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid (UCM). Un día se preguntó cómo cotizaba un bono y ya no hubo vuelta atrás.

Para sorpresa de extraños y, sobre todo, de propios, uno de los países que más 'castigado' se ha visto por las decisiones de Donald Trump, es Suiza. Aunque el país helvético entra en ese funesto, para el presidente de EEUU, grupo de países con los que su país tiene déficit comercial, los 'latigazos' recibidos han sorprendido ampliamente. Primero fue la pizarra con los aranceles del Día de la Liberación, en la que Trump penalizaba a Suiza con una tasa del 32%, muy por encima del 20% dictado ese día contra una Unión Europea mucho más menospreciada por el mandatario. Ahora, la Administración Trump le pone un estigma muy negativo al país alpino: lo incluye en su lista de vigilancia de sospechosos de manipular divisas. Esto coloca a Suiza al nivel de íntimos enemigos de Washington como China, nada menos.

Los primeros datos macroeconómicos de Alemania en abril confirman lo que ya era un secreto a voces: el impulso en el primer trimestre por el efecto anticipación de los aranceles de EEUU se tenía que acabar y el golpe de realidad evidenciaría que la nueva realidad comercial puede ser muy lesiva para la tradicional locomotora económica de Europa si no se llega a un entendimiento comercial con la Administración Trump, algo ahora mismo en negociación y con el 9 de julio como nueva gran fecha límite.

El Banco Central Europeo (BCE) ha recortado este jueves los tipos de interés por séptima reunión consecutiva y por octava vez en el actual ciclo de bajadas, emprendido el pasado verano. Con este nuevo recorte de 25 puntos básicos, la magnitud habitual, la tasa de depósito desciende hasta el 2% (el tipo de referencia ahora mismo, el que reciben los bancos por aparcar su exceso de liquidez), el tipo aplicable a las operaciones principales de financiación queda en el 2,15% y la facilidad marginal de crédito en el 2,4%. Esta bajada de tipos del BCE estaba ampliamente descontada ante un contexto marcado por la debilidad económica, el sólido descenso de la inflación y una amenaza comercial por parte de EEUU que puede exacerbar una caída de los precios (más deterioro de la actividad y más oferta de baratos productos chinos) ya empujada por los menores costes de la energía (mención especial el acusado descenso del petróleo). Tanto es así que, en la actualización de sus proyecciones trimestrales, el BCE ha corregido hasta 0,3 puntos porcentuales a la baja las relativas a la inflación. Aunque esto se podía interpretar como que hay margen para nuevas bajadas, el mensaje del organismo que ha calado es que el final del ciclo de bajadas está muy cerca. La reunión también ha servido para que la presidente del BCE, Christine Lagarde, aclare su futuro profesional, subrayando que no abandonará su cargo antes de expirar su mandato para presidir el célebre Foro de Davos.

Tras la caída del comunismo en 1989, pocos habrían imaginado que Polonia se convertiría en una potencia económica regional en apenas tres décadas. Sin embargo, el país ha experimentado un "milagro económico" sostenido: su PIB ha crecido en torno al 4% anual desde 1990, incluso resistiendo la Gran Recesión de 2008-09. Hoy Polonia es la quinta economía de la UE en términos de PPA (se eliminan las diferencias de precios) y ha dejado atrás a economías como Portugal, Grecia o España. El dato más revelador es que el PIB polaco (cerca de 980.000 millones de dólares en 2024) prácticamente iguala al de todos sus vecinos orientales combinados (994.000 millones). Esto con mitad de población: 37,4 millones de polacos frente a unos 76 millones sumando Estonia, Letonia, Lituania, Bielorrusia, Ucrania, Moldavia, Rumanía y Bulgaria. Mientras que el per cápita de Polonia (26.800 dólares) duplica con creces el promedio de esos países (13.100 dólares).

El sueño de cualquier analista económico o gran institución (FMI, BCE...) sería, probablemente, poder anticipar lo que va a ocurrir en la economía para adelantarse. La historia nos demuestra que esto es prácticamente imposible, cuando alguien logra anticipar un ciclo, una crisis o un movimiento del mercado, el 'mago' de la economía que lo logra suele convertirse en un visionario que goza de años de respeto y exposición en los medios. Algunos ejemplos son Nouriel Roubini, Paul de Grauwe, Warren Buffett (de una forma silenciosa) o Rusell Napier... Ahora mismo, hay tres señales en los mercados que parecen anticipar qué sucederá con la economía en los próximos meses y quizá años. Tres materias primas están presentando un comportamiento curioso y extraño que, según los analistas de BCA Research, anticipa una economía débil, incierta, con mayor peso del proteccionismo y con el acuciante riesgo de una crisis fiscal en EEUU.

La economía de EEUU, pese a todas sus carencias, ha sido durante décadas una suerte de paradigma a imitar por muchos países en desarrollo o emergentes que ansiaban alcanzar una prosperidad similar a la de la mayor potencia del mundo. Hoy, los países emergentes están probablemente más cerca de 'parecerse' a EEUU, no solo porque alguno de ellos lo haya hecho bien términos de crecimiento, sino porque el mercado americano está mostrando ciertos comportamientos que recuerdan, precisamente, al de los mercados emergentes. Aunque esto es por ahora algo anecdótico (EEUU sigue siendo un país muy rico y con unos mercados atractivos), sí es sintomático de que algo está sucediendo en la mayor economía del mundo. El dólar y el precio de los bonos están cayendo al unísono, mientras que Wall Street se comporta de forma errática y la economía del país empieza a flaquear. Al mismo tiempo, el término represión financiera empieza a asomar en varios análisis, una estrategia intencionada o no que permitiría al país erosionar el valor real de la deuda (reducir la deuda sin impagar oficialmente). Todo ello, junto a la incertidumbre (y en muchos casos incoherencias) a la que está sometiendo Trump a la economía de EEUU está llevando a que los inversores busquen otros lugares. Esto que ahora afecta a los mercados financieros puede terminar filtrándose a la economía real (a través de una menor inversión) y generar problemas.

La reunión de este jueves del Banco Central Europeo (BCE), que en principio debería girar en torno al principio del fin del ciclo de recortes de tipos, podría quedar en segundo plano por un asunto más humano y mediático: el incierto futuro de Christine Lagarde. En lugar de centrarse exclusivamente en el precio del dinero o en la senda de la política monetaria tras el recorte casi seguro que se producirá este jueves, buena parte de la atención podría desviarse hacia los rumores de que la presidenta del BCE estaría considerando dejar su cargo antes de concluir su mandato en octubre de 2027 para incorporarse al Foro Económico Mundial, también conocido como Foro de Davos por la localidad suiza donde celebra su gran reunión anual, ocupando su principal asiento. Con fina ironía, algunos analistas han sugerido que el debate puede acabar girando más en torno a si Lagarde ya está buscando una casa con vistas a un lago (en clara alusión a Suiza, país de lagos y sede del FEM) que al nivel adecuado de la tasa de depósito en la eurozona. Más allá de este morbo, el BCE anunciará un nuevo recorte (el cuarto en lo que va de año y el séptimo consecutivo) que dejará la tasa de depósito en un número redondo y bonito, un 2%. Las grandes preguntas surgen a partir de esta reunión. Hasta aquí está todo claro, pero a partir de este momento no sé sabe qué sucederá con el precio del dinero... ni con el futuro de Lagarde, salvo que lo aclare de forma tajante en la reunión.

La senda de desinflación continuó viento en popa en mayo en la eurozona. El índice de precios al consumo (IPC) registró un avance del 1,9% interanual, por debajo del objetivo del 2% que marca el Banco Central Europeo (BCE) y reflejando tres décimas menos que en marzo y abril, según el dato adelantado publicado este martes por Eurostat. El IPC subyacente, que en este caso excluye a los siempre más volátiles energía, alimentos, alcohol y tabaco, se relajó del 2,7% al 2,3%, anotándose la lectura más baja desde enero de 2022. Algo trascendental en la medida en la que el indicador se ha mostrado muy pegajoso en los últimos años. Ambos indicadores han quedado una décima por debajo de lo esperado y alimentan la tesis de que el BCE tiene margen para proceder con algún recorte más de los tipos de interés. De hecho, se espera que el organismo baje los tipos otros 25 puntos básicos en su reunión de este jueves y lo vuelva a hacer en una ocasión más de aquí a final de año.

Algo está pasando en las finanzas de EEUU. En medio de las turbulencias financieras, el dólar se está debilitando mientras que cae el precio de la deuda americana. Esto no sería excesivamente extraño para muchas economías, sí es algo extremadamente llamativo para EEUU: la estrecha relación entre el rendimiento de los bonos del gobierno estadounidense y el dólar se está deteriorando rápidamente a medida que los inversores se alejan (venden o dejan de comprar) de los activos estadounidenses en respuesta a las erráticas políticas del presidente Donald Trump. Algunos expertos empiezan ya a hablar directamente de un cambio de régimen en marcha. El comportamiento de los activos americanos ha dejado de ser el de una economía que domina el mundo.

EEUU está sufriendo una situación que, probablemente, no aparecía en la libreta de pronósticos de ningún analista. El rápido deterioro de la posición fiscal del país, junto a las erráticas y controvertidas políticas de Donald Trump están provocando una situación casi inaudita. Los inversores empiezan a ver más riesgo en la deuda americana que en la española. Pero no solo eso, los inversores empiezan a comparar la deuda de EEUU con la de países como Grecia o Italia, cuya capacidad de devolver estos pasivos ha sido cuestionada en la historia reciente en varias ocasiones. El plan fiscal de Trump habla de recortes de impuestos, mientras que los de gasto brillan por su ausencia. Se prepara una política fiscal expansiva al tiempo que los mercados ya parten de una posición de tensionamiento elevada, con un dólar a la baja y la salida parcial de los inversores extranjeros de la economía de EEUU.