
La economía de EEUU, pese a todas sus carencias, ha sido durante décadas una suerte de paradigma a imitar por muchos países en desarrollo o emergentes que ansiaban alcanzar una prosperidad similar a la de la mayor potencia del mundo. Hoy, los países emergentes están probablemente más cerca de 'parecerse' a EEUU, no solo porque alguno de ellos lo haya hecho bien términos de crecimiento, sino porque el mercado americano está mostrando ciertos comportamientos que recuerdan, precisamente, al de los mercados emergentes. Aunque esto es por ahora algo anecdótico (EEUU sigue siendo un país muy rico y con unos mercados atractivos), sí es sintomático de que algo está sucediendo en la mayor economía del mundo. El dólar y el precio de los bonos están cayendo al unísono, mientras que Wall Street se comporta de forma errática y la economía del país empieza a flaquear. Al mismo tiempo, el término represión financiera empieza a asomar en varios análisis, una estrategia intencionada o no que permitiría al país erosionar el valor real de la deuda (reducir la deuda sin impagar oficialmente). Todo ello, junto a la incertidumbre (y en muchos casos incoherencias) a la que está sometiendo Trump a la economía de EEUU está llevando a que los inversores busquen otros lugares. Esto que ahora afecta a los mercados financieros puede terminar filtrándose a la economía real (a través de una menor inversión) y generar problemas.
Los analistas de Oxford Economics han estudiado este fenómeno desde el lado de los mercados financieros y señalan que todo hace indicar a que se está produciendo "un cambio en las preferencias de los inversores respecto a los activos en dólares: el aumento de los rendimientos de los bonos estadounidenses parece reflejar una menor demanda general de activos estadounidenses por parte de los inversores internacionales. Cabe destacar que el aumento de los rendimientos a largo plazo desde principios de marzo se ha asociado con una caída de alrededor del 4% en el tipo de cambio efectivo del dólar (una combinación que recuerda más a un mercado emergente en crisis que a una economía avanzada) y un rendimiento inferior al esperado de los mercados bursátiles estadounidenses", explican estos expertos.
La casa de análisis británica no ha sido la única en emplear este símil. Stéphane Boujnah, director ejecutivo de Euronext, la firma que agrupa varias bolsas de valores de Europa, lamentó recientemente que EEUU empiece a parecerse más a un mercado emergente que a uno desarrollado. "El miedo está por todas partes", declaró en abril a la radio France Inter. "EEUU es irreconocible y vivimos en un período de transición. Hay cierto duelo, porque los EEUU que conocimos mayoritariamente como una nación dominante se asemejaba a los valores e instituciones de Europa y ahora se asemeja más a un mercado emergente".
Otro que abraza la expresión es Adrian Wooldridge, columnista de Bloomberg: "EEUU se está despojando rápidamente de su identidad occidental y convirtiéndose en un mercado emergente". "La retrógrada evolución de EEUU hacia un país subdesarrollado avanza a buen ritmo. Los mercados emergentes suelen estar gobernados por dictadores temperamentales que politizan (y perturban) cada rincón de la vida nacional. Donald Trump es más temperamental que la mayoría. Los gobernantes de los mercados emergentes utilizan las herramientas del Estado para remodelar las economías nacionales, sin importar la lógica del mercado. Trump está usando aranceles para restaurar la grandeza nacional, incluso mientras el mercado bursátil se desploma", escribía Wooldridge en una tribuna en mayo.
El dólar no responde
Lo habitual en los últimos años, antes de la llegada de Trump, era casi lo opuesto. En momentos de debilidad global, incertidumbre geopolítica o turbulencias en los mercados, el dólar estadounidense se fortalecía (funcionaba como refugio), mientras que la deuda de EEUU subía de precio (bajaba de interés). El dinero fluía hacía EEUU y era canalizado por el vasto mercado de deuda. Esta entrada de flujos exteriores fortalecía al propio dólar. Todo lo contrario, solía ocurrir en los países emergentes, que cuando venían mal dadas (más aversión al riesgo) veían como su deuda y divisas caída a plomo al unísono (fuga de capitales). Ahora, de cierta manera, este 'mal o enfermedad emergente' parece estar contagiando a EEUU.
"En nuestra opinión, este cambio de preferencia de los inversores refleja principalmente problemas a corto plazo. En concreto, los inversores globales tenían una fuerte sobreponderación de los activos en dólares antes de los recientes anuncios arancelarios, lo que reflejaba en parte la creencia en un rendimiento económico superior de EEUU. Sin embargo, desde los anuncios arancelarios, las previsiones de crecimiento de EEUU para 2025-2026 se han revisado notablemente a la baja, lo que ha provocado un reajuste del posicionamiento de los inversores", sostienen desde Oxford Economics. Esto debería tranquilizar a los americanos y a los inversores... pero hay una segunda parte más peligrosa.
"Sin embargo, podrían estar en juego algunos problemas a largo plazo. Las recientes y dramáticas y volátiles medidas políticas de EEUU en el ámbito comercial podrían haber generado preocupación entre algunos inversores ante la posibilidad de que EEUU también tome medidas drásticas en el ámbito de los flujos de capital, lo que llevaría a una reevaluación de la seguridad y el valor a largo plazo de sus activos. En la práctica, es difícil distinguir este efecto a largo plazo de las preocupaciones a corto plazo", sentencian los mismos expertos. Hasta que haya algo más de luz y tiempo, será muy complejo discernir si lo que está ocurriendo es un cambio de régimen global o simplemente un pequeño bache en la carretera de EEUU como gran poder financiero y económico.
No hay que discurrir mucho para saber que estos analistas se refieren a la 'bomba oculta' de Trump en la "gran y bella" reforma fiscal que ha aprobado la Cámara de Representantes y ahora espera luz verde en el Senado. La polémica Sección 899 del proyecto de ley faculta al presidente de EEUU para imponer un impuesto especial a los inversores extranjeros en el país si los impuestos en su país de origen se consideran injustos desde la perspectiva estadounidense. EEUU impondría entonces una retención en origen que oscilaría entre el 5% y el 30% sobre los ingresos por intereses, las ganancias inmobiliarias y los beneficios empresariales.
La temida represión financiera
Para David Kohl, economista jefe de Julius Baer, esto no es otra cosa que represión financiera, un concepto más propio de economías emergentes (una suerte de 'robo' sigiloso a los ahorradores). Estas restricciones, siendo las más célebres los controles de capital o los tipos de interés artificialmente bajas, pueden ser utilizadas para financiar la deuda pública o para controlar la inflación, pero a menudo tienen efectos negativos a largo plazo, como el estancamiento económico y la distorsión de los mercados. "La ley fiscal aumenta el incentivo para utilizar diversas formas de represión financiera para equilibrar el empeoramiento de las perspectivas fiscales y evitar que se vuelvan insostenibles. Los aranceles unilaterales amenazados y parcialmente impuestos pretenden obligar a los extranjeros a pagar por comerciar con EEUU", denuncia Kohl.
De forma similar se pronuncia Ulrich Leuchtmann, estratega jefe de divisas de Commerzbank: "La Sección 899 no es más que el primer paso para secuestrar el capital extranjero con el fin de proyectar el poder de EEUU". Y advierte: "Cualquiera que invierta en EEUU (a través de préstamos, inversiones directas y de cartera) o que esté considerando invertir en el país debe ser consciente de ello".
Para Claudio Wewel, estratega de divisas en J. Safra Sarasin Sustainable AM, los ataques de Trump al presidente de la Fed, Jerome Powell, y todo lo que ha venido después en materia comercial, son los capítulos de una serie de acontecimientos que han erosionado la confianza de los inversores mundiales en EEUU y su divisa. "Aumentan los temores a una represión financiera en la que la tenencia de activos de reserva en dólares estadounidenses podría hacerse menos atractiva para los extranjeros mediante el cobro de una tasa de usuario (Sección 899) o forzando un canje de bonos del Tesoro estadounidense por 'bonos de un siglo' que devengan intereses más bajos", escribe en su último comentario. Esto último es una idea pergeñada por Stephen Miran, director del Consejo de Asesores Económicos de la Casa Blanca y auténtico gurú en la materia para Trump.