Redactor de economía y mercados. Doctor en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid (UCM). Un día se preguntó cómo cotizaba un bono y ya no hubo vuelta atrás.

La lista de sospechosos fiscales entre las grandes economías desarrolladas no es pequeña. El cartel con las fotografías de los 'más buscados' reúne a algunas de las mayores potencias del mundo, empezando por la primera: EEUU. Algunos de estos países están escalando posiciones como los más 'peligrosos' en el póster de la comisaría: véase el caso de una Francia que cada día acumula más titulares negativos. Sin embargo, el primero a por el que va a ir la 'policía' de la deuda (los famosos vigilantes de los bonos) no es ninguno de los dos citados. Es Reino Unido quien tiene todas las papeletas para volver a estar en el ojo del huracán.

El afilado punzón comercial de Donald Trump ha provocado un profundo desagarro en el pequeño reino de Lesoto. Situado al sur de África y sin un solo metro de línea costera (como una gota en medio de Sudáfrica), este pequeño y montañoso país (tiene una extensión de 30.000 km2, similar a la de Cataluña, y unos 2,3 millones de habitantes) se sitúa en la categoría de lo que se suelen considerar naciones más pobres según las métricas internacionales. Sin embargo, en los últimos años ha experimentado cierto progreso económico gracias a la actividad textil, enfocada especialmente hacia EEUU. La perspectiva de un aplastante arancel del 50% a sus exportaciones amenaza con hundir una economía muy dependiente de la aguja y el hilo. Tan grande puede llegar a ser este roto que el gobierno ya ha declarado el estado de catástrofe nacional.

Saber con exactitud dónde va a estallar la próxima crisis es imposible. Sin embargo, los mercados envían algunas pistas que dejan entrever quiénes son los candidatos. Dado los elevadísimos niveles de deuda pública a nivel global en un contexto de tipos de interés todavía altos y una inflación que no termina de desaparecer pueden indicar que la próxima crisis podría venir de la mano de alguna turbulencia en este mercado. Eso por un lado. Por otro, el fatal desempeño de la deuda pública francesa y el insostenible déficit fiscal podría estar enviando una señal. La semana pasada, los bonos franceses empezaron a pagar más que los italianos en el mercado secundario. Pero no solo eso, el gran sorpasso no es el de los rendimientos, el gran sorpasso o 'sorpasso de la vergüenza' es el que está a la vuelta de la esquina en términos de deuda sobre PIB. Francia podría llegar a tener los próximos años una deuda más grande que Italia en términos de PIB, algo que hace unos años habría parecido absolutamente imposible. El fantasma de la 'italianización' de Francia vuelve a la habitación.

La precaria distensión geopolítica reinante desde que cesaron las hostilidades entre Israel e Irán (EEUU mediante) no ha evitado que el Mar Rojo siga siendo una auténtica ratonera para el transporte marítimo mundial. Desde que comenzaron en octubre de 2023, los ataques de los rebeldes hutíes de Yemen contra embarcaciones occidentales (sobre el papel iban a ser a navíos con conexiones a Israel) han experimentado altibajos, pero no se han detenido. Aunque el grueso del transporte global que atravesaba esta crucial ruta decidió desviarse por el flanco sur de África (pese a la pérdida de días y el mayor gasto en combustible), algunas embarcaciones han seguido atravesando la zona, convirtiéndose en objetivo de los hutíes. El último de estos ataques, desplegado este lunes, se ha saldado, por el momento, con cuatro tripulantes de un buque muertos. Estas muertes son las primeras desde junio de 2024. Estos ataques que buscan generar el caos en el comercio internacional están dejando impresionantes imágenes de enormes buques portacontenedores hundiéndose en las aguas del Mar Rojo como si de un barquito de papel se tratase. El transporte marítimo se está convirtiendo en una actividad de riesgo y no solo por los hutíes. Varios buques han sufrido misteriosas explosiones en medio de la nada en los últimos meses.

La inflación se ha convertido en una preocupación y amenaza para gran parte del mundo desde 2021. La constante subida de precios es un fenómeno natural (incluso sano en términos económicos si la subida se sitúa en el 2% anual), pero que aterroriza a los consumidores, que ven cómo la cesta de la compra no para de subir de precio, en muchos casos, más rápido que sus salarios. Pues hay una economía en la que los precios no paran de bajar y las empresas se pelean por ver quién hace mejores ofertas (reduciendo márgenes y sufriendo en sus resultados) y rebajas en un intento por ganar clientes. Starbucks ha sido la última 'victima' de esta guerra de precios que está arrastrando el IPC de China a niveles negativos y amenazando a la economía con entrar en una espiral deflacionista. Las decisiones a niveles 'micro' (empresas y familias) tienen un impacto más que visible en las variables 'macro'. Esto es lo que está sucediendo en la segunda mayor economía del mundo: bienvenidos a la guerra de precios en China... síntoma de una debilidad casi estructural.

Europa ha comenzado a convertirse en una suerte de 'bazar chino'. Tal y como había publicado en varias ocasiones elEconomista.es, la guerra arancelaria que ha enfrentado a EEUU con todo el mundo, pero especialmente con China, podía provocar una redirección de los flujos comerciales del 'gigante asiático' hacia el resto del mundo y, especialmente, hacia Europa. Es decir, China, con una capacidad para producir bienes muy superior a su propia demanda (exceso de capacidad) necesita colocar todos los productos que se hacen en sus fábricas y que ahora no tienen cabida en las estanterías americanas. La víctima elegida estaba clara desde el primer momento. ¿Qué región tiene más parecidos con EEUU en términos de tamaño y capacidad de consumo? Europa. Los productos chinos han empezado a inundar Europa, aunque todavía hay algunos matices que están impidiendo que la 'inundación' sea total.

Las finanzas de EEUU ya llevan tiempo siguiendo la dirección equivocada. Los persistentes déficits y la progresiva carga de deuda no surgieron ayer. Sin embargo, las erráticas políticas de Donald Trump desde que regresó a la Casa Blanca en enero han impuesto el relato de que EEUU ya no es tan fiable a ojos de los inversores extranjeros, algo esencial en un país que es un claro deudor. Los diferentes analistas intentan hacer equilibrismos en sus diagnósticos: la situación es preocupante, pero EEUU no va a dejar de pagar sus deudas (el siempre temido impago o default), es lo que vienen a decir. Un argumento que hunde parte de su peso en la historia: si EEUU ha sido uno de los refugios por antonomasia de la inversión, esto se ha debido a la confianza, aparejada a su rol de fiable (intachable, exquisito o como se quiera decir) deudor. Sin embargo, un repaso profundo a los últimos 300 años demuestra que ha habido algún 'cadáver bajo la alfombra'.

El espejismo se acabó. El chute que habían experimentado las exportaciones alemanas en los albores de la primavera por el efecto anticipación de los aranceles (frontloading es el término que emplean los analistas anglosajones) se ha esfumado tras empezar a corregir ya en abril. Los datos comerciales germanos de mayo certifican que la nueva política comercial de EEUU está empezando a hacer daño y que Alemania es especialmente vulnerable a los latigazos arancelarios que salen del Despacho Oval de la Casa Blanca.

EEUU se está quedando sin tiempo para solventar sus grandes desequilibrios fiscales. Los déficits público y exterior (importaciones menos importaciones) se acumulan, la deuda no para de subir y mientras tanto los inversores globales empiezan a perder la paciencia. Ya hay quien habla incluso de algunos factores que pueden desencadenar una crisis de deuda (una enorme crisis de deuda) más pronto que tarde. Cuando los niveles de 'apalancamiento' son tan elevados, un pequeño cambio en el sentimiento de los inversores puede generar desencadenar un efecto dominó que se lleve por delante el precio de los bonos de EEUU, se deje de financiar el déficit exterior y ponga en duda la capacidad de refinanciación de la mayor economía del mundo en los mercados (siempre podrá aparecer la Fed para monetizar el déficit público, pero hoy esa opción no está disponible).

El precio de la vivienda en España no para de subir. Además, lo hace a un ritmo mucho más rápido que la media europea y, por supuesto, que los salarios. Sin embargo, si hay algo que resuena con fuerza en los informes, análisis y declaraciones de los expertos es que "en España no hay una burbuja inmobiliaria". Esta frase se escucha como un respiro... y por la cabeza de más de uno pasará el siguiente pensamiento: 'Ufff, qué alivio, si no hay una burbuja es que todo va a ir bien y hay que tener confianza'. No exactamente. La ausencia de burbuja también significa otra cosa en la que quizá no todo el mundo ha pensado: el precio sigue teniendo mucho recorrido al alza. El estallido de burbujas es negativo en términos 'macroeconómicos', pero al mismo tiempo genera una enorme oportunidad de compra. Es un arma de doble filo que puede cortarte (si la crisis te golpea) o que puede servirte de herramienta (si la crisis te deja vivo y aprovechas para adquirir la vivienda de tu vida).