Soñaba con ser columnista, pero le acabé dedicando una tesis doctoral a la crónica. En medio (2013), aterricé en elEconomista.es. El coronel no tenía quien le escribiera, la economía y los mercados sí.

Al euro no le faltan amenazas por el camino, y en las últimas horas se le ha vuelto a aparecer otra. Este jueves, el gobierno italiano dio a conocer que ensancha sus previsiones de déficit para 2023 y 2024. Esto impactó en el rendimiento de los bonos italianos a 10 años, que llegaron a repuntar desde hasta cotas 200 puntos básicos por encima del rendimiento del bund alemán a 10 años, el de referencia en Europa. Históricamente, cuando el observado spread (diferencial) ha alcanzado esos niveles, el euro ha sufrido.

La inflación empieza a traer mejores titulares en la eurozona. En septiembre, el índice de precios al consumo (IPC) desaceleró del 5,2% interanual de julio al 4,3%, por debajo incluso del 4,5% que estimaba el consenso de economistas. Es la lectura más baja desde octubre de 2021, cuando fue del 4,1%, quedando cada vez más lejos el pico del 10,6% del pasado otoño. Lo mismo ha sucedido con la inflación subyacente -en este caso excluye la energía, los alimentos, el alcohol y el tabaco-, que ha pasado del 5,3% al 4,5%, también por debajo del 4,8% previsto. Es la primera lectura en un año por debajo del 5%. La senda de desinflación coge algo más de ritmo en la región.

Los últimos datos monetarios y crediticios de la zona euro muestran que el endurecimiento de la política monetaria del Banco Central Europeo (BCE) en el último año sigue pesando sobre el endeudamiento de los hogares y las empresas, además de influir en lo que hacen con sus ahorros. La debilidad del crecimiento monetario y crediticio respalda la tesis de que la economía de la eurozona pasará apuros en los próximos trimestres.

El juego de sombras se mantiene. Según el indicador que se refleje en la pared, un rápido giro de cabeza hace ver la recesión y lo contrario en EEUU. Los datos duros (estadísticas macro confirmadas) indican que la economía resiste pese a las agresivas subidas de tipos y el repiqueteo de la inflación entre los consumidores. Los datos blandos (indicadores adelantados, índices de confianza) siguen dibujando un panorama más gris. El consenso se balancea entre una recesión poco profunda y un 'aterrizaje suave' (control de la inflación sin daño en la economía, con el empleo a salvo). Estos días ha vuelto a hablarse de un indicador prácticamente desconocido que inclina la balanza hacia el deterioro económico.

La última tanda de reuniones de bancos centrales ha dejado claro que el trabajo no está terminado. Aunque las subidas de tipos de interés hayan llegado a su fin o ya les quede poco, ahora la clave es cuánto tiempo permanecerán esas tasas en niveles elevados en comparación con las cotas cercanas a cero e incluso por debajo en las que han estado en los últimos años. A esto hay que sumar el progresivo proceso de reducción de balance de los bancos centrales, que seguirá su curso e incluso podría acelerarse en algunos casos. Este endurecimiento con sordina está llevando al alza los rendimientos de los bonos (se esperan menos recortes de tipos) y está empezando a asustar de nuevo a las bolsas. En Wall Street, algunos ya están rescatando el concepto del 'put' de la Fed.

La Reserva Federal de EEUU lanzó la semana pasada un mensaje muy nítido: los tipos de interés no van a subir mucho más, pero van a permanecer así de altos más tiempo. El telegrama fue rápidamente leído en los mercados, con la rentabilidad del bono a 10 años (el T-Note) escalando el pasado viernes hasta el 4,5%, unos niveles que no se veían desde 2007, en un mundo previo a la Gran Crisis Financiera. En este arranque de semana han seguido al alza hasta tocar el 4,55%. La gran pregunta ahora es si ese rendimiento pueden picar más alza. Los analistas responden afirmativamente y algunos incluso posan el dedo sobre el 5%, con lo que eso supone, dada la importancia de la nota a 10 años, referencia financiera clave.

La economía española se expandió en el segundo trimestre de 2023 un 0,5% en vez del 0,4% avanzado por el Instituto Nacional de Estadística (INE) en su estimación preliminar de finales de julio. El dato del primer trimestre también se ha revisado una décima al alza hasta un 0,6%, con lo que, pese a la resiliencia de la economía española en medio del deterioro generalizado entre sus socios europeos, se vuelve a confirmar la senda de desaceleración. En términos interanuales, el avance del PIB fue del 2,2% frente al 1,8% avanzado, manteniéndose el porcentaje del primer cuarto en el 4,2%. Incorporando a los datos la revisión publicada a comienzos de semana, se desprende que el PIB español recuperó los niveles precovid en el verano del año pasado y que ahora mismo está dos puntos por encima. España ya no está en el vagón de cola europeo de la recuperación post-covid.

El Banco de Inglaterra (BoE) ha decretado este jueves la primera pausa en las subidas de tipos tras 14 aumentos ininterrumpidos desde diciembre de 2021. Los tipos se quedan en el 5,25%, máximos desde 2008, cuando se situaban en el 0,1% al comienzo del ciclo de ajuste. Todo apuntaba a una última subida de tipos de 25 puntos básicos en la reunión de hoy, pero los datos de inflación de agosto, más suaves de lo esperado, han decantado la balanza hacia la pausa después de un reguero de declaraciones dovish de algunos funcionarios del banco central.

Con sus dificultades y a ritmos distintos, la senda de desinflación sigue avanzando entre la mayor parte de las economías del mundo tras los estragos causados por la pandemia y la guerra de Ucrania. Sin embargo, en ese transcurso ha aparecido un charco muy resbaladizo, concretamente de petróleo. Las recientes subidas del crudo y las perspectivas a corto plazo amenazan con añadir calor a una inflación que no termina de enfriarse. Aunque está por ver si el repunte se consolida o incluso alcanza mayores cotas, el timing no puede ser el peor para unos bancos centrales que se encuentran en su momento más delicado (gestionar el final de las subidas de tipos) y no quieren quedar atrapados en ese viscoso 'charco' de petróleo.

El relato de un socavamiento de la indiscutible hegemonía del dólar por parte de los rivales geopolíticos de EEUU no es nuevo y volvió a aflorar a finales del pasado agosto cuando el club de países emergentes conocido como BRICS (por las siglas de sus miembros fundadores: Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) celebró su 15ª cumbre.