
Hay algo más detrás de la casi obsesiva persecución del presidente de EEUU, Donald Trump, a Jerome Powell, el presidente de su banco central, la Reserva Federal. Las constantes exigencias de Trump para que Powell y los suyos bajen los tipos de interés (insultos y amenazas de despido mediante) son el reflejo más mediático de lo que está ocurriendo en gran parte del mundo. La teórica -y a menudo discutida- independencia de los bancos centrales se tambalea a medida que unas economías cada vez más endeudadas y sumergidas en apuros fiscales necesitan oxígeno en forma de un precio del dinero más barato (la palanca que suben o bajan los banqueros centrales). Aunque este tipo de presiones no han dejado de existir en la historia (en bruto: represión financiera, en fino: dominación fiscal), el actual momento, con la salida de la pandemia y los estímulos desplegados para hacer despegar la economía tras la misma aún muy recientes, es especialmente crítico y una de las voces más autorizadas en la materia ha dado la voz de alarma.
"Hemos entrado en una nueva era de dominación fiscal", ha proclamado estos días Kenneth Rogoff, profesor de Harvard, execonomista jefe del FMI y auténtica referencia en el mundo económico por sus investigaciones sobre crisis financieras, políticas monetarias y deuda pública. La combinación de la deuda pública y el aumento de los costes está "creando enormes incentivos políticos para que los gobiernos de todo el mundo presionen a los bancos centrales para que bajen los tipos", ha manifestado Rogoff en unas declaraciones recogidas en un artículo del Financial Times pocos días antes de que banqueros centrales de todo el mundo hagan 'terapia' en el tradicional 'campamento de verano' de Jackson Hole, en el marco del simposio que cada final de verano se celebra en este emplazamiento de EEUU.
Como profundiza un informe de CaixaBank Research, la dominación fiscal se fundamenta en "el riesgo de que la situación fiscal de las economías presione para que el banco central se desvíe de sus objetivos, lo que pondría en peligro la estabilidad de precios". "La deuda heredada del covid-19 nos deja en una situación en la que puede ser más tentador ejercer presiones políticas para que el banco central tolere una mayor inflación (lo que reduciría el valor nominal de la deuda) o ejerza represión financiera (es decir, que mantenga los costes de financiación artificialmente bajos para facilitar que los gobiernos financien su deuda)", explican Adrià Morron Salmeron y Javier García Arenas desde el servicio de estudios del banco catalán.
Un destacado analista que ha venido advirtiendo desde hace tiempo de este peligro es Albert Edwards, veterano estratega de Société Générale que hace décadas trabajó en el Banco de Inglaterra (BoE). En su último análisis, Edwards escruta a los mercados y lanza una nueva admonición: "Lamento ser un aguafiestas en plenas vacaciones, pero se está gestando una crisis a cámara lenta en los mercados de bonos del Estado que los inversores en renta variable siguen ignorando por su cuenta y riesgo". El analista se fija en noticias como el progresivo aumento de los rendimientos de los bonos a 20 años de Japón (ya en niveles de 1999) y asegura que se podría sustituir en el titular "Japón" por prácticamente cualquier mercado de bonos importante.
En EEUU, los analistas dicen que la actual divergencia entre los tipos de corto plazo (que están determinados en gran medida por la política del banco central) y los costes del endeudamiento a largo plazo, más determinados por el mercado, refleja en parte la preocupación de que la política monetaria se mantendrá más laxa de lo que sería recomendable para contener los precios al consumidor. El nombramiento temporal de Stephen Miran, asesor económico de la Casa Blanca que se espera presione para recortar los tipos, en la junta de gobernadores de la Fed muestra que "el riesgo de dominación fiscal estadounidense está creciendo", certifica Trevor Greetham, director de inversiones en múltiples activos en Royal London Asset Management.
La secuencia se repite a escala global, insiste Edwards, al hilo de las declaraciones de Rogoff: "El aumento de los rendimientos de los bonos se está acelerando, con el Reino Unido y Japón a la cabeza. Esto va mucho más allá de la presión que están ejerciendo actualmente el presidente Trump y el secretario del Tesoro Bessent sobre la Reserva Federal. Se trata de un fenómeno global".
Edwards (SG): "Los bancos centrales se doblegan ante los políticos. Recuerden esa deliciosa cita de Groucho Marx de que estos son mis principios y si no le gustan... tengo otros"
"La política monetaria súper flexible acabó avivando la inflación y puso fin al largo mercado alcista secular de los bonos y al tema de la japonización. He estado insistiendo en el inminente dominación fiscal de la política monetaria, por el que se anima (u obliga) a los bancos centrales a limitar los costes de los intereses de los déficits fiscales insostenibles del sector público", se reivindica Edwards. "Sigo viendo la expansión cuantitativa y/o el control de los rendimientos en el horizonte, ya que los bancos centrales se doblegan ante los políticos. Recuerden esa deliciosa cita de Groucho Marx de que estos son mis principios y si no le gustan... tengo otros", añade.
En anteriores informes, Edwards ha criticado con vehemencia la "disentería fiscal" protagonizada por las principales economías del mundo con EEUU a la cabeza. Si la Administración Biden desplegó colosales estímulos cuando estalló la pandemia (cheques al ciudadano, ambiciosas inversiones como la Ley de Reducción de la Inflación), Trump ha aterrizado con un 'mega-recorte' de impuestos bajo el brazo que amenaza con ensanchar aún más los rollizos déficits públicos que viene registrando EEUU (más de un 6% del PIB): hay previsiones de que la cifra se acerque al 9%.
En sus advertencias, Edwards también apuntaba hacia China tirando de metáfora: "Si el transatlántico 'SS América' se dirige hacia las rocas, China navega hacia las mismas a una velocidad supersónica". "No solo EEUU ha tirado la cautela fiscal al viento, también lo ha hecho China. Resulta asombroso remontarse a la crisis financiera mundial de 2008, cuando el déficit de EEUU se disparó hasta los dos dígitos (en % del PIB), mientras que los déficits de China eran minúsculos", escribía hace unos meses el estratega.
Con un tono más grave se dirigía el estratega de SG hacia su patria, Reino Unido: "No quiero ponerme melodramático -no soy propenso a (evitar) la hipérbole- pero creo que Bill Gross (legendario inversor conocido como el 'rey de los bonos') puede haber estado en lo cierto cuando dijo que el mercado de deuda del Reino Unido estaba descansando sobre una cama de nitroglicerina, solo que unos 15 años después de su pronunciamiento original". "Las sucesivas y humillantes vueltas atrás del gobierno del Reino Unido en su lucha por conseguir que el parlamento apruebe los recortes sociales a pesar de su amplia mayoría han puesto al mercado de gilts en el punto de mira", resolvía el estratega de SG.
La inercia parece imparable. La OCDE afirma que espera que los préstamos soberanos entre el grupo de países de altos ingresos alcancen un récord de 17 billones de dólares este año, en comparación con los 16 billones de dólares en 2024 y los 14 billones de dólares en 2023. Un baluarte de la austeridad como Alemania ha anunciado ingentes estímulos e inversiones para salir del marasmo económico, con unos fondos en defensa e infraestructuras que han hecho palidecer a más de uno. En el país del déficit 'casi cero' por ley, los costes del endeudamiento a 30 años han aumentado a más del 3% (el nivel más alto desde 2011).
Desde CaixaBank insisten en la importancia de mantener la independencia de los bancos centrales y ponen como ejemplo las hiperinflaciones europeas del siglo XX y experiencias más recientes, como la de Venezuela: "Cuando las instituciones son frágiles y la política fiscal fuerza al banco central a monetizar los déficits públicos de forma recurrente, ello acaba comportando un gran aumento de la inflación y acostumbra a terminar con un colapso de la economía". Como demuestran los datos recabados por los economistas de la entidad, en los últimos 50 años la mayor calidad institucional de los bancos centrales ha redundado en un mejor desempeño económico.