
Tras la caída del comunismo en 1989, pocos habrían imaginado que Polonia se convertiría en una potencia económica regional en apenas tres décadas. Sin embargo, el país ha experimentado un "milagro económico" sostenido: su PIB ha crecido en torno al 4% anual desde 1990, incluso resistiendo la Gran Recesión de 2008-09. Hoy Polonia es la quinta economía de la UE en términos de PPA (se eliminan las diferencias de precios) y ha dejado atrás a economías como Portugal, Grecia o España. El dato más revelador es que el PIB polaco (cerca de 980.000 millones de dólares en 2024) prácticamente iguala al de todos sus vecinos orientales combinados (994.000 millones). Esto con mitad de población: 37,4 millones de polacos frente a unos 76 millones sumando Estonia, Letonia, Lituania, Bielorrusia, Ucrania, Moldavia, Rumanía y Bulgaria. Mientras que el per cápita de Polonia (26.800 dólares) duplica con creces el promedio de esos países (13.100 dólares).
A inicios de los 90, Polonia heredó una economía planificada ineficiente, con hiperinflación galopante y al borde de la bancarrota. En 1990, el nuevo gobierno democrático lanzó el Plan Balcerowicz, una terapia de choque económica diseñada para transitar rápidamente hacia el capitalismo de mercado. Este ambicioso programa, nombrado así por el ministro de Finanzas Leszek Balcerowicz, incluyó medidas drásticas pero necesarias, que hoy han dado sus frutos. Cabe destacar la liberalización y desregulación de sectores clave: Se liberaron la mayoría de precios y se abrió el comercio, eliminando controles centrales. Se permitió la libre convertibilidad de la moneda y la libertad de flujos de capitales, integrando a Polonia en la economía global desde temprano.
También cabe destacar la estabilización macroeconómica. Para domar la hiperinflación (que rondó el 600% a fines de los 80), se aplicó una estricta disciplina fiscal y monetaria. El plan impuso reducción del déficit público y la deuda, y un banco central independiente para controlar la emisión de dinero. Por otro lado, se privatizaron rápidamente miles de empresas estatales y se fomentó el crecimiento del nuevo sector privado. El objetivo era eliminar rentas monopólicas y endurecer la disciplina de mercado para las empresas, evitando el retorno al modelo comunista. Al mismo tiempo, se fraguó una apertura radical a la inversión extranjera. Junto con un nuevo marco legal pro-mercado, Polonia se abrió a la IED (inversión extranjera directa). Esto trajo capital, tecnología y know-how del exterior, aprovechando la mano de obra local bien formada pero de coste competitivo (de salarios relativamente bajos).
Como era de esperarse, esta terapia de choque tuvo un coste social y económico inicial. La brusca contracción de la oferta provocó una recesión transitoria: el PIB cayó casi un 12% en 1990 y la producción siguió contrayéndose durante tres años. El desempleo se disparó y la pobreza aumentó en ese corto plazo. Sin embargo, estas dificultades fueron el "dolor" temporal que anticipa la recuperación. Polonia fue el primer país poscomunista en superar la recesión de transición y, hacia 1995, su economía volvía a crecer con fuerza. De hecho, entre 1995 y 1999 registró el crecimiento más acelerado de Europa Central, gracias a la rápida expansión del nuevo sector privado. Para 1999, el PIB de Polonia ya superaba en 20% el nivel de 1989, marcando el comienzo de una larga racha de expansión.
Los pilares macroeconómicos asentados en los 90 (políticas fiscales y monetarias prudentes, sistema financiero saneado y reformas estructurales profundas) dotaron a Polonia de una economía vigorosa y resiliente. Esto le permitió, por ejemplo, capear mejor que sus vecinos choques como la crisis monetaria de Rusia en 1998 y otras turbulencias internacionales. En palabras de Balcerowicz, las reformas crearon "una economía lo suficientemente vigorosa como para mantener tendencias positivas a largo plazo en un entorno exigente".
Con todo lo anterior, las duras políticas de ajuste y transformación de los 90 sentaron las bases del crecimiento sostenido de Polonia. Aunque impopulares en su momento, aquellas medidas de libre mercado cambiaron las reglas del juego y generaron los incentivos e instituciones adecuados para décadas de prosperidad que se extienden hasta la actualidad.
Un gigante comparado con sus vecinos
El meteórico ascenso de Polonia contrasta con el desempeño más modesto de otras economías exsoviéticas de Europa Oriental. Hoy Polonia ejerce un claro liderazgo económico en la región, hasta el punto de que su PIB equivale prácticamente a la suma de los PIB de sus ocho vecinos orientales. Esta brecha notable resume tres décadas de divergencia económica entre Polonia y otras naciones de Europa del Este.
En 1990, la situación era muy distinta: por ejemplo, Ucrania partía con una renta per cápita incluso superior a la de Polonia tras la caída de la URSS. Pero las trayectorias tomadas fueron opuestas. Polonia implementó rápidamente reformas de mercado y se ancló a Occidente; en cambio, Ucrania (al igual que Bielorrusia) sufrió décadas de inestabilidad, corrupción y falta de reformas profundas, lo que ha llevado a que su renta per cápita actual sea un 21% inferior a la de 1990 (aún antes del devastador impacto de la guerra reciente).

Entre los miembros de la UE oriental, Rumanía y Bulgaria han progresado desde su adhesión en 2007, pero siguen rezagadas: su PIB per cápita ronda la mitad del polaco (alrededor de 13.000 dólares frente a los 27.000 de Polonia) y sus economías sumadas no alcanzan el tamaño de la polaca. Los países bálticos (Estonia, Letonia y Lituania) son un caso aparte interesante: aplicaron también terapias de choque en los 90 y han logrado triplicar su renta per cápita desde entonces (otro milagro importante), llegando incluso a superar a Polonia en este indicador. No obstante, debido a su escasa población (apenas 6 millones en conjunto), el peso económico total de las tres Bálticas sigue siendo reducido frente al de Polonia.
Las razones de esta divergencia radican en las decisiones políticas y económicas de la post-Guerra Fría. Polonia aprovechó al máximo la ventana de oportunidad de los 90 para reformar e integrarse en la UE, mientras que algunos vecinos quedaron lastrados por transiciones incompletas, crisis políticas o conflictos. El resultado es que, 30 años después, Polonia se ha convertido "con mucho, en la economía más exitosa de Europa" del Este, según destacaba el FMI en un post publicado en LinkedIn hace cuatro semanas.
"Polonia es un caso de gran éxito económico. Su economía prácticamente ha duplicado su tamaño en las últimas dos décadas y ahora se encuentra entre las 20 economías más grandes del mundo. Y, a corto plazo, proyectamos que Polonia seguirá siendo uno de los países con mayor crecimiento de la UE, con una expansión del 3,2% este año y del 3,1% el próximo. Su éxito sirve ahora de modelo e inspiración para países como Ucrania o Moldavia que aspiran a seguir sus pasos hacia la prosperidad", destacaba el post del organismo internacional.
El impulso seguirá
Examinando en el más inmediato plazo la economía de Polonia, el resumen podría ser que resiste a las turbulencias internacionales. En medio de las tensiones geopolíticas y de las amenazas comerciales, el PIB ha seguido mostrando una evolución sólida en el primer segmento de 2025. En el primer trimestre de 2025, el PIB de Polonia aumentó un 3,2% interanual, ligeramente por debajo del 3,4% interanual registrado en el cuarto trimestre de 2024. El impulso también se desaceleró, con un crecimiento económico del 0,7% intertrimestral en el primer trimestre de 2025, tras el 1,3% intertrimestral del cuarto trimestre de 2024. Los economistas, además, encuentran indicios alentadores en los datos de abril, lo que sugiere que el segundo trimestre empezó con algunas mejoras. Un crecimiento del PIB superior al 3% en 2025 aún parece un pronóstico acertado para casas de análisis como ING.
Desde el servicio de estudios del banco holandés ponen el acento en la producción industrial, que está rompiendo gradualmente con el estancamiento de Alemania y la región de Europa Central y Oriental: "Observamos tres factores que impulsan la recuperación industrial. Los sectores relacionados con el próximo auge de la inversión pública están creciendo, en los sectores de defensa (hasta ahora, servicios de reparación) y en diversos sectores exportadores. Esto último refleja una ligera mejora en la industria alemana, relacionada con el acaparamiento de existencias ante la imposición prevista de elevados aranceles estadounidenses". "En los próximos meses, creemos que la demanda interna seguirá impulsando la recuperación industrial", aventuran estos expertos.
Otra baza a favor son los fondos europeos. La economía polaca se prepara para un auge de la inversión pública a finales de 2025 y 2026. Los datos muestran pagos lentos del Fondo de Recuperación y Resiliencia (FRR) de aproximadamente 10.000 millones de zlotys, pero un importante lanzamiento de licitaciones en curso por más de 90.000 millones de zlotys. Esto sugiere que se absorberán grandes cantidades de subvenciones del FRR antes del verano de 2026. Se espera que el impulso positivo culmine ese año, cuando Polonia experimente un frenesí de gasto "interno" por parte de los fondos europeos y una industria alemana más fuerte, relacionada con una relajación de la política fiscal por parte del gabinete de Friedrich Merz.
Más crecimiento pese al barullo político
En medio de este benigno cuadro, han proliferado los temores de que los resultados de las recientes elecciones presidenciales alteren el escenario. La victoria de Karol Nawrocki, candidato del partido nacionalista de la oposición (PiS), en esos comicios amenaza con seguir obstaculizando los esfuerzos del gobierno centrista de Donald Tusk por impulsar su agenda de reformas y mejorar sus vínculos con la UE. Algo que puede perjudicar las perspectivas de crecimiento a medio plazo.
Los analistas llaman a la tranquilidad. "El presidente de Polonia tiene poca influencia en la formulación de políticas internas, por lo que el resultado no tendrá implicaciones directas para la política fiscal. Además, Nawrocki no está a la altura de otros candidatos de derecha como George Simion o Calin Georgescu en Rumanía", señala Nicholas Farr desde Capital Economics. No obstante, matiza, "el presidente puede vetar la legislación propuesta por el gobierno, y la victoria de Nawrocki probablemente supondrá una continuación de la situación de los últimos dos años, en la que un presidente afín al PiS ha bloqueado los esfuerzos del gobierno". Esto significa que la suspensión de los fondos de la UE seguirá siendo una amenaza persistente. Cabe recordar que Bruselas bloqueó los fondos a Polonia debido a la preocupación por la independencia judicial y los desbloqueó el año pasado basándose en las promesas de Tusk, un 'viejo conocido'.
Ese peligro, en cualquier caso, apenas ensombrece las buenas perspectivas. "A corto plazo, seguimos creyendo que la economía polaca probablemente tendrá un desempeño relativamente bueno en los próximos trimestres. Está bastante bien protegida del aumento de los aranceles estadounidenses sobre la UE, y el consumo interno se ve respaldado por un fuerte crecimiento de los salarios reales", suscribe Farr.
Con una de cal y una de arena cierra su análisis Rafal Benecki desde ING: "Las perspectivas de crecimiento económico para los próximos dos o tres años se mantienen prácticamente sin cambios. El crecimiento se verá impulsado por el consumo, respaldado por el ahorro y el aumento de los ingresos reales, así como por la inversión pública financiada con fondos nacionales y de la UE. Nos preocupan más las perspectivas de crecimiento económico a largo plazo. Una mayor polarización política podría perpetuar la incertidumbre institucional y minar la disposición de las empresas polacas a invertir. Esto podría dificultar aún más la necesaria mejora de la competitividad de las empresas, que se ha deteriorado significativamente en los últimos años".