
Como ocurre en el fútbol, dentro del universo de los banqueros centrales también hay fichajes de relumbrón y rumorología en torno a estos movimientos. Si el curso pasado el gran nombre en los titulares deportivos fue el del francés Kylian Mbappé por su desembarco en el Real Madrid, ahora el protagonismo en los financieros lo está teniendo su compatriota Christine Lagarde. No es nuevo el interés del Foro Económico Mundial (FEM), el célebremente conocido Foro de Davos por su reunión anual en esa localidad Suiza, en hacerse con la presidente del Banco Central Europeo (BCE) como presidenta ejecutiva. Un fichaje que estaba previsto para cuando la francesa termine su mandato en el banco central en 2027. Tras una dilatada carrera en política, instituciones y organizaciones multinacionales, Lagarde cerraría el círculo al ponerse al frente del FEM. Un círculo que no ha estado carente de críticas. Sin embargo, la abrupta y sorpresiva salida del que sería su predecesor en el Foro, Klaus Schwab, tras más de medio siglo al frente, ha acelerado los plazos y puesto a Lagarde en la tesitura de acortar su etapa al frente del BCE o renunciar a su prestigioso nuevo destino. La gran novedad en este 'culebrón' ha llegado con unas declaraciones en las que Schwab desliza que Lagarde estaría dispuesta a salir antes del BCE. Todo un terremoto mediático a una semana de una reunión clave para el banco central, desde un portavoz se ha apresurado a aclarar que que "la presidenta siempre ha estado plenamente comprometida a cumplir su misión y está decidida a completar su mandato".
En una entrevista publicada este miércoles por el Financial Times, Schwab, aquel profesor suizo de economía que fundó en 1971 el Foro, ha soltado la 'bomba': Lagarde estaría discutiendo la opción de abandonar el BCE antes de tiempo. En sus afirmaciones al periódico financiero anglosajón, Schwab revela que ya se han hecho ciertos arreglos prácticos, como conseguir un apartamento en Suiza para que Lagarde se haga cargo de la organización antes de que finalice su mandato en el Eurobanco.
El todavía presidente del FEM explica que su última conversación con Lagarde fue a principios de abril, cuando la visitó en la localidad alemana de Fráncfort, donde se ubica la sede del BCE. En ese encuentro, ambos abordaron la transición de liderazgo dentro del Foro y las intenciones de Schwab de soltar las riendas "a más tardar, a principios de 2027", momento hasta el que él permanecería como presidente. Este cronograma choca con los tiempos 'oficiales' de Lagarde, ya que su mandato en el BCE se extiende hasta finales de octubre de 2027. La francesa, que forma parte del consejo directivo del FEM desde 2008, tiene un mandato no renovable de ocho años en el BCE.
Aunque la intención de Schwab, de 87 años, era mantenerse en el cargo hasta que Lagarde pudiera sucederle sin problemas, los hechos se han precipitado. En abril Schwab decidió el cargo en medio de acusaciones de mala praxis financiera y un enfrentamiento con la dirección del Foro. El suizo niega haber cometido ninguna irregularidad. El fichaje de Lagarde, precisamente, se inscribe en el deseo de reformar, con un perfil fuerte y femenino, la institución para abordar las acusaciones de sexismo y acoso de la era Schwab. Lagarde cuenta con un dilatado conocimiento que encaja a la perfección con el del FEM.
Dos fuentes consultadas por el FT indican que se habría producido un entendimiento mutuo sobre este escenario que exigiría a Lagarde dejar el BCE 10 meses antes de tiempo. Una de las condiciones habría sido por parte de Lagarde la de no aceptar el nuevo cargo hasta poder decir que ha alineado la inflación de la eurozona al objetivo del 2%, la gran meta del banco central. Pese a estas informaciones, las mismas fuentes reconocen que Lagarde ha expresado serias reservas sobre su capacidad para abandonar anticipadamente el puesto. Un abandono prematuro de Lagarde plantearía una precipitada sucesión al frente de la máxima autoridad monetaria de la UE. Se trata de un cargo especialmente sensible y con muchas implicaciones políticas.
El círculo de Lagarde se cierra
Pocas figuras simbolizan con tanta claridad el pensamiento institucional global como Christine Lagarde. A lo largo de su trayectoria, ha ocupado algunos de los puestos más influyentes del sistema económico internacional, desde ministra de Economía en Francia hasta directora gerente del Fondo Monetario Internacional, y actualmente como presidenta del BCE. Su perfil encarna la defensa del orden multilateral, de la cooperación económica transfronteriza y del papel central de las grandes instituciones en la gobernanza del siglo XXI. Lo que viene a ser denominado por algunos con cierta connotación negativa como 'globailismo'.
Durante su etapa en el FMI (2011-2019), Lagarde abogó por respuestas coordinadas a las crisis financieras y por reformas estructurales en países emergentes dentro del marco del consenso internacional. Ya al frente del BCE, asumió un rol determinante no solo en la política monetaria de la eurozona, sino también en la transformación digital del sistema financiero. Bajo su presidencia, el BCE ha impulsado decididamente el desarrollo del euro digital, una iniciativa que, si bien busca modernizar los pagos y ofrecer una alternativa pública frente a las criptomonedas privadas, también despierta recelos por su potencial para sustituir el dinero en efectivo y aumentar la capacidad de supervisión estatal sobre las transacciones cotidianas.
El euro digital, del que Lagarde ha sido una de las principales impulsoras, representa mucho más que una innovación tecnológica. En el fondo, se enmarca dentro de una visión más amplia: una arquitectura financiera más centralizada, digitalizada y bajo control institucional. Sus defensores argumentan que garantizaría la soberanía monetaria europea y ofrecería estabilidad, mientras sus críticos advierten que puede allanar el camino hacia un mayor control social y fiscal. La propia Lagarde, en intervenciones recientes, ha reconocido que el euro digital podría incluir "límites o mecanismos de trazabilidad", una afirmación que ha reavivado el debate sobre privacidad y libertad financiera.
Ahora, su nombre suena como gran incorporación al Foro Económico Mundial, epicentro simbólico del pensamiento globalista contemporáneo. Este foro, que promueve una gobernanza económica compartida y el avance de soluciones transnacionales a problemas globales, representa una prolongación natural del universo institucional al que Lagarde ha dedicado su carrera. Su posible desembarco allí confirmaría no solo su papel como arquitecta del pensamiento económico integrador, sino también el creciente peso de figuras que conciben el futuro como una red de instituciones globales, digitalizadas y cada vez más presentes en la vida diaria de los ciudadanos.