Redactor de economía y mercados. Doctor en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid (UCM). Un día se preguntó cómo cotizaba un bono y ya no hubo vuelta atrás.

La economía de EEUU, pese a todas sus carencias, ha sido durante décadas una suerte de paradigma a imitar por muchos países en desarrollo o emergentes que ansiaban alcanzar una prosperidad similar a la de la mayor potencia del mundo. Hoy, los países emergentes están probablemente más cerca de 'parecerse' a EEUU, no solo porque alguno de ellos lo haya hecho bien términos de crecimiento, sino porque el mercado americano está mostrando ciertos comportamientos que recuerdan, precisamente, al de los mercados emergentes. Aunque esto es por ahora algo anecdótico (EEUU sigue siendo un país muy rico y con unos mercados atractivos), sí es sintomático de que algo está sucediendo en la mayor economía del mundo. El dólar y el precio de los bonos están cayendo al unísono, mientras que Wall Street se comporta de forma errática y la economía del país empieza a flaquear. Al mismo tiempo, el término represión financiera empieza a asomar en varios análisis, una estrategia intencionada o no que permitiría al país erosionar el valor real de la deuda (reducir la deuda sin impagar oficialmente). Todo ello, junto a la incertidumbre (y en muchos casos incoherencias) a la que está sometiendo Trump a la economía de EEUU está llevando a que los inversores busquen otros lugares. Esto que ahora afecta a los mercados financieros puede terminar filtrándose a la economía real (a través de una menor inversión) y generar problemas.

La reunión de este jueves del Banco Central Europeo (BCE), que en principio debería girar en torno al principio del fin del ciclo de recortes de tipos, podría quedar en segundo plano por un asunto más humano y mediático: el incierto futuro de Christine Lagarde. En lugar de centrarse exclusivamente en el precio del dinero o en la senda de la política monetaria tras el recorte casi seguro que se producirá este jueves, buena parte de la atención podría desviarse hacia los rumores de que la presidenta del BCE estaría considerando dejar su cargo antes de concluir su mandato en octubre de 2027 para incorporarse al Foro Económico Mundial, también conocido como Foro de Davos por la localidad suiza donde celebra su gran reunión anual, ocupando su principal asiento. Con fina ironía, algunos analistas han sugerido que el debate puede acabar girando más en torno a si Lagarde ya está buscando una casa con vistas a un lago (en clara alusión a Suiza, país de lagos y sede del FEM) que al nivel adecuado de la tasa de depósito en la eurozona. Más allá de este morbo, el BCE anunciará un nuevo recorte (el cuarto en lo que va de año y el séptimo consecutivo) que dejará la tasa de depósito en un número redondo y bonito, un 2%. Las grandes preguntas surgen a partir de esta reunión. Hasta aquí está todo claro, pero a partir de este momento no sé sabe qué sucederá con el precio del dinero... ni con el futuro de Lagarde, salvo que lo aclare de forma tajante en la reunión.

La senda de desinflación continuó viento en popa en mayo en la eurozona. El índice de precios al consumo (IPC) registró un avance del 1,9% interanual, por debajo del objetivo del 2% que marca el Banco Central Europeo (BCE) y reflejando tres décimas menos que en marzo y abril, según el dato adelantado publicado este martes por Eurostat. El IPC subyacente, que en este caso excluye a los siempre más volátiles energía, alimentos, alcohol y tabaco, se relajó del 2,7% al 2,3%, anotándose la lectura más baja desde enero de 2022. Algo trascendental en la medida en la que el indicador se ha mostrado muy pegajoso en los últimos años. Ambos indicadores han quedado una décima por debajo de lo esperado y alimentan la tesis de que el BCE tiene margen para proceder con algún recorte más de los tipos de interés. De hecho, se espera que el organismo baje los tipos otros 25 puntos básicos en su reunión de este jueves y lo vuelva a hacer en una ocasión más de aquí a final de año.

Algo está pasando en las finanzas de EEUU. En medio de las turbulencias financieras, el dólar se está debilitando mientras que cae el precio de la deuda americana. Esto no sería excesivamente extraño para muchas economías, sí es algo extremadamente llamativo para EEUU: la estrecha relación entre el rendimiento de los bonos del gobierno estadounidense y el dólar se está deteriorando rápidamente a medida que los inversores se alejan (venden o dejan de comprar) de los activos estadounidenses en respuesta a las erráticas políticas del presidente Donald Trump. Algunos expertos empiezan ya a hablar directamente de un cambio de régimen en marcha. El comportamiento de los activos americanos ha dejado de ser el de una economía que domina el mundo.

EEUU está sufriendo una situación que, probablemente, no aparecía en la libreta de pronósticos de ningún analista. El rápido deterioro de la posición fiscal del país, junto a las erráticas y controvertidas políticas de Donald Trump están provocando una situación casi inaudita. Los inversores empiezan a ver más riesgo en la deuda americana que en la española. Pero no solo eso, los inversores empiezan a comparar la deuda de EEUU con la de países como Grecia o Italia, cuya capacidad de devolver estos pasivos ha sido cuestionada en la historia reciente en varias ocasiones. El plan fiscal de Trump habla de recortes de impuestos, mientras que los de gasto brillan por su ausencia. Se prepara una política fiscal expansiva al tiempo que los mercados ya parten de una posición de tensionamiento elevada, con un dólar a la baja y la salida parcial de los inversores extranjeros de la economía de EEUU.

En medio de los constantes titulares sobre la guerra comercial, los inversores están reparando en un importante detalle de la gran reforma fiscal de Donald Trump que había escapado del radar mediático. Tras la ajustada aprobación de la norma por parte de la Cámara de Representantes y a la espera de su paso por el senado, el grueso de los análisis sobre la "gran y bella" ley, como se la ha denominado, se habían centrado en el golpe fiscal que supondrá prolongar y aumentar las bajadas de impuestos del primer mandato fiscal, incrementando las alarmas sobre una ya galopante deuda pública en EEUU. Sin embargo, habían pasado por alto una cláusula oculta en el megaproyecto. Se trata de una sección que incluye una suerte de impuesto 'secreto' al capital extranjero que puede hacer bastante daño.

Cuando todo el mundo mira a China y Estados Unidos, hay una economía que de forma silenciosa (siempre moviéndose entre dos aguas) sigue escalando posiciones y situándose como una gran potencia. La India ya ha superado a Japón en Producto Interior Bruto nominal medido en dólares corrientes, un hito que marca el ascenso imparable de una economía joven, dinámica y con enormes posibilidades de crecimiento. Aunque aún persiste el debate técnico sobre si el sorpasso es definitivo según distintas metodologías, el panorama general es indiscutible: la India está llamada a ocupar un papel central en la economía mundial. Impulsada por una población creciente, urbanización acelerada y una mejora gradual en productividad, no resulta descabellado anticipar que, en poco más de una década, el PIB de India podría equipararse a la suma combinada de dos titanes industriales tradicionales como Japón y Alemania. La cuestión no es si la India las va a superar, sino cuándo.

La maquinaria bélica que ha desarrollado Rusia desde que en febrero de 2022 invadió Ucrania ha cobrado tal tamaño que no hay forma de pararla sin que la economía rusa caiga por el precipicio. Al principio todo fue bien. El elevadísimo gasto en defensa ha generado una inercia en el PIB que ha dejado con la boca abierta a analistas y expertos con crecimientos más altos que los de Occidente (Rusia ha crecido por encima del 3% en los últimos años). Pero ahora resulta complicado mantener el ritmo sin desfallecer. Es como una rueda de hámster a toda velocidad. Si se detiene en seco, el hámster (la economía rusa) se dará un duro golpe... si continúa rodando, el hámster puede aguantar un tiempo, pero el final puede ser incluso peor. La opción óptima sería lograr una reducción de la velocidad de la rueda progresiva, pero esto es algo extremadamente complejo en una economía que necesita seguir gastando en maquinaria de guerra, que se enfrenta a grandes sanciones y que nunca ha destacado por su sofisticación.

Como ocurre en el fútbol, dentro del universo de los banqueros centrales también hay fichajes de relumbrón y rumorología en torno a estos movimientos. Si el curso pasado el gran nombre en los titulares deportivos fue el del francés Kylian Mbappé por su desembarco en el Real Madrid, ahora el protagonismo en los financieros lo está teniendo su compatriota Christine Lagarde. No es nuevo el interés del Foro Económico Mundial (FEM), el célebremente conocido Foro de Davos por su reunión anual en esa localidad Suiza, en hacerse con la presidente del Banco Central Europeo (BCE) como presidenta ejecutiva. Un fichaje que estaba previsto para cuando la francesa termine su mandato en el banco central en 2027. Tras una dilatada carrera en política, instituciones y organizaciones multinacionales, Lagarde cerraría el círculo al ponerse al frente del FEM. Un círculo que no ha estado carente de críticas. Sin embargo, la abrupta y sorpresiva salida del que sería su predecesor en el Foro, Klaus Schwab, tras más de medio siglo al frente, ha acelerado los plazos y puesto a Lagarde en la tesitura de acortar su etapa al frente del BCE o renunciar a su prestigioso nuevo destino. La gran novedad en este 'culebrón' ha llegado con unas declaraciones en las que Schwab desliza que Lagarde estaría dispuesta a salir antes del BCE. Todo un terremoto mediático a una semana de una reunión clave para el banco central, desde un portavoz se ha apresurado a aclarar que que "la presidenta siempre ha estado plenamente comprometida a cumplir su misión y está decidida a completar su mandato".

El Banco Central Europeo (BCE) se reunirá la próxima semana para anunciar casi con toda probabilidad una nueva bajada de 25 puntos básicos (pb) los tipos de interés. Este recorte dejaría los tipos oficiales (la tasa de depósito, el más importante) en el 2%. La gran pregunta tras este movimiento es cuántas bajadas de tipos le quedan al banco central. Ya hay respuesta y no proviene de un avezado analista o de unas expectativas de mercado, sino que la respuesta la ha dado ni más ni menos que uno de los miembros más importantes del banco central, la cabeza pensante, el economista jefe Philip Lane. El irlandés ha asegurado que ya hay suelo para los tipos de interés y este se encuentra en el 1,5%. Por tanto, todo invita a pensar que, tras el recorte de junio, el BCE solo podrá ejecutar dos recortes de tipos de 25 pb más hasta llegar a este número mágico que ha quedado al descubierto.