Cuando el viernes, 22 de octubre, la ministra de Derechos Sociales y Agenda 2030 y secretaria general de Podemos, Ione Belarra, solicitaba en un tuit la reunión urgente de la comisión de seguimiento de la coalición de Gobierno llovía sobre mojado. El diálogo de sordos entre las dos vicepresidentas, Nadia Calviño y Yolanda Díaz, hacía tiempo que había saltado por los aires. Díaz llevaba meses ninguneando a Calviño. Los papeles que presentaba para negociar con la patronal y los sindicatos no pasaban por la mesa de la vicepresidenta primera ni tampoco por la Comisión Delegada de Asuntos Económicos que preside.