China es la fábrica del mundo y también el origen del proverbio, que junto a las investigaciones del matemático y meteorólogo Eduard Lorenz, crearon una de las teorías del caos más conocidas: el efecto mariposa, según el cual el aleteo de un insecto en Hong Kong puede desatar una tempestad en Nueva York.
Un virus descubierto a finales de 2019 en Wuham ocasionó el cierre de la actividad mundial tres meses más tarde. Los apagones de las fábricas china o la crisis inmobiliaria de Evergrande amenazan con provocar réplicas por todo el planeta. El mundo vive pendiente de los acontecimientos en el país asiático mientras acelera los planes para poner en marcha un proceso de desglobalización, que llevarán varios años.
En estos momentos existen cuatro factores de desestabilización, los efectos mariposa de la economía china, que pueden ocasionar un contagio inmediato en Occidente. El primero tiene que ver con la pandemia. La economía china fue la primera en cerrar y también en dejar atrás el efecto del coronarias, con tasas de crecimiento para este año superiores al 6%. Pero el gasto en consumo, que por sí solo representa el 38% del PIB de país asiático, es el único elemento que no termina de arrancar.
Las ventas minoristas arrojaron en agosto una tasa ridícula del 2,5%, menos de la mitad de la prevista. Detrás está el temor de la población a que, en cualquier momento, vuelvan a producirse cierres totales de ciudades enteras en aplicación de la estrategia oficial de "infección cero". A ello se suma la caída de los ingresos sufridos durante la pandemia (en China no se han puesto en marcha planes fiscales de apoyo a los ciudadanos como los aplicados en Europa o Estados Unidos), así como el crecimiento de la desigualdad.
La teoría de China sobre Evergrande es que "ninguna firma es demasiado grande para caer"
Varios bancos de inversión rebajaron las expectativas para este año y el que viene. En 2016, el crecimiento chino por debajo de la línea roja del 6% arrastró a la economía mundial.
La segunda mariposa es el riesgo regulatorio o inseguridad jurídica. En el último trimestre, la reforma de las leyes antimonopolio de las compañías tecnológicas provocó una tormenta bursátil, cuyos efectos reverberaron en el resto de mercados. Aunque la ofensiva comenzó en noviembre del año pasado, cuando las autoridades suspendieron la salida a bolsa de Ant Group, propiedad del magnate Jack Ma, valorada en 35.000 millones de dólares, por los cambios regulatorios en las fintech. Después siguieron las investigaciones antimonopolio abiertas al gigante online Alibaba, así como al líder de la distribución alimentaria Meituan, al tiempo que se dictaban normas para incrementar el control gubernamental sobre los videojuegos escolares, las salidas a bolsa en el extranjero o la seguridad de los datos.
Asimismo, el Banco de China obligó a todas las plataformas de servicios financieros a endurecer sus requisitos y prohibió los cruces accionariales entre bancos y aseguradoras. Medidas que siembran la desconfianza sobre el rumbo del régimen de Pekín.
Algunas fuentes lo atribuyen a una persecución a los megamillonarios después de las palabras pronunciadas en el Comité Central para Asuntos Económicos, celebrado el pasado 17 de agosto, por el presidente Xi Jing Ping, en el que realizó un llamamiento a "la prosperidad común como el pilar esencial del socialismo". Otros ven un alejamiento del capitalismo y una vuelta a un sistema centralizado, que en el futuro golpee las inversiones, ante el XXX Congreso del Partido Comunista a finales de año, en el que el presidente debe renovar su mandato por tercera vez.
Un tercio de la industria china puede parar hasta fin de año por culpa de los apagones
El tercer factor inquietante proviene de Evergrande, que soporta una deuda de 300.000 millones, a la que siguieron los impagos de otras pequeñas promotoras como Fortunia o Sinic. Los expertos auguran que más de la mitad de las inmobiliarias incumplirán este ejercicio sus previsiones de ventas y un tercio impagará. El boom en los precios de la vivienda, que se sitúan entre 20 o 30 veces el salario medio, los convierte en inasequibles y más en las circunstancias actuales.
Pesa a la preocupación por el efecto dominó que puede provocar, la teoría prevalente en el Gobierno chino es que nadie es "demasiado grande para caer".
Los gobiernos locales empezaron a tomar medidas desde mediados de 2020 para impedir que los precios sigan subiendo y para compensar a los compradores que se quedaron sin nada, evitando así una revuelta social.
Pero la incertidumbre va en aumento y la actuación oficial condujo a una caída de los precios de los pisos, lo que devalúa los activos y agrava la crisis del sector, así como a un estrechamiento de las condiciones de los créditos para financiar a las familias y a las sociedades.
China es ya un país muy endeudado, con un porcentaje sobre PIB, incluidos los débitos privados, que ronda el 280%. El problema se agrava, si tenemos en cuenta los miles de millones de dólares atesorados en deuda por los gobiernos locales, que hasta ahora permaneció oculta, porque continúan pagando religiosamente los intereses. Si Evergrande cae, pinchará la burbuja del endeudamiento y puede arrastrar consigo a varios bancos y al sistema financiero entero.
El cuarto factor y, sin ningún género de duda, el más preocupante es el corte de suministro eléctrico que sufren empresas y consumidores desde 2016. Los apagones son ahora más frecuentes como consecuencia del plan de descarbonización, que obliga a reducir en un 3% anual del PIB el consumo nacional de energía.
Muchos gobiernos locales están lejos de cumplir estos objetivos, lo que forzará más recortes de energía. Pero el problema radica en que la distribución eléctrica está en manos de un duopolio (State Grip Corporation y Southern Power Grid) que mantuvieron precios fijos para sus proveedores y clientes pese a que el carbón se disparó, lo que provocó que muchas plantas de producción eléctrica hayan parado.
Para colmo de males la temporada de inundaciones que sufre el norte del país paralizó decenas de minas de carbón. El Gobierno se vio obligado la semana pasada a quitar los topes de los precios del carbón, al mismo tiempo que reactivó las explotaciones mineras. Aun así, la previsión de algunos bancos de negocios es que hasta el 30% de la industria podría sufrir apagones este invierno, además de manera incontrolada, lo que provocaría cortes en la cadena de suministros, así como un encarecimiento de productos a Occidente.
El efecto mariposa llegó ya a España, donde hay grandes empresas como Sidenor, Fertiberia, Arcelor Mittal o Asturiana de Zinc que se vieron obligadas a realizar cortes en su producción y varias más se sumarán en los próximos meses, entre ellas las fábricas de coches, ya medio inactivas por la falta de chips.
Esta semana, las alarmas se dispararon en Estados Unidos tras conocerse que los precios se estiraban hasta el 5,4% a la par que se frenó la creación de empleo y por ende el ritmo de la recuperación. El fantasma de la deflación sobrevoló el parqué neoyorquino. Si los dos motores de la economía mundial, China y EEUU, se gripan, el resto iremos detrás. Pero aún es pronto para anunciar catástrofes. El invierno es probable que empeore los problemas de suministro. La fábrica del mundo sufre apagones y sus consecuencias se dejarán sentir en el otro extremo del planeta en poco tiempo por el efecto mariposa.
PD.- En España no estamos mucho mejor que en China. Lo más destacable es el revolcón que dio esta semana la Unión Europea a las propuestas de la vicepresidenta, Teresa Ribera, para bajar el precio de la luz. Primero la obligó a buscar un entendimiento con las eléctricas y luego rechazó todas sus peticiones, incluidos los cambios en la subasta para fijar la tarifa eléctrica.
Ribera convalidó el Real Decreto en el Congreso para cumplir con Podemos, pero luego se ofreció a modificarlo a cambio de que las eléctricas suscriban contratos a cinco años a la industria. Cierres como el de Alcoa se podrían haber evitado si el Gobierno hubiera garantizado una tarifa estable.
Ribera echó un pulso a las eléctricas y lo perdió. El problema no está en "los beneficios extraordinarios" de las eléctricas, como dijo Sánchez en un arranque de populismo, sino en el encarecimiento del gas y Ribera tiene en su mano modificar el cálculo para la fijación de precios mayoristas.
La pena es que no aciertan más que cuando rectifican. El próximo borrón del Gobierno está en los Presupuestos, que recogen una previsiones irreales del 7 por ciento de crecimiento para 2022 y ni siquiera contemplan un incremento de los precios de la energía. El texto presentado por la titular de Hacienda, María Jesús Montero, prevé que el coste de barril de petróleo descienda de los cerca de 80 dólares actuales a una media de 60. ¡De ilusión, también se vive!