Los Presupuestos de la lechera
Juan Carlos Higueras
Acabamos de asistir a la puesta de largo de los PGE 2022 donde se pinta y colorea un mundo de fantasía y de los que podríamos extraer una conclusión evidente, que no se puede sorber y soplar a la misma vez como parecen pretender estas cuentas a las que se les llama de transición justa, aunque nadie tenga muy claro el término. Y aunque el ejercicio presupuestario se parezca a Netflix porque tiene varias series, la roja, verde, amarilla, gris y azul, el "trailer" adelanta la trama de una película que podría ser de ciencia ficción, novela dramática o comedia. Si hay dudas sobre el guion y el reparto de actores, no hay más que echar un vistazo al libro amarillo, lleno de grandilocuentes frases que cuestan leer y entender sin hacer un alto en el camino para respirar y que no son más que una colección secuenciada de palabras vacías de contenido real pero que suenan bien como no podía ser de otra forma. ¿A quién no le gusta que avancemos hacia una transformación económica más justa, verde, digital, cohesionada e igualitaria mientras se afianza la recuperación para un desarrollo más sostenible y resiliente?
La verdad es que suena tan bien que es para ponerse sobre alerta pues recuerda a los grandes magos que hacen desaparecer cosas mientras distraen la atención del público hacia otro lugar con una serie de palabras y una puesta en escena que crean una atmósfera envolvente y que sólo busca que no nos fijemos en lo evidente, en este caso, que volvemos a saltarnos las sagradas reglas fiscales como si nos obligase Bruselas y se indica que España debe mantener activa esta desviación presupuestaria pero manteniendo, a la vez, un compromiso firme con la estabilidad presupuestaria para lo que se fijan unas tasas de déficit que son de referencia, es decir, que puede que se cumplan o no, que es lo más probable, mientras que al superávit fiscal ni llega ni se le espera en los próximos 5 años.
Si nos fijamos en lo cuantitativo, los ingresos no financieros aumentan un 12,7% hasta los 361.010 millones de euros lo que se traduce en que cada ciudadano deberá aportar en impuestos unos 8.000 euros de media para mantener el caudal recaudatorio esperado, unos 21.000 euros por hogar de los que el 65% serán impuestos directos y cotizaciones, lo que nos da una medida del esfuerzo fiscal al que estaremos sometidos. Todo este festival de ingresos vendrá acompañado, aparte del incremento en impuestos y cotizaciones en cerca de 29.000 millones, de un fuerte aumento del 26,2% en otro tipo de ingresos por valor de hasta 59.087 millones que se traducirán en nuevos pagos por servicios o tasas. Y lo mejor viene cuando vemos que el gasto alcanzará un nuevo máximo de 458.970 millones de los que 6 de cada 10 euros serán destinados a gasto social y donde las pensiones serán las protagonistas con cerca de 4 de cada 10 euros, una cifra que seguirá creciendo durante los próximos años.
Mientras que los ingresos son estimaciones inciertas al alza, los gastos son ciertos y se ejecutarán hasta sus últimas consecuencias, es decir, que el déficit fiscal reconocido por el Gobierno es una previsión de mínimos que alcanzará el -8,4% del PIB en 2021 y el -5,0% en 2022 a pesar de que el FMI acaba de anunciar que será mayor y que no bajará del -4,3% hasta 2026. Por cierto, un PIB que se estima con un crecimiento del 6,5% en 2021 y 7% en 2022, también superior al del FMI y el Banco de España, y bajo la premisa de que la inflación será del 1,2% y 1,5% respectivamente cuando ahora está en el 4% y todos los indicadores muestran niveles superiores al 2% el año que viene.
En cuanto a algunos de los gastos más relevantes y preocupantes destacan el pago de intereses por la deuda pública por valor de 30.175 millones, lo que, junto al incremento del déficit estructural, presagia mayor stock de deuda, y la prestación por desempleo por 22.457 millones que se reduce en un 10% a pesar de que estos presupuestos sean los que supuestamente van a consolidar esta recuperación que venimos esperando desde hace tiempo. Una tasa de paro del 14,1% muestra la ineficacia de estas cuentas que no pueden impulsar una recuperación si no van de la mano de una mejora sustancial del empleo.
De nada sirve que se nos llene la boca con la transición ecológica, transformación digital, igualdad de género y cohesión social si los presupuestos de la lechera con el gasto más elevado de la historia, con las ayudas de Europa y con un fuerte componente de inversiones sólo consiguen bajar el desempleo en apenas 1 punto, liderando el paro en Europa, gastando lo que no tenemos y endeudando a esas generaciones futuras que se pretende contentar con 400 euros.
Unas cuentas del Gran Capitán que, además de aumentar significativamente el déficit estructural y difícilmente reversible, pondrán negro sobre blanco el buen aprovechamiento de los fondos de recuperación frente a la Comisión Europea y unos halcones del norte que podrían activar el freno de emergencia. Además, estos presupuestos esconden una píldora envenenada pues si en el futuro, llega un nuevo Gobierno, tendrá muy difícil bajar el listón del gasto sin que sus políticas presupuestarias sean tachadas de recortes y privatizaciones.