Economista

Europa se construye a través de sus crisis y esta vez no iba a ser la excepción. La pandemia que comienza a principios de 2020 ha evolucionado hacia el peor de los escenarios previstos, varias oleadas que obligan a restricciones económicas periódicas en las que las autoridades de todos los países tengan que guardar un difícil equilibrio para preservar la salud de sus ciudadanos y el tejido económico. La pandemia está causando la mayor contracción mundial de producto interior bruto desde la Segunda Guerra mundial y está afectado de forma especialmente importante a los países europeos, y entre ellos, a los países del sur. Este choque asimétrico ponía en peligro la Unión Monetaria y la propia existencia de la Unión Europea, y parecía necesaria una respuesta conjunta y contundente por parte de los países miembros.

Todos los países precisan de un proyecto alrededor del cual aglutinar a toda la población. España no es una excepción. Más bien al contrario. Con su largo historial disputas ideológicas, religiosas y territoriales España precisa más que ningún otro país un proyecto en el que nos podamos sentir identificados todos los españoles y que permita construir grandes consensos nacionales por encima de nuestras pequeñas y grandes querellas.

Salvo decisiones judiciales de última hora que nadie espera, el próximo enero habrá un nuevo inquilino en la Casa Blanca. La nueva administración americana tiene ante sí el reto de conseguir superar la pandemia desde el punto de vista sanitario y, sobre todo, recuperar la economía y el empleo en los Estados Unidos a los niveles que había antes de la crisis.

Dentro y fuera de los Estados Unidos eran muy pocos los que esperaban un resultado electoral tan ajustado. Las encuestas daban un margen de más de ocho puntos al candidato demócrata - el vicepresidente Biden - sobre el presidente Trump, y la mayoría de los medios de comunicación daba por segura la victoria de Biden. La gran pregunta pendiente era cómo de amplio iba a ser su margen de victoria.

Aún es pronto para saberlo, pero quizás se están poniendo las bases de un inevitable choque de trenes en Europa y, posiblemente, en buena parte del mundo. La cuestión es la siguiente: como consecuencia de la Gran Recesión y de la pandemia de la COVID, los volúmenes de deuda pública han aumentado a nivel mundial hasta niveles desconocidos.

En 1929 el economista americano Harold Hotelling publicó un artículo en el Economic Journal bajo el título "Estabilidad en competencia". En él se describía lo que posteriormente se conoció como la ley de Hotelling, según la cual, en determinadas circunstancias. la opción más racional para las empresas en un mercado es producir productos muy similares a los de sus competidores. Esta mínima diferenciación, les garantiza el equilibrio en el mercado, es decir una situación estable frente a sus competidores, pero no es necesariamente óptima para los consumidores.

Habitualmente las recesiones no son buenas noticias para los gobiernos que aspiran a ser reelegidos. Ante una situación de reducción de la actividad económica e incremento del desempleo, los electorados suelen imputar, de forma justa o injusta, una parte de la situación a la incapacidad del gobierno para encontrar soluciones adecuadas. De esta forma las recesiones, en muchas ocasiones, preludian el cambio de ciclo político.

En una situación de incertidumbre como la actual, la demanda tiende a deprimirse. Los hogares reducen su consumo a lo imprescindible y ahorran para hacer frente a lo que pueda venir; las empresas reducen su inversión ante el incremento del riesgo; y los mercados exteriores se ven igualmente afectados por la pandemia, lo que reduce también la demanda de exportaciones.

Un repaso a la prensa, a los medios de comunicación económicos o al debate político en materia económica muestra que lo coyuntural domina sobre lo estructural. Las cuestiones del momento, la situación del ciclo económico o la última cifra publicada llenan las portadas, los telediarios y los debates parlamentarios. Sin embargo, muchas de esas noticias, gran parte de esos acontecimientos que en esos momentos parecían importantísimos pasan a la irrelevancia en un muy corto espacio de tiempo. Esto no es nuevo; siempre el debate económico siempre ha estado presidido por lo coyuntural. Pero, a medida que pasan los años, se acrecienta su dominio ante la saturación informativa que ha acompañado al desarrollo de las nuevas tecnologías. La reflexión pausada ha pasado a un segundo plano.

La situación de la pandemia y su impacto en la economía se está moviendo hacia los peores escenarios entre los inicialmente planteados. Muy a principios de año, cuando la extensión de la Covid-19 se limitaba a la provincia de Hubei en China, aún cabía la posibilidad de que la localización de la epidemia no saliera de ese ámbito geográfico, como de hecho había ocurrido ya con epidemias anteriores. Esa fue la apuesta inicial de los mercados financieros. Desgraciadamente no ocurrió y la epidemia se convirtió en una pandemia en un corto espacio de tiempo.