Opinión

Ha llegado el momento del ajuste fino

La persistencia en el tiempo de la pandemia obliga a replantear las medidas

La situación de la pandemia y su impacto en la economía se está moviendo hacia los peores escenarios entre los inicialmente planteados. Muy a principios de año, cuando la extensión de la Covid-19 se limitaba a la provincia de Hubei en China, aún cabía la posibilidad de que la localización de la epidemia no saliera de ese ámbito geográfico, como de hecho había ocurrido ya con epidemias anteriores. Esa fue la apuesta inicial de los mercados financieros. Desgraciadamente no ocurrió y la epidemia se convirtió en una pandemia en un corto espacio de tiempo.

Cuando la Covid estaba ya extendida, cabía la posibilidad de que fuera estacional. También había sido el caso de otras epidemias como la del SARS o la gripe aviar. Para el verano habían desaparecido y, en el otoño, no reaparecieron o lo hicieron de forma mucho más benigna. Sin embargo, con la llegada del verano, estas esperanzas se desvanecieron. Para el mes de junio el número de contagios en Europa y otras partes del mundo, que había sido infectadas en los primeros meses, disminuyeron; pero, aunque el factor estacional pudiera haber ayudado, lo cierto es que son las medidas de restricción a los movimientos y el contacto entre personas las que mejor explican la reducción de los contagios. A nivel mundial, los contagios han seguido creciendo, sin que exista un patrón geográfico o climático claro que explique su evolución. Y, los países que habían experimentado una mejoría en el número de contagios y fallecidos han visto como, con distinta intensidad, los contagios ha vuelto a aumentar, una vez levantadas parcialmente las limitaciones más restrictivas a los movimientos de las personas.

En definitiva, los escenarios más favorables de una epidemia breve y geográficamente limitada, o de una epidemia muy estacional han quedado descartados. Nos enfrentamos por tanto a una epidemia global, sin marcado carácter estacional y que recupera su capacidad de contagio en cuanto se levantan las restricciones. Pero no todo es negativo. Hay países que han sabido controlar mejor y limitar los contagios; por ello, es preciso que los demás adquieran estas prácticas que parecen dar mejores resultados. Por otra parte, algo hemos aprendido a lo largo de estos meses y, en términos de material sanitario, preparación de los profesionales y disponibilidad de respiradores, camas y UCI se ha hecho un esfuerzo importante. Pero, sobre todo, existe la posibilidad de que varios de los proyectos de investigación para el desarrollo de una vacuna eficaz contra el COVID puedan finalizar sus trabajos antes de que acabe el año. Si esto fuera así, a lo largo, o más bien a finales, de 2021 tendríamos un número suficiente de personas inmunizadas como para limitar de forma muy intensa los efectos de la pandemia.

Y, sin embargo, incluso con una vacuna eficaz a finales de año, el escenario más favorable es que las restricciones a la libre movilidad de las personas y a la libertad económica continúen durante muchos meses. Y , por ello, la huella que va a dejar el COvid en la economía será mucho más profunda de lo que inicialmente se había previsto.

En el contexto que acabamos de describir, ¿cuál debe ser la respuesta de política económica? Las primeras medidas económicas que adoptaron todos los gobiernos fueron las lógicas dada la situación de sorpresa y de incertidumbre y, dadas también, las previsiones iniciales de que la pandemia podría ser de corta duración o estacional, sin un rebrote significativo posterior. Por ello, y en función de su margen presupuestario, los Gobiernos se lanzaron a un programa agresivo de gasto con tres objetivos: mantener viva la mayor parte posible de su tejido productivo (aplazamientos de impuestos y cotizaciones sociales, dotación de liquidez a través de créditos garantizados, asunción del coste de la nómina, subvenciones directas a algunos sectores…), mantener las rentas de aquellos que no podían trabajar (ampliación del gasto social, transferencias a trabajadores en Erte o en desempleo, garantía de servicios públicos…) y el mantenimiento de la demanda (las medidas de mantenimiento de renta mencionadas y en algunos países reducción de la imposición indirecta y programas de inversión pública).

Estas medidas se tomaban con carácter temporal, normalmente unos meses. Sin embargo, luego se han ido prorrogando al verificarse que la pandemia se extendía en el tiempo. Las medidas estaban pensadas para el muy corto plazo, para una situación de emergencia y sin demasiado análisis – la urgencia se imponía - que permitiera capilarizar su impacto. Se hizo muy poca o ninguna diferenciación sectorial o geográfica: no había tiempo y además se pensaba que la duración iba a ser limitada.

Esta hubiera sido la estrategia correcta si la epidemia se hubiera comportado como una epidemia breve o de estacionalidad acusada. En ese caso, lo que había que hacer era gastar lo necesario, sabiendo que era por poco tiempo, para que la epidemia dejara la menor huella posible en la economía, aunque deteriorara marcadamente las finanzas públicas: si la economía esta sana y es capaz de retomar su dinamismo, en este caso una vez pasara a pandemia, las finanzas públicas se recompondrían; sin embargo, si la economía pierde su salud, las finanzas públicas son irrecuperables. Así, si la batalla contra el virus hubiera sido breve, como entonces se pensaba, lo razonable era gastar todo lo necesario para combatir el virus, salvar la economía, pasar la emergencia y, después, reconducir la situación fiscal. En esas circunstancias no había tiempo para el detalle.

Pero desgraciadamente la batalla no será breve. Al menos, tenemos muchos meses por delante de limitaciones. Y esto sólo lo hemos aprendido sobre la marcha. En esas circunstancias, al diseñar y poner en práctica la política económica, se hace necesario un análisis más detallado que el realizado hasta ahora. Debemos ser conscientes de que, incluso, con las compras de deuda pública por parte de los Bancos Centrales y que, contando con el paquete de gasto europeo, los recursos son cada vez más limitados y de que la prolongación de la situación de déficit que provoca la duración de la pandemia puede dejar una huella cada vez más permanente en la sostenibilidad de las finanzas públicas. Simultáneamente, no se pude dejar de seguir apoyando al tejido productivo, a las familias que han visto disminuir su renta y tratar de impulsar la economía. ¿Cómo combinar ambas necesidades? Sólo cabe una solución: enfocar cada vez mejor los recursos disponibles. Debemos pasar de la brocha gorda al pincel fino. O, dicho de otra forma, a centrar las políticas en los sectores, subsectores, circunstancias y grupos sociales que más impacto están recibiendo, pero también que tienen más garantías de futuro. Las políticas deben ir dejando su carácter horizontal para pasar a ser más sectoriales y enfocadas. Debe analizarse cada sector y cada situación, actuar en consecuencia, y medir continuamente resultados. Es la única forma de asegurar el éxito de cada euro gastado, asegurar la mejor situación posible en la economía y, al mismo tiempo, garantizar la sostenibilidad de las finanzas públicas.

WhatsAppFacebookFacebookTwitterTwitterLinkedinLinkedinBeloudBeloudBluesky