Las más recientes estadísticas económicas evidencian hasta qué punto fue un espejismo la reanimación de la actividad tras la desescalada del confinamiento. Resulta especialmente significativo el deterioro en un sector como el inmobiliario ya que, en principio, la actual crisis no le afecta tan de lleno como la desencadenada a partir de 2008.
Sin embargo, la compraventa de viviendas sufrió en julio un desplome histórico, cercano al 33% con respecto a 2019. Se confirma así que el ligero repunte que este mercado mostró en junio se debió casi en su totalidad a las operaciones embalsadas, pendientes de culminarse cuando notarios y entidades financieras tuvieron que cerrar sus puertas entre marzo y mayo. Ahora que ese efecto se ha disipado resulta manifiesto que no existen nuevas compraventas y que la inversión de los hogares se encuentra paralizada. La situación del consumo es incluso más preocupante. Las ventas del comercio textil no han tenido ningún mes de tregua en la actual crisis, pese a los fuertes descuentos aplicados y el avance del canal online. Es más, el mes pasado todavía mostraron un descenso del 32,8%. En conjunto, el sector servicios español se resiente, como muestra la evolución de su actividad según el índice PMI. Los avances que mostró tanto en junio como en julio fueron ilusorios y en agosto se situó en 47,7 puntos (cualquier valor inferior a las 50 unidades supone una contracción).
Las compraventas inmobiliarias o el PMI de servicios delatan la endeblez de sus repuntes previos al verano
Todas estas estadísticas sirven como indicadores adelantados del comportamiento del PIB en su conjunto y hacen saltar las alarmas. La reactivación esperada para el verano quedó por debajo de las expectativas y todo apunta a una crisis aún más virulenta, en cuanto a la recesión y la destrucción de empleo, en el cierre de año.