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Fri, 02 Oct 2020 11:39:12 +0200
Si hay un rasgo que define mejor la situación política y económica, e incluso social, por la que atraviesa España, ese sería el de la confusión. Confusión representada por una pugna de ideas e intereses, la mayoría de las veces revestidas con una fuerte capa de ideología y dogmatismo, y de enorme carga disgregadora, que nos limita a la hora de encontrar las soluciones a la intrincada realidad que tenemos hoy ante nosotros. Si aún no fueran suficientes los desafíos que se derivan de la pandemia y de la secular cuestión de la vertebración territorial del Estado o de la misma gobernabilidad, con el Parlamento más fragmentado de la historia democrática española, algunos se empeñan en incluir en la agenda el cuestionamiento del propio sistema político, esto es, de nuestra monarquía parlamentaria.