Economista jefe para Europa de The Conference Board

La necesidad de acelerar el gasto en defensa es ahora ineludible. Esto es factible desde el punto de vista económico e impulsará la demanda interna a corto plazo, lo que ayudará a la economía de la UE a salir de los dos últimos años de escaso crecimiento.

El marco fiscal de la Unión Europea, el intento de la Comisión Europea de coordinar las posiciones fiscales de los países miembros, se reinstaurará en septiembre por primera vez desde que se suspendieron al inicio de la pandemia. Pero dada la incertidumbre tras la primera vuelta de las legislativas en Francia y la posibilidad muy real de una expansión fiscal, cuando es necesario ahorrar, ¿está ya comprometida la credibilidad de las reglas, antes de que se reintroduzcan?

En 2019, antes de las elecciones europeas de ese año, mi colega Guntram Wolff, entonces director de Bruegel, y yo editamos una colección de ensayos escritos por nuestros becarios para los nuevos dirigentes de la Unión Europea. Instábamos a los dirigentes a ser más audaces en sus acciones, a apostar por políticas más ecológicas y a salvaguardar la cohesión de la UE.

H ace un año escribí sobre el proceso de desdolarización. Tras la invasión rusa de Ucrania en 2022, las divisas del G7 perdieron parte de su atractivo internacional porque las reservas mundiales mantenidas en estas monedas cayeron un 8%. En su lugar, los bancos centrales empezaron a decantarse por el oro. Sin embargo, las posiciones relativas de estas divisas se mantuvieron estables, con un 59% de todas las reservas aún en dólares. En 2023, las reservas mundiales en las monedas del G7 se mantendrán prácticamente en el mismo nivel.

La inflación en la zona del euro ha descendido de forma convincente desde los elevadísimos niveles registrados en los dos últimos años. Se espera que la tasa sea del 2,3% en 2024, qué diferencia con el 8,4% de 2022 y el 5,6% de 2023.
Pero en enero de 2024 todavía era del 2,8%, por lo que aún le queda camino por recorrer antes de bajar al 2,3%, y después al 2%, que se considera comúnmente el nivel deseable. En un discurso pronunciado en noviembre, Isabel Schnabel, miembro del Comité Ejecutivo del Banco Central Europeo (BCE), pareció anticiparse a esta situación, hablando de la “última milla” que, al igual que en los deportes de resistencia, es la más difícil de superar.
Pero insistir en completar la “última milla” es la narrativa equivocada a seguir. Como el sistema está plagado de incertidumbres y no hay forma de entender ni la dirección ni el tamaño de los riesgos, el BCE debería hablar en su lugar de tolerancia a la inflación, o arriesgarse a introducir una volatilidad aún mayor en el sistema.

En cuestiones de seguridad, la Unión Europea no habla colectivamente con una sola voz y los Estados miembros están muy lejos de tener los mismos objetivos en materia de defensa. Sin embargo, tras la invasión rusa de Ucrania y la perspectiva de un segundo mandato de Trump, es necesario hacer más a nivel de la UE. Lo que eso implica depende del país en el que uno se encuentre. El resultado es un debate confuso y que tira en muchas direcciones.

Una Unión de Mercados de Capitales (UMC) en la UE sigue siendo un ingrediente necesario para aumentar su resistencia económica. Pero es muy difícil avanzar sustancialmente en el horizonte en que los problemas de la UE necesitan soluciones y, por tanto, la UE debe buscar medios alternativos de financiación. Sin duda, se pedirá al contribuyente europeo que llene este vacío.

El euro digital será probablemente una realidad en un futuro no muy lejano. Para el consumidor europeo, sin embargo, aún no está claro qué diferencia supondrá para su bienestar. Sigue existiendo una brecha entre el compromiso de las instituciones europeas de invertir en una moneda digital del banco central y la comprensión por parte del público de por qué ello redunda en su beneficio. Para cerrar esta brecha, el énfasis de la comunicación debería desplazarse del euro digital para uso minorista a su uso mayorista.

A pesar de todos los problemas y crisis que ha atravesado la UE en los últimos 15 años, la inmigración sigue siendo difícil de abordar. No es fácil abordarlo a menos que los países aprecien colectivamente el capital humano que ingresa a sus fronteras como oportunidades y no simplemente como riesgos.

A pesar de todos los problemas y crisis que ha atravesado la UE en los últimos 15 años, la inmigración es uno de los que sigue resultando difícil de abordar. No puede abordarse fácilmente a menos que los países aprecien colectivamente el capital humano que entra por sus fronteras como oportunidades y no sólo como riesgos.