Durante años, las bolsas y el precio del petróleo se han movido al unísono. No forman una correlación perfecta, pero sí se le aproxima bastante. Cuando la economía va bien, las expectativas de beneficios de las empresas mejoran y con ellas el precio de las acciones. A su vez, una economía mundial sana también beneficia al petróleo gracias a una mayor demanda, lo que queda reflejado en unos precios del crudo más altos. Sin embargo, en los últimos meses se ha roto esta especie de correlación. La explicación es relativamente sencilla: el crudo tiene la capacidad de subir incluso con una demanda a la baja y una economía al borde de la recesión, lo que puede agravar los problemas en los países que son importadores netos de petróleo.