Director de elEconomista

Dicen que las oportunidades las pintan calvas y que las desgracias nunca vienen solas. Sánchez tuvo la oportunidad de sanear las cuentas públicas durante los años de bonanzas, pero se dejó llevar por los cantos de sirena de sus socios de Gobierno, que no paran de introducir subvenciones públicas y de hinchar el pavo del gasto. La palabra recorte es sinónimo de tabú en Moncloa. Ahora tiene la prima de riesgo en casi 120 puntos, el bono a diez años cerca del 3% y miles de fondos especulativos agazapados, como tigres de Bengala, esperando para lanzarse sobre la deuda española, por riesgo de impago.

Ni la reapertura del puerto de Shanghai desde comienzo de este mes, ni la mejora de los cuellos de botella en los suministros, ni la bajada de las materias primas harán mella en la inflación. Las previsiones, tanto de la OCDE como del BCE, apuntan a que los precios al consumo acelerarán su ritmo en lo que queda de año y se mantendrán altos todo el que viene. En el caso español, la inflación escalará al 8,1 por ciento y sobrepasará en más de dos puntos la previsión del Gobierno.

La Unión Europea aprobó esta semana la sexta ronda de sanciones a Rusia con objeto de detener la guerra en Ucrania, consistente en dejar de comprar de inmediato el 75 por ciento de las importaciones de crudo y el 90 por ciento a finales de año. La medida, unida al embargo petrolero adoptado ya por el Reino Unido, supondría un golpe estimado por el instituto bruseliense Bruegel de 80.000 millones anuales para las finanzas del Kremlin, sobre un total en ventas de crudo a Europa por unos 110.000 millones.

La gran recesión de 2008 fue un golpe comparable a la de los años 29 del siglo pasado. La población y los países aprendieron la importancia de la austeridad, miles de empresas desaparecieron por el exceso de endeudamiento. Una década después, cuando el mundo se había zambullido nuevamente en la globalización y el precio barato del dinero volvió a poner en el límite tanto el gasto público como el privado, llegó la pandemia. Nos dimos cuenta de que las lecciones de 2008 no sirvieron para mucho. La solidaridad entre países desapareció. La falta de materiales tan simples como una mascarilla o un paracetamol nos alertó de que quizá habíamos dibujado un mundo imaginario, que se hizo añicos en mil pedazos de la noche a la mañana.

En un ambiente económico hostil, con los tipos de interés y la inflación al alza, y el crecimiento de la actividad económica a la baja, los dos únicos motores de la economía para los próximos años son el turismo y los fondos europeos. La afirmación está sacada del plan de estabilidad enviado a finales de abril a Bruselas por la vicepresidenta primera y ministra de Economía, Nadia Calviño.

¿En qué se parecen Mariano Rajoy y Pedro Sánchez? En que los dos cuando tienen un problema, en vez de intentar resolverlo, lo guardan en un cajón hasta que se pudra. La semana pasada la Autoridad Fisca (AIReF) y ésta el Banco de España han coincidido en que el problema más grave que tiene nuestro país en este momento no es la inflación, sino un déficit estructural superior al 4 por ciento del PIB. ¿Y qué significa estructural?, pues que está en la estructura del gasto público y es imposible reducirlo sin ajustes. Los dos organismos coinciden también en que si no se hace nada en un par de décadas, la deuda puede escalar 20 puntos, hasta alcanzar el 140 por ciento del PIB.

Los gobernadores tanto de la Reserva Federal de Nueva York, John Williams, como de la Fed, Jerome Powell, confían en que se produzca un aterrizaje suave de la economía. "El reto para la política económica es claro, hay que bajar la inflación a la par que se mantiene la economía fuerte", señalaron esta semana.

La economía española sufrió en 2008 una fuerte contracción a la que siguió más de una década perdida. Después de esa crisis, sin embargo, no se produjo la transformación esperada. Con excepción de la apertura al exterior de sectores como el agroalimentario, son el turismo y, en menor medida, la construcción los que siguen tirando de la economía.

Más de 200 millones de ciudadanos chinos están confinados en sus domicilios por culpa del Covid. De ellos, 25 millones son residentes en Shanghái, la mayor ciudad industrial de China, que por sí misma genera el 4% del PIB de todo el país. Shanghái es el principal productor chino de componentes de automóviles y electrónicos, así como de productos químicos para la industria farmacéutica. Además, es uno de los grandes fabricantes de semiconductores. Nueve de los diez primeros fabricantes de componentes automovilísticos tienen su sede en esta gran ciudad portuaria.

Artículo de opinión

Quien nos iba a decir que dos años conviviendo con el coronavirus y más de cien mil muertos han servido para poco o nada. La epidemia destapó, lo que era una secreto a voces en los últimos años, España posee una sanidad pública de bolsillo, insuficiente para el tamaño de su población, desorganizada y con graves deficiencias tecnológicas. Aquello de que España poseía una de las mejores sanidades del mundo pasó a la historia. El coronavirus colapsó no sólo de los hospitales ó las Ucis, sobre todo desbordó los centros de atención primaria, que no dieron abasto para responder a las necesidades básicas de la población. La contratación urgente de personal médico para atender la avalancha de enfermos se revirtió en cuanto se redujo su impacto. El incremento del número de sanitarios contratados en el último ejercicio apenas superaba un millar frente al precedente.